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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Antonio Battaglia D'Ascoli - Cinco años fuimos campeones

Actualizado: 21 ene 2021

Hablar de Antonio Battaglia es hacer referencia a un personaje profundamente identificado con León.

Antonio Félix Battaglia nació en Buenos Aires, Argentina. Desciende de italianos; su padre: Bias Battaglia Orlandi (q.p.d.), su madre: Lucía D' Ascoli.

Jugador de futbol, formó parte del equipo León en su mejor época.

Ahora es prominente empresario, distinguido como el "Ejecutivo del Año" en 1984, por su sobresaliente actividad en la industria zapatera.



MÉXICO ERA UNA TIERRA DE PROMISION


Puede afirmarse que León ha sido para Antonio Battaglia una segunda patria, que le brindó felicidad, fama y dinero. A sus 68 años de edad, es notable su fisonomía de deportista. Mientras dialogamos se encuentra sentado frente a una mesa ovalada, en la sala de juntas de su empresa. Su oficina se ubica a un costado de la sala de juntas. Este lugar revela la personalidad de Battaglia: trabajador y amante de los recuerdos. En la pared una placa de reconocimiento y fotos de antaño.

LM.- Don Antonio ¿Cómo fue que salió de Argentina?

AB.- Recuerdo muy bien... -y alisándose el escaso pelo, me dice - ;

"Fue por medio de Nogueira, un jugador argentino que estaba aquí en León; recibimos un telegrama "de León a México" que contenía un ofrecimiento para venir a jugar.

Al principio nosotros (Rugilo, Marco Aurelio, Angel Fernández y yo) pensábamos que íbamos a un equipo de la capital: no teníamos idea de León ¡Imagínate!, cuando llegamos a nadie nos gustó.

Había una población de 120 mil y no estaba nada bonito. Sin embargo yo acepté venir por un año nada más porque soy único hijo varón... No podía dejar a mis padres. El club León me ofreció tres mil pesos por año. Yo en ese tiempo no podía ganarlos en Argentina, por eso me vine. Me dije: "resuelvo ese problema y me regreso". Pero fue una bendición de Dios que viniera a León y espontáneamente me relata detalles de su infancia: "Empecé a jugar a los trece años y a los 15 estaba en Primera División. Estudiaba primaria y trabajaba con mi padre en un pequeño taller de zapatos".

LM.- ¿Cómo estaban Argentina y México cuando empezó la aventura?

AB.- Argentina entonces contaba con 20 millones de habitantes; su gobierno era militar y los presidentes cambiaban cada rato, lo cual era motivo de burla en el mundo. México era una tierra de promisión; dentro de un mundo conmocionado por la Segunda Guerra Mundial, era un país de bendición, con su mercado abierto y una sana economía.


NO PRETENDER TIRAR EL CORNER Y CABECEARLO UNO MISMO


Entramos al tema del futbol, plática obligada para conocer a Don Antonio, que con su cantado acento, me dice:

"El equipo León era nuevo, pero contaba con muy buenos elementos.

Eran muchachos que no habían recibido la oportunidad de un buen guía. Nosotros traíamos a Rugilo. La experiencia y el entusiasmo se hizo equipo, esa es la

verdad, porque no había individualidades.

El equipo se hizo fuerte porque se aplicó una filosofía de unidad. El futbol me dio en la vida experiencia que traté de aprovechar en los negocios: tener equipo, no pretender tirar el corner y saltar a cabecearlo uno mismo. El mérito no consistió que a León hayamos llegado cuatro argentinos; el mérito fue que había muy buenos elementos. Así que el primer año salimos en cuarto; el segundo, en tercer sitio; el tercero en segundo lugar, y después cinco años fuimos los campeones y dejando perder su mirada por el pasar de los años, me da tiempo para observar las fotos de un don Antonio de impactante y peculiar personalidad, que enfatizaba con una boina que siempre usó en las canchas y que llegó a ser un atuendo que la afición asociaba con su persona. "Yo desde joven fui algo calvo; luego tuve un accidente en Guadalajara jugando contra el Atlas. Me abrieron la cabeza en un choque con otro jugador y me tuvieron que rapar para coserme y me puse la boina".


LARGABA MI ROLLO COMO ARGENTINO


LM.- ¿Cómo se inició en el negocio del calzado aquí en León?

AB.- Empecé junto con el futbol, pues al llegar aquí observé el florecimiento de la industria del calzado. Era algo que yo ya conocía. Fui con Florencio Quiroz e lreneo Durán, directivos del club León, quienes tenían tenerías, y les pedí que me favorecieran con los artículos que producían. Eso fue motivo de bromas porque los hijos de Florencio me hicieron una lista de clientes. Sin embargo me engañaron porque anotaron nombres de otros curtidores. Entonces llegaba yo con la competencia de Florencio y les ofrecía la mercancía; largaba mi rollo como argentino recién llegado. Y la gente se reía y me decía: "Tú me quieres vender cosas que yo estoy produciendo... " Al otro día fui a la tenería de Florencio y les dije: "Juéguenme derecho, díganme la verdad, ¿Quiénes son los clientes zapateros?"... Yo ganaba más dinero en eso que en el futbol. En ese tiempo nos pagaban 500 pesos por mes, muy buen sueldo. Pero éste servía para comer. Después mi padrino don Sebastián Martínez cada rato nos aumentaba al ver que el equipo estaba rindiendo -mientras platica, entrelaza sus dedos varias veces-. Aparte tenia yo la publicidad de radio "Magnavoz" y "El detalle"; trataba de sacar por donde podía.

Llegué a jugar tres años gratis, en el sentido de que no recibí la ficha que dan por año, que era de quince, veinte mil pesos... la cedí al club.

LM.- ¿Y por qué lo hacía Don Antonio?

AB.- Cedí la ficha para que la directiva del club me diera el aval en los bancos. Así pude obtener el crédito para iniciar mi negocio.

Fue una época muy dura.


BLASITO


LM.- ¿Fue difícil establecer Blasito?

AB.- Esta fábrica empezó en un local chico, rentado, en la calle Obreros. Estábamos mi padre, Rodolfo Moneada, que era socio minoritario, y yo. Duré cerca de 20 años antes de instalarnos en la fábrica actual. Ahora la producción es de quince mil pares diarios y laboran mil 800 empleados en la organización.

De pronto alguien abre la puerta de la sala y entra Aldo, uno de los nietos de don Antonio, que lo besa y lo abraza, sentándolo sobre la gran mesa para darle dulces.

Después de esta pausa, vuelvo con mis preguntas.

LM.- ¿Qué opina sobre el ingreso de México al GATT?

AB.- No estamos preparados para poder exportar; me refiero a la industria zapatera; nuestra calidad y precios no son competitivos.

Entrarán productos de otros países y para nosotros exportar va a ser difícil... Dios nos proteja y a seguir luchando.

LM.- ¿Y del futuro del Club León, qué piensa?

AB.- Sólo te digo una cosa: la situación del club está como la situación de México...

Nos vuelven a interrumpir al abrir la puerta. Ha entrado Alfredo Costa, ex-compañero futbolista y amigo de Battaglia. Aprovecho para sugerirles les tomen una foto juntos.

"Nosotros jugábamos, desde Argentina, en el mismo equipo, el Vélez Sarsfeld, que es el mejor equipo. Claro, después de la selecciones mexicana y argentina", me narra Costa. Y sin dejar la palabra, cuenta anécdotas como éstas:

Su urgente nacionalización en 1953, porque solamente de esa manera podrían competir dentro de la selección. De la expectación que producía el equipo León en la cancha, "llenaba estadios"... De Carbajal, con quien jugaron varios partidos, y de la estima al doctor Castro Amézquita.


TANTO LOS PINCHAN


Y sobre el Mundial, inmediatamente Costa aclara: "lo mejor: la siquitibum, ¡qué impacto! Battaglia a su vez comenta que México hizo un extraordinario papel y añade: "El futbolista no debería hacer tanto ejercicio; ahora entrenan mañana y tarde como una corrida de toros; tanto los pinchan que a la hora del encuentro entran sin fuerza.

Mi última pregunta es: ¿Qué experimentaban cuando vieron al equipo de Argentina en la final?

AB.- Yo no quería ir; la verdad lo veía parado y por detrás con un espejo... eran unos nervios...

"A él le pasó lo que a mi -explica Costa. Estás ahí viendo y te empiezan los recuerdos: tu casa, padres, hermanos, amigos, el pedazo de terreno donde empezamos a jugar, a donde nacimos...tantas cosas..." Coincidieron en que aunque pasados los años queda el cariño, que también germinó en León, hacia el equipo que costó mucho esfuerzo.

El tiempo se acaba, me despido de don Antonio, quién me abrió su corazón y su mundo de recuerdos.

Gentilmente me acompaña a la salida de la fábrica, y al pasar por un ventanal observo a los obreros de la empresa que parecen hormigas produciendo con tenacidad y con fe como una familia.

Don Antonio tiene una familia en todos ellos al igual que con nosotros que conocemos de su esfuerzo, de su humildad ante Dios y su ejemplo.

5 Agosto/1986

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