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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Carlos Monsivais - Un universo sentimental

Actualizado: 22 ene 2021


Carlos Monsiváis es lector de vocación. Su vida gira alrededor de libros y persiste en el mundo de las letras. Periodista y escritor, Monsiváis, nace en 1938 en el Distrito Federal. Realiza sus estudios en la Escuela Nacional de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores y del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard. Colaboró en las revistas Medio Siglo, Estaciones y en programas para Radio UNAM. Ha sido articulista para Novedades, El día, Excélsior, Eros, Personas, Diva, Vogue y El Norte.

Fue cofundador y colaborador de Proceso, Uno más Uno, Nexos y La Jornada. Director de La Cultura de México, suplemento de la revista Siempre. Ha escrito crónica-ensayo como Principados y potestades, Días de guardar; Amor perdido, Entrada Libre, Crónicas de la sociedad que se organiza y Escenas de pudor y livianidad. Ha recibido premios: Nacional de Periodismo en 1977, el Jorge Cuesta en 1986, el Manuel Buendía en 1988 y el Mazatlán de Literatura en 1989, entre otros.


Señor Monsiváis, usted ha insistido mucho en lo importante que es la lectura…

“Para mí la lectura es la única manera de que una persona adquiera una visión coherente y estructurada del mundo. No puedo creer ya en el autodidactismo que prescinda de la lectura, ni puedo creer tampoco en un criterio que todo lo valora según la información de las imágenes. Sin lectura no hay una vertebración del conocimiento. Así de simple. Parte del desbarajuste social depende del abandono de la lectura, que es hasta el momento, y que me perdone la vanidad gremial, el único modo de estructurar el conocimiento, el único modo de encontrar una vertebración a las percepciones de lo que nos rodea. La lectura debe empezar desde niños. Para mí Huck Finn, los Pickwick Papers, Cervantes, El Quijote, Oscar Wilde, fueron mi infancia. Ya en la secundaria, empecé a escribir parodias, y en la universidad empecé a producir artículos para los periódicos universitarios.”

¿Quién es el responsable de que el hábito de la lectura se esté perdiendo? ¿Es la escuela, la sociedad, la televisión…?

“Es la escuela, es la sociedad, es el gobierno y es, básicamente, la creencia por todos compartida de que la lectura es aquello para lo que siempre hay que encontrar tiempo, porque es la base del equilibrio personal y es la base del conocimiento del mundo.”

¿Y esa creencia compartida es la que nos corrobora el título de tercermundista?

“No, el título de tercermundista fue un equívoco político que luego se transformó en fatalidad. Lo que pasa es que nos lleva a situaciones siempre desamparables, a una sociedad muy huérfana de estímulos primordiales y a un periodismo a la deriva y debilitado en una de sus fortalezas esenciales, la del cultivo del idioma y de la lectura. El principal promotor de la lectura debería ser la familia, y sobre eso no tengo dudas. Se habla de valores familiares y nunca se incluye la lectura. Eso no puede ser. El gobierno tiene una responsabilidad fundamental, pero el cuidado consciente y detallado de la lectura está en manos de la familia. Un gran porcentaje de la población va de la niñez a la rutina de la televisión. Leer es dejar de ver. Leer es renunciar al ejercicio de la vista. Esta es una consideración que encuentro, incluso, en muchos políticos.”

Carlos Monsiváis, es canoso y está sin peinar: Usa lentes tan gruesos que aparenta no traerlos. Viste sin atención. Su imagen parece retirada, distante. No espera nada de los demás. Su humor es sarcástico y aplica la ironía para “disolver” la retórica. Parece sentirse a gusto en su soledad, aunque en el fondo quizá sea como todos, que necesite afecto.

Los primeros ensayos que usted hizo, hace treinta y tantos años, tenían como tema la literatura policial, de horror: ¿Cómo fue el paso que tuvo usted que dar para llegar a una escritura que tiene su centro temático en la cultura popular?

“No hubo un paso, -responde Monsiváis siempre con la misma expresión- la cultura popular estaba en mi obra. Era uno de mis lenguajes básicos y nunca estuve distanciado de ella. Mi entorno era la cultura popular. Estaba en la manera en que yo oía el radio de los vecinos, estaba en el barrio, estaba en todo lo que sucedía. Nunca llegué a ella por un afán de investigación, sino por un afán de recrear lo que me rodeaba. Es que yo fui un niño y un adolescente muy libresco, y en un momento dado la manera de equilibrar esa dependencia tan absoluta y benéfica de los libros, fue escribir mi entorno, recrear literariamente la cultura popular…”

¿Sintió usted el atractivo de las imágenes de la vida cotidiana?

“Si, eso es fuertísimo. Además, siempre he sido cinéfilo, y fui al mismo tiempo un producto del cine norteamericano y del cine mexicano… Ahí estaban los hermanos Marx con W.C. Fields, con Mac West, las comedias de Ernest Lubitsch. Ahí estaba “Tin Tan”, Marga López. Era más el cine de rumberas que el de Pedro Infante. El de Pedro Infante tenía una carga rural que yo no localizaba en mi interior. Y Marga López sí en El Salón México, pero no en Del brazo y por la calle o en Un rincón cerca del cielo. La única película de Pedro Infante con la que sí me identifico plenamente, porque forma parte de lo más entrañable de mi universo sentimental, es Nosotros los pobres.

¿Qué me diría usted del México de los años cincuentas, de aquella sociedad en la que proliferaban los boleros, los cabarets? ¿Por qué terminó, en qué se transformó?

Creo que en México los años cincuentas son riquísimos en perspectivas, en escenas, en personajes. Yo hice la carrera en ese tiempo, y era un momento óptimo para vivir ese México pintoresco que ya se acabó. Yo empecé a escribir crónica en esa época por motivos políticos, por mi participación en la izquierda. Pero luego voy descubriendo que me parecía tan interesante el mundo de la vida nocturna, de todo lo que estaba ahí creativa, rijosa, y en un momento, esplendorosamente. Y me quedo en una determinación entre la crónica política y la crónica social. Pero en los años sesentas ese México pintoresco ya estaba muerto. La expansión de la ciudad y la represión policiaca lo matan. Es al mismo tiempo la demografía y la censura que liquidan toda esa creatividad, toda esa espontaneidad…”

Por un lado estaba la rumba, los boleros, y por otro la gente que condenaba la vida nocturna. ¿Podemos decir que la sociedad estaba dividida?

“No, para nada. Al contrario, uno podía ver en los prostíbulos, en los cabarets, en los dancings, a gente de todas las clases. Era muy habitual que llegaran de smoking. Era un momento de fiesta, de reventón, una sensación orgiástica de la ciudad que luego desaparece. La censura y la explosión demográfica impiden esa sensación de ciudad compartida. Lo que uno vive ahora es esa profunda ambigüedad de una ciudad que cambia sin reconocerlo, sin admitirlo. Con esta multiplicación demencial de las poblaciones, lo que unos aceptan otros rechazan. Los criterios de rechazo o aceptación ya no son tan tajantes.”

Monsiváis como reportero, como cronista, como escritor; como observador de la escena mexicana, se deja ver como un ser responsable, aunque parezca desorganizado, tiene la seguridad de quien sabe que se le cree porque no tiene la menor duda de lo que dice.

Se ha dicho que México es el país más surrealista del mundo. ¿Está usted de acuerdo con eso?

“Lo del surrealismo de México no lo creo. Creo que lo insólito para unos es lo sólito para otros. Lo que a unos les parece maravilloso, a otros les parece lo normal cotidiano. Lo que sí creo es que la teatralidad que se vive socialmente es una manera como otras de aceptar la realidad. Puesto que ninguna sociedad vive plenamente en la mentira, y las posibilidades de imponer la mentira han disminuido muchísimo. En México, se alcanzan ráfagas de verdad en todo el tiempo y en todas las partes. Y lo que ahora subsiste es una profunda dicotomía: por un lado el ser hipócrita y demagógico, y por otro una verdad vital que se impone y se sobrepone.”

Señor Monsiváis ¿Qué papel desempeña el intelectual en la vida de México?

“El de intérprete de algunos acontecimientos. No es un momento en que los intelectuales sean rectores. Hay excepciones: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, pero por lo común los intelectuales no determinan los acontecimientos.”

Para usted ¿Qué es la juventud actual?

“Son muchas juventudes, muchas maneras de vivirlas. Ya no hay cultura, pero más que nunca siento que la juventud es solicitud de empleo, solicitud de herencia.”

A Monsiváis lo pueden criticar o lo pueden adorar. ¿No hay un Monsiváis medio?

“Si, el que percibe mi familia, que me percibe con una gran indiferencia –responde sacando una sonrisa-.”

Entonces, ¿Hay un Monsiváis utópico?

“Si, en el sentido de incumplimiento, en el sentido de necesidad de un mundo distinto. En el fondo un sentimental…”

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