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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Gilda Cruz Romo - Amo Cantar

Actualizado: 19 ene 2021

Y al abrirse el telón, entre fuentes danzarinas de color y el verdor de cientos de plantas, apareció moviéndose al frente la gran soprano Gilda Cruz Romo llenando a Guanajuato de su extraordinaria voz, cantando arias de G. Verdi, F. Cilea, P. Mascagni, M. Talabera, J. Pardavé, L. Martínez Serrano. Durante su presentación, el público se pasaba emocionado al escenario a saludarla y a besarle la mano mientras ella se despedía con "Las Golondrinas", en la clausura del XVII Festival Internacional Cervantino. Pero ¿Quién es esta bella mujer jalisciense que se encuentra en la cumbre de una brillante y vertiginosa carrera en el mundo de la ópera internacional? Gilda Cruz-Romo, de gran porte, con el rostro vivo y delicada nariz, habla sólo con una constante sonrisa en su boca sino también en sus negros ojos y su voz expresiva y entonada.


LM.- Señora, ¿Las facultades del artista están en concordancia con su idea?

GC. - Creo que el fuego de la juventud nos hace un poco osados - responde profunda y sencilla -. Si nosotros en la juventud comprendiéramos la gran responsabilidad que contraemos, tal vez nos asustaríamos y nos haríamos para atrás. Cuando ya estamos en cierta edad, tenemos que suplir con técnica las facultades de la juventud que ya no salen, que ya se acabaron porque a todos nos pasa, porque todos llegamos a ese punto. Es una cosa muy hermosa pensar que nuestro ejemplo hemos abierto puertas, en este caso en la ópera para que los que vienen detrás de nosotros, puedan entrar.

LM.- ¿Y a usted se las abrieron?

GC. - Sí, yo he tenido una gran suerte. He topado en mi carrera con muy lindas gentes, grandes amigos, grandes personas que han creído en mí, y he recibido muchas bondades, pero también unas cuantas cachetadas muy fuertes (risas). Los golpes nos hacen más humanos o nos amargan. Yo espero que me hayan hecho un poco más comprensiva y un mejor ser, porque la amargura sería una cosa tremenda que se reflejaría en mi canto.

LM.- ¿Cómo considera el don de su voz?

GC. - Es un don muy especial que fue puesto en nosotros como algo que el buen Dios nos ha dado que no nos pertenece y tenemos que utilizarlo de la mejor manera posible. Porque ha habido grandes voces que se han perdido por falta de dedicación o de disciplina, y en cambio ha habido talentos más mediocres que han sobresalido extraordinariamente por su trabajo. En mi caso, yo nací en Guadalajara, pero al vivir en ciudad de México empecé a tomar clases con un gran maestro, el barítono mexicano Ángel Esquivel, a quien le debo mi técnica y muchos de los valores morales y espirituales que son muy importantes en nuestra carrera. Ahí empecé a interesarme en las óperas internacionales, y conocí maestros muy importantes que después me llamaban y así... Una puerta abre otra. Eso es la carrera, hay un don, hay una gran disciplina, un gran estudio, pero también hay mucho de suerte. En esta profesión siempre estamos estudiando. Aunque no esté cantando todo el tiempo, mentalmente va uno repasando los pasajes difíciles, hasta ¡en la noche!, preguntándose cuando debe respirar, por qué y cómo...


Gilda Cruz-Romo se presentó en Milán durante la primavera de 1973, conquistando el teatro de la Scala con su conmovedora interpretación de Aída. Su debut en la Scala tuvo tanto éxito que la compañía la invitó a unírsele en su gira a la Bolshoi Opera. La señora Cruz-Romo cantado en el Metropolitan Opera, Convent Garden, La Opera de Roma, Teatro Comunale en Florencia, La Opera Lírica de Chicago, Dallas Civic Opera, La Viena Staatsoper, La Opera de París, El Teatro de Liceo de Barcelona, La Opera del estado de New Jersey, La Gran Opera de Connecticut y muchas óperas canadienses. También se ha presentado en Lisboa, Santiago, Caracas, Buenos Aires, Japón, África del Sur y Polonia.


LM.- ¿Cree usted que en un futuro próximo la ópera pueda desaparecer como consecuencia del pragmatismo que invade al mundo moderno?

GC. - ¡No!, me muero, me doy un tiro ahora mismo. Pero para que la ópera no sucumba es nuestro deber hacerla más creíble, no nada más pararnos ahí a salir del paso. Tenemos que hacer vibrar a las gentes, que digan: "¡Caray!, yo sentí ese amor". Tenemos que aportar lo mejor de nosotros mismos en la interpretación, porque si cantamos solamente muy bonito, sin mover a la gente en sus emociones, el público nos va a aborrecer.

LM.- ¿Y usted se esfuerza por aportar...?

GC. - ¡Amor! - La señora Cruz Romo cruza sus largas manos -. Si uno da amor, recibe amor. Tal vez no al cien por ciento, pero no hay rosa que no tenga espina, y la rosa entre más hermosa sigue teniendo espinas. Nosotros los artistas somos seres humanos como todos, tal vez con la sensibilidad un poco más desarrollada, pero somos tan de carne y hueso como todo mundo.

Tenemos un corazón y una sangre que nos corre por las venas, no podemos ponernos en un pedestal como estatuas frías.

Y naturalmente, nos enamoramos a veces de la vida, a veces de los imposibles... -Deja su mirada caminar entre el tiempo y continúa: "Es la vida, es normal".

A veces se enamora uno de una forma increíble y cree morir porque ese amor es imposible, pero se sigue respirando y se dice: "¿Por qué sigo respirando si mi corazón está muerto? Pero no está muerto. Está muy herido, sí, pero no está muerto. Y sigue la vida, y esa experiencia, ese dolor nos hace verla de una manera distinta. A veces no probamos el amor porque tenemos miedo. Eso sí es malo…"

LM.- Hay amores imposibles como el de Romeo y Julieta…

GC. - El gran amor es el que perdura. Pero el amor imposible es tan grande que no puede durar.

Esos amores imposibles son tan especiales porque no duran. Si Romeo y Julieta se hubieran casado no hubiera sobrevivido ese amor eterno que tanto se juraban.

El amor imposible lo vemos en todos los clásicos, en todas las óperas. Hoy el hombre sufre o ama tanto o más que la mujer, pero no lo dice porque es muy de "macho" no decirlo, y aparte de esto porque se ha pasado de moda que un hombre muera de amor. Ellos dicen que son machos, pero no, son “gallinísimas”.

En México Gilda Cruz-Romo hizo su debut operístico en el Palacio de las Bellas Artes interpretando los papeles de Nedda en "I Pagliacci", Margarita en “Fausto" y Venus en "Tannhäuser". En 1966 realizó su debut en los Estados Unidos con la Dállas Civic Opera, donde cantó los papeles protagónicos en “Tosca" y "Ana Bolena". Llegó a Nueva York en 1969, e hizo "Mefistófeles" con la New York City Opera. Hizo su debut con la Opera Metropolitana en 1970 como Magdalena en Andrea Chenier y en la siguiente temporada como Cio-Cio-San en "Madame Butterfly". Desde entonces ella ha vuelto para cantar los papeles principales en ”I Pagliacci”,” La Forza del Destino”, “Tosca”, “II Trovatore”, “La Traviata”, “Un Ballo in Maschera”, “Aída”, “Manon Lescaut”, “Sor Angélica” y “Otelo”; esta última fue televisada a todo el país en vivo desde el Metropolitan.

LM.- ¿Cuál de sus actuaciones recuerda con más cariño?

GC. - Son tantas y hermosas.

Mi carrera ha sido muy especial porque amo cantar, porque represento a México, y porque cuando canto doy más de lo que puedo. Por cada paso que damos tenemos que luchar. Yo veo como una mujer que ha sido afortunada, y es por eso que ya no quiero trabajar tanto, y quiero gozar de lo que he encontrado cuando todavía tengo tiempo.

LM.- Creo que los únicos afectados seríamos nosotros, su público…

GC. – No, ustedes van a ver gente más joven tal vez mil veces mejor que yo. Eso es lo más hermoso, dejar el mundo un poco mejor que como lo encontramos.


19 NOVIEMBRE 1989

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