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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Eduardo Sojo - México tiene que ser una historia de éxito

Actualizado: 2 nov 2020


Ha recorrido su vida en un constante buscar límites, desafiando el mundo de lo desconocido. Entregándose con cada universidad y con cada trabajo. Hoy Eduardo Sojo tiene aspecto de Doctor, aunque es Licenciado en Economía. Parece sencillo y lo es. Posee cara de maestro universitario y es lo que más le ha gustado desempeñar. Goza de una gran capacidad intelectual y ostenta dos de los puestos más importantes en este gobierno federal: Coordinador de Políticas Públicas de la Presidencia de la República y Coordinador de Crecimiento y Calidad. Goza su mejor momento político y exhibe tal naturalidad y ausencia de endiosamiento.


Sin embargo, ¿Por qué te pintan tan serio?

Eduardo Sojo se quita el saco, y ya en mangas de camisa, en un formal salón de la residencia oficial de Los Pinos, responde sin afectación:

Es difícil describirse uno mismo; yo te diría que soy una persona afortunada en la vida familiar, profesional y amistosa en general. He tenido muchísima suerte. Soy muy reflexivo y, cuando alguien me observa, en esos momentos de reflexión mi apariencia es de seriedad. Por eso tengo fama de serio. Además, tengo una gran influencia de mi educación jesuita. Y a un gran porcentaje de los que tuvimos la oportunidad de pasar por las manos de los jesuitas se nos quedó grabado ese llamado, y particularmente algo de lo que nos hacen tomar conciencia permanentemente: la hipoteca social que todos tenemos.


¿Te sigue llamando esa responsabilidad?


Yo entré a (la política) por ese llamado; estudié economía por eso. Al final de la preparatoria, las dos carreras que me llamaban la atención eran matemáticas y física, por la parte de Ingeniería en Sistemas o por la parte económica; y me pareció que mi realización a la vista de esa hipoteca social iba a ser más amplia si me decidía por el área económica. La verdad es que desde entonces mis decisiones estaban marcadas y así ha sido siempre. Uno se encuentra en la vida con disyuntivas: te vas por aquí o te vas por allá. Es la decisión de no pasarte en blanco la vida. Siempre predomina ese tipo de vocación entre quienes hemos tenido tanta suerte en la vida: la de poder corresponder con algo a la sociedad. Yo creo que me falta mucho; creo que podría hacer mucho más. El chiste es tener cada día la oportunidad de hacerlo…

Sus ojos claros y su barba bien recortada se acomodan al sonreír tranquilamente al continuar.

Ésa es la parte bonita del sector público. Siempre se dice que los salarios en el sector público no son competitivos con respecto al sector privado, para que de esa forma el gobierno tenga gente con mayor capacidad; yo no estoy de acuerdo con eso porque en el sector público existen retribuciones que no hay en el sector privado: se tiene la oportunidad de tomar decisiones que beneficien a otras personas, la oportunidad de facilitarle el trabajo a mucha gente; se ven las cosas de manera diferente. Obviamente deben de ser competitivos para que tengas personas capaces, pero no se puede comparar el sector público con el privado. Las motivaciones en cada caso son diferentes.


¿En qué área te sientes más realizado?


Donde me siento más realizado vitalmente es en el sector público y en el ámbito académico. Incluso probablemente más en el académico, me encanta dar clases.

Estuve en el Tecnológico de Monterrey como cuatro años, de tiempo completo. Desde que salí de la universidad me vine a México a trabajar; primero dando una clase en la Iberoamericana, luego en el Tec, después en el INEGI, en el centro de capacitación. Ya en México empecé a trabajar en el gobierno, en la Dirección General de Planeación Económica y Social; el director general era Carlos Salinas y quien me contrató fue Rogelio Montemayor, quien asimismo fue gobernador de Coahuila. En ese tiempo me encontré a mucha gente en esa dirección general: trabajaban allí Luis Donaldo Colosio, (Manuel) Camacho Solís y José Córdoba. Llegué junto con el gobernador actual de Tamaulipas; él y yo fuimos compañeros. Estuve allí dos o tres años; después la mayoría de la gente se fue a la campaña de Miguel de la Madrid y yo me fui a estudiar economía, a Pensilvania, las especialidades en Organización Industrial y Mercado de Capitales.


¿En qué condiciones te fuiste a los Estados Unidos?


Me fui casado y con una hija que tenía cuatro meses de edad; era una época dificilísima.

¿A qué se debió tu empeño en ir si las circunstancias eran adversas?

A que, como siempre pensé, si quería hacer una aportación real a mi país tenía que prepararme. Me encanta estudiar; yo nunca pensé que la licenciatura fuera suficiente, sino que tenía que ir más allá; aun en circunstancias terriblemente difíciles. Yo me fui un lunes, con un préstamo en dólares y el siguiente jueves se declaró una devaluación. Todo el mundo en ese momento nos decía “Regrésense; las cosas están muy difíciles”. Cuando el Banco de México me dio el préstamo, yo no pude firmar los pagarés porque me tenía que ir y mi esposa fue quien los firmó. Los avales fueron mi papá y uno de mis hermanos y, efectivamente, cuando vi los pagarés pensé: “¿Cómo le voy a hacer cuando regrese?” Yo vi gente que se había ido a estudiar con un préstamo y que había regresado con buenos resultados y confianza. Obviamente los dólares que llevábamos como préstamos se nos redujeron casi a la mitad. Tuvimos que vivir como estudiantes, muy modestamente, gastar unos ahorros que teníamos, vender el coche… Afortunadamente, después del primer año empecé a trabajar en la universidad. Me hicieron unos exámenes; el primer año estuve en un grupo de cuarenta personas y tú sabes que no hay lugar en la universidad para los cuarenta. No se trata de pasar, de sacar siete o sacar ocho, simplemente no hay lugar en la universidad. Sabía que diez o quince de los compañeros que veía cotidianamente no iban a poder seguir ahí después de los exámenes; sabía además que la gente de México estaba al tanto de que yo presentaría ese examen y estaba consciente de que si no lo pasaba me iba a regresar. Esa es una presión muy fuerte. A partir del primer año salí muy bien en los exámenes, entonces me ofrecieron trabajo en la universidad y empecé a trabajar con un premio Nobel de Economía con el cual, al paso del tiempo escribimos dos o tres artículos juntos.

A partir de ese momento se fueron componiendo las cosas, pues lo que se requiere es evidentemente la solidaridad familiar, porque mi esposa y yo vivíamos como estudiantes: teníamos una recámara que hacía las veces de sala de televisión, comedor y dormitorio. Allí dormía mi hija, Lourdes y yo dormíamos en un sofá cama.

Pareciera que, a este hombre tan natural y transparente, sus lazos familiares le aportan seguridad y una buena parte de sosiego para afrontar el intrincado mundo político en el que se ha metido.


¿Por qué te regresaste si tu situación iba mejorando?

Porque, aunque me ofrecieron oportunidades de quedarme en los Estados Unidos a trabajar, desde que me casé las decisiones ya no fueron individuales sino familiares. Queríamos tener otro hijo, pero que naciera en México; también teníamos ganas de estar más cerca de la familia. Por otro lado, aunque trabajar en los Estados Unidos es realmente interesante, yo nunca pensé que mi desarrollo profesional fuera en aquel país. Si hubiera querido hacerlo hubiera tomado la decisión de quedarme allá, pero lo que quería era regresar a México. Luego se anunció que el INEGI-donde estaba Rogelio Montemayor, quien originalmente me había contratado- se descentralizaría a Aguascalientes. Todo eso facilitó mi decisión porque llegaríamos a la Ciudad de México, pero de ahí nos íbamos a ir a Aguascalientes. Entonces llegué al INEGI como director de estadísticas de corto plazo en México; luego me tocó llevarme el Instituto a Aguascalientes con la responsabilidad de las encuestas de todo el país y con encuestadores en todo México, lo que administrativamente resultaba muy complicado. Viniendo de trabajar yo solo en una computadora, a manejar tanta gente, fue una gran experiencia. El INEGI fue una escuela para mí. Cuando se dio el cambio de gobierno llegó Carlos Arce; entonces me nombraron director técnico, más que el análisis de información, en el diseño de las encuestas. En Aguascalientes vivimos muy a gusto, hicimos muchos amigos, pero como somos de León, dijimos: “Vamos a buscar estar cerca de la familia”, pensando en volver a Guanajuato. Regresé al Tec de Monterrey, propiamente al programa Guanajuato Siglo XXI, pero al mismo tiempo daba una clase en licenciatura y otra de administración. Estuve ahí cuatro o cinco años.

En el Siglo XXI es donde los ojos del gobierno se fijan en ti y pasas al proyecto del gobierno del estado.

Una consideración anterior -sonríe-: en ese momento Cecilia, la hermana de Vicente (Fox), estaba a cargo de la Casa Cuna Amigo Daniel; entonces, tratando de organizar una reunión que nos permitiera traer gente experta a León, hice un proyecto que le propuse a Cecilia. Ella me dijo: “Déjame consultarlo con Vicente”. Con él no platicamos de la casa Cuna, pero la metodología le gustó para otro proyecto de tipo político. Él tenía la responsabilidad de armar la plataforma del PAN para la candidatura presidencial de 1994; hicimos varias cosas a nivel nacional. Luego él se retiró de la política y yo me regresé al Tec para terminar el programa Guanajuato Siglo XXI. Él se lanzó como candidato a gobernador y me habló para que le ayudara en la campaña; además, como le gustó mucho el programa Guanajuato Siglo XXI, cuando ganó me invitó a trabajar. Él realmente le deja a uno mucha libertad y tiene una gran facilidad para adoptar las innovaciones. Empezamos a tener una relación muy profesional. La primera vez que nos reunimos fue en el rancho San Cristóbal. Estábamos Martha (Sahagún), Ramón y yo, y ahí, desayunando, empezamos a trabajar este proyecto. Nos metimos los fines de semana en las giras al interior del país y al extranjero. Yo era el coordinador; básicamente tenía dos responsabilidades: el discurso y las encuestas. Para ese momento ya habíamos invitado a Luis Ernesto Derbez, que había sido mi maestro en el Tec y estaba en el banco mundial; él nos ayudó a hacer la plataforma de la campaña. Luego, en la transición, ambos nos encargamos de la parte económica.

Sojo es un profesional que, sonriente, se esfuerza por responder hasta lo más sencillo.

Vicente Fox, en aquel entonces, no tenía muchas posibilidades…

Vicente, aunque no pintaba a nivel nacional, es una persona con un liderazgo natural y con mucha pasión y valor, que es lo que se requiere, pues se trataba de cambiar un sistema que había permanecido durante setenta años y que muchos creían que iba a continuar. Además, como en aquel momento la situación económica se había corregido, se pensaba que la gente no iba a querer cambiar. Se decía: “¿Para qué cambiar? Mejor nos seguimos así, si ya vamos bien”.

Y ahora, como brazo derecho de Vicente, ¿cuáles son tus temores como economista?

El equivocarse en un diagnóstico en materia económica, lo cual es hoy mucho más factible que antes; las cosas cambian más rápido. Antes uno podía darse el lujo de dejar pasar las cosas, de analizar con mucha mayor calma porque el mundo cambiaba más lentamente. Hoy todo cambia velozmente y tienes que intervenir. En segundo lugar, tener la capacidad de responder, porque se me está dando la confianza de ser el comisionado de Crecimiento con Calidad, la oportunidad de coordinar el trabajo de gente como Pedro (Cerisola), Luis Ernesto (Derbez), Javier Usabiaga, Ernesto Márquez y Leticia Navarro, gente extremadamente brillante y capaz. Pero mi preocupación, básicamente, es estar atento para tomar decisiones en el momento apropiado y asegurar que vayamos en el mismo sentido, que no tomemos direcciones diferentes. Pero, como tú dices, de repente fallamos. Yo tengo bien claro que esto es temporal; no estoy aquí por ninguna aspiración política; entonces, si esto se acaba mañana porque así le conviene al Presidente, pues se acabó y a otra cosa; a la academia, a la investigación, al periodismo; a mí me encantaría escribir.

¿Cuál ha sido el sustento del proyecto político y económico de Vicente?

Yo creo que son dos cosas: em la parte política, su capacidad, su pluralidad y su habilidad de formar equipo. Había un grupo en que él participaba hace algún tiempo, llamado Alternativa Latinoamericana. En ese grupo participaban líderes de toda América Latina, la mayoría de ellos eran gente de izquierda estaban (Lula) Da Silva, de Brasil; (Fernando) De la Rúa, de Argentina; (Ricardo) Lagos, de Chile; de México Amalia García y Jorge Castañeda. Esa apertura mental le ayuda a escuchar, a captar ideas y tratar de integrarlas para armar un proyecto. Si tú me preguntaras de dónde vienen las ideas que se están instrumentando, te diría que la verdad es que vienen de muchos lados. Hay unas ideas que son universales, hay cosas que estamos haciendo y que haría cualquier gobierno responsable en cualquier lugar del mundo, pero que no todos las hacen. Hay ideas universales, como mantener las finanzas públicas sanas. La propuesta que presentamos al Congreso es la misma que puede proponerse en cualquier lugar del mundo, porque es lo que se debe hacer.


¿Y por qué tanta opinión, tanto manoseo?


Porque a nadie, en ningún lugar del mundo, le gusta pagar impuestos, por un lado y, por otro, hay mucha desconfianza por la forma en que el gobierno ha gastado los recursos de los ciudadanos. Si ves los casos de otros países, como Canadá, hay algunos que tienen un 18% de IVA, o Argentina, con un IVA del 21%... Entonces no es fácil vender la idea. Hay otra parte donde sí estamos tratando de innovar, por ejemplo, en los micro créditos, micro finanzas, el proyecto en México… la calidad de ingeniería en el gobierno, la parte de plantación desde las regiones; hay muchas innovaciones y gran parte de plantación desde las regiones; hay muchas innovaciones y gran parte de ellas las hemos visto en otros lugares del mundo, pero las hemos ido mexicanizando.

¿Hasta dónde llega tu participación? ¿Qué parte de los ingredientes pones tú en todo esto?

Por supuesto uno trata de aportar ideas, pero lo que busco más bien es aprovechar las ideas de los otros, porque en parte ésa es mi responsabilidad: armar el rompecabezas con las mejores ideas, como las de Ernesto Martens en materia de energía, que pueden congeniar con las de Francisco Gil en materia de finanzas públicas y con las de Derbez en materia de economía. Lo que yo hago es precisamente trabajar juntos para tener una misma visión, los mismos objetivos, las mismas estrategias, indicadores de cómo medir todo eso. Yo tengo que asegurarme de que todo lo que hagamos tenga congruencia, de que los indicadores vayan dando resultados y de mantener el equipo compacto para resolver conflictos. Muchas veces hay Secretarías que tienen diferentes opiniones sobre lo que hay que hacer en determinadas circunstancias. En ese proceso soy un facilitador, pero siempre trato de aportar lo que he visto y escuchado para que las decisiones sean mejores; mi trabajo es aprovechar la capacidad de los demás; ése es el reto como comisionado.

Eduardo: tu aportación en la reforma fiscal, ¿ha sido como experto o como profesional?

Bueno, desde la transición trabajé en esa reforma haciendo aportaciones en diferentes aspectos; y una vez integrada había que darle consistencia con respecto a todo el programa de gobierno y luego ayudar a venderla, que es la parte difícil. Si logramos ponernos las pilas los tres poderes: legislativo, judicial y ejecutivo, y los tres niveles de gobierno: municipal, estatal y federal, más la sociedad en su conjunto, yo creo que lograremos lo que sueña el Presidente: que México sea la próxima historia de éxito de nuestros tiempos. Hubo un tiempo que se habló de los “Tigres Asiáticos”, otro tiempo se habló de España e Irlanda; yo creo que podemos lograr que en los próximos años se hable de México.

¿Es tu visión de México, como especialista?

Sí, un México que sea la próxima historia de éxito en nuestros tiempos, donde se combinen dos cosas: que tengamos una economía muy competitiva pero también una sociedad más justa y más humana; una sociedad con menos contrastes.

¿Y cuál es tu compromiso como ser humano?

Primero, no perder de vista lo importante, que es muy fácil que uno lo pierda en puestos como éste. Lo importante es servir y entregarte a los demás, como decía una canción del grupo La Fauna que cantaban en el Instituto Lux: “El cristo no está en el cielo, no tiene honores, él grita por la garganta de los hombres,” No sé por qué, pero son frases que se me quedaron grabadas. Eso es lo importante: siempre estar en disposición de servir a los demás y no de servirse a uno mismo. Se puede perder piso… pero entonces uno debe darse cuenta de que es algo temporal, que eres simplemente alguien que está pasando por aquí y que está haciendo su mejor esfuerzo.

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