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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Alvaro Mutis - Los amores que no fueron finalmente

Actualizado: 19 ene 2021

Era una vez un poeta y novelista que nació en Bogotá, estudió en Bruselas, recorrió durante 23 años la América Latina sin parar, se llama Alvaro Mutis y vive en México, mejor dicho, vive en un mundo de letras. La historia no termina ahí, empieza al andar entre las bellas páginas de "La última escala del Tramp Steamer", con Maqroll el Gaviero entre lluvia y bruma, viviendo en diferentes puertos y países de geografía incierta. Sin dejar rastro. Remontando ríos. ¿En busca de negocios? Andanzas de soledad. Enfrentándose a lo desconocido. Sacando sueños, llevando esperanza y el gran amor de una mujer en el corazón.




LETRA DE DRACULA


Sin saludar y con la naturalidad de quien continúa una conversación iniciada en otra parte, Alvaro Mutis, como un gran oso, se refugia para esta entrevista, en su cueva: Una agradable y personal estancia, donde dos de las paredes están tapizadas de libros, otra de discos (es un gran melómano) y otra con cuadros de fotografías de lugares y personas muy queridas que ordenadamente descienden sobre una máquina de escribir. Hay también una puerta de cristal que transmite el verdor del jardín, una pequeña chimenea, en la que descansa una fotografía autografiada del Rey Juan Carlos, una lámpara de piso, dos cómodos sofás y una mesa. Todo hace lugar a la corpulenta figura de Alvaro Mutis, quien habla con una sonrisa constante.

"Yo escribo desde los catorce años, pero le voy a dar esta noticia: Que la poesía no da para comer. No se lo ha dado a nadie, ni a Neruda que vendió en vida bastante bien sus libros. Yo he escrito cuatro novelas y he recibido alguna compensación, pero que no me hubiera permitido vivir. Entonces he tenido por principio, desde los 18 años, trabajar en cosas que me gustan para vivir. Y completamente aparte de esto mi vida como escritor: -Alzando sus gruesas cejas, recuerda "Yo fui tal vez el peor estudiante que pueda imaginar. Con decirle que no terminé el bachillerato. Un día me llamó el Rector del colegio.

Estaba muy preocupado y me dijo: "¿Vas a estudiar o no vas a estudiar? Tu vida es un infierno".

Y yo le dije. "Mire, señor, perdóneme pero yo tengo muchas cosas que leer. ¿Cómo voy a perder el tiempo estudiando física, química, trigonometría...?"

El comprendió y yo dejé de estudiar. Así, mis primeros poemas los publiqué a los 19 años, en un suplemento literario.

Es la historia de siempre, de la pequeña revista, de los amigos convencidos de que uno ya es poeta consagrado y toda esa peregrinación que es bien conocida... Hasta sentarme frente a esta infernal máquina y empezar a llenar el papel en blanco. El proceso empieza con mis apuntes a mano. Yo tengo una letra fatal. "Gabo" (García Márquez) dice que tengo letra que se parece a la de Drácula (ríe abiertamente). Es una letra espantosa que sólo yo entiendo. Y estos garabatos los paso a máquina, primero en una forma muy directa, sin censura. Quién lea estas páginas debe creer que estoy listo para unos choques eléctricos. Y sobre esa materia en bruto corrijo a mano y empiezo a sacarlo en limpio. Es un trabajo espantoso, mortal. Cuando Gabo empezó a trabajar en la procesadora de palabras, me daba una envidia... Pero me da pereza aprender a manejar ese aparato... Con su sonrisa sincera cruzando sus piernas agrega: "Para mí, escribir no es sino tratar de dejar constancia de ciertas visiones y experiencias, de mi relación con la gente y con el mundo. O sea, primero está mi vida y después escribir. Escribir sólo es constatar lo que viví, transfigurarlo en poemas, pero una experiencia plena para mí es mas importante".


LA MAS GRANDE MARAVILLA DE LA HUMANIDAD


LM.- En "La Última Escala del Tramp Steamer" y de "Ilona llega con la lluvia", se repite la historia de los amores truncos, y de acontecimientos inesperados...

AM.- Sí, las jugarretas de la vida... Imagínese a un hombre de 50 años que ya ha vivido plenamente, que tiene una profesión que le permite conocer el mundo, que es un hombre equilibrado y centrado como John Iturri, que piensa que ya no le puede pasar nada sorprendentemente y anda de barco en barco, de puerto en puerto, sin ambiciones...Y de pronto la vida le da una sorpresa y que lo deja como zombie... En Ilona (que quiere decir Elena en húngaro), se vuelve a los grandes amores que no fueron finalmente. Eso me interesa, me apasiona enormemente. Es la historia de la gente que se quiere y de la gente que se deja de querer, y de la gente que al dejar de querer recuerda los momentos en que quiso, y ya los distorsiona, los transforma y vive de una ilusión, de algo que tal vez no existió.

LM.- ¿Esa es realmente la vivencia de Alvaro Mutis?...

AM.- Esa es una pregunta muy capciosa... -Descansa momentáneamente sus brazos-. Claro que cuando uno describe esas relaciones, pues tiene que acudir en buena parte a su experiencia personal, pero también a las experiencias de los otros, de los amigos que me han contado su vida y sus afectos. No todo es experiencia personal. Yo no hubiera resistido una experiencia como la de El Gaviero.

LM.- ¿Y su vivir cómo ha sido?

AM.- Bueno, pues ha sido bastante accidentado. Me pesan algunas cosas y otras no. Creo que ya estoy al margen de sorpresas y que he logrado una relativa serenidad. Una persona consciente que le preocupe un poco su destino, se interroga sobre sí misma. Y esa pregunta tiene que pasar por fuerza hasta que construye una explicación con lo cual puede sobrevivir, con lo que puede convivir. Yo creo haberla encontrado.

LM.- ¿Y el Gaviero?

AM.- El Gaviero es El Gaviero, pero carga una cuota mía que no puedo negar. Ya lo tenía escrito dentro de mí, elaborado durante años inconscientemente. Fue realmente una necesidad de escribir el Tramp Steamer cuando apenas terminaba Un Bel Morir.


LM.- ¿Qué edad tiene, señor Mutis?

AM.- Sesenta y seis años, pero tengo recuerdos como si tuviera mil años, como dice un verso magnifico de baudelaire.

LM.- ¿Es usted católico?

AM.- Soy católico naturalmente. Estoy bautizado, pero no soy practicante. Digamos que estoy muy cerca de ciertas corrientes y de ciertas verdades del catolicismo, pero cada vez me cuesta más trabajo aceptar los errores que cometió y sigue cometiendo la iglesia.

Desde luego le puedo decir una cosa: yo no concibo a alguien que se pueda quedar indiferente mientras lee los evangelios. La presencia de dios en la tierra es la más grande maravilla, que le ha sucedido a esta especie depredadora y criminal espantosa que es la humanidad. La que cuentan los evangelios es una historia de belleza deslumbrante.


UN PESIMISTA TRANQUILO


LM.- Usted juega mucho con la vida oponiéndole el contrapeso de la muerte. Creo que sus mensajes son a veces muy amargos...

AM.- Es que yo no creo que haya razón para estar muy feliz y muy sonriente. Yo creo que es mejor un pesimismo tranquilo, sin amargura, que el optimismo irresponsable en que nos hacen vivir superficialmente, en medio de un mundo un poco tonto. Alguien decía que el optimista es un hombre al que no le han dado todos los datos. Yo nunca he sido un optimista, me gusta mucho la vida, los seres, disfruto mucho del vino, la buena comida, los viajes, las bellas cosas del mundo, pero no soy optimista ni lo seré nunca.

Creo que es mejor estar preparado para lo peor, que a todos nos llega de una forma u otra. Por lo menos que nos sorprenda sabiendo que viene. El optimista no sabe ni por donde vienen los golpes.

LM.- ¿Qué es para usted la muerte?

AM.- La muerte es parte de nosotros mismos, es algo que llevamos. Nunca he pensado en la muerte como algo que está muy lejos y con la cual me voy a tropezar un día. La muerte está adentro de nosotros, vamos creando la forma de nuestra muerte, y hay seres que logran tener una muerte a la medida de su ser. Es una tesis muy bella. Para el mundo judeo-cristiano es una especie de castigo, en un doble juego de culpa y muerte. Es horrible. Es una especie de pago de algo. Yo creo que es mejor pensar como los romanos y los griegos. Su noción tan sana y tan clara de la muerte les permitía vivir mucho y disfrutarlo todo.

Así, yo escribo para negar la muerte, hablando de ella sin magnificarla, porque no se puede hacer una versión literaria de la muerte. La muerte de Iliona, Amparo María y Flor Estévez y de Warda, a su manera, se dieron porque sólo con su muerte puede la sociedad seguir creando sus modelos oprimentes.

Alvaro Mutis no pone fin a sus escritos. Nos deja interrogantes con la trama de sus novelas y un compromiso con la poesía de su creación, con la vida y con la muerte.


15 OCTUBRE 1989



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