Eulalio Ferrer - El Quijotes se ve cada vez mas como un ser humano
Actualizado: 17 dic 2020
- ¡Gigantes (Molinos de viento)!
- ¡Maldita hechicería, signo del ardid! (Molinos y molinos de viento...).
- ¡Gigantes! sus brazos de acero ¿me quiebran la espina, me vuelven harina? Pero brilla divino San Telmo que rige e ilumina mi valor.
Adolorido molido caído perdido curtido yo sigo persigo intento: por la justicia en el mundo lucho, iracundo.
Miguel de Cervantes
En el año 1940, en el campo de concentración de Argeles-Sur-Mer, un pueblo de los Pirineos Orientales, derrotado por el franquismo, el joven capitán de 17 años Eulalio Ferrer, cambia su cajetilla de cigarros a un miliciano de Extremadura por una edición de El Quijote de 1902 de Calleja.
Durante 18 meses, esta obra de Cervantes acompaña a Eulalio Ferrer como su libro de cabecera en los campos de trabajo forzado a donde es destinado y donde lógicamente empieza a influir sobre su vida. Durmiendo sobre la arena de la playa tres meses sin más, lleno de piojos, de miserias. Y sus confortaciones, que no eran físicas, sino espirituales, brotan de la lectura del Quijote. Eulalio Ferrer, un hombre de acento español, pero con el corazón lleno de sentimientos mexicanos, que transforma las palabras en dulzura cautivadora y su trabajo en mecenazgos generosos como la donación de las obras de arte al Museo Iconográfico del Quijote y la realización del Coloquio Internacional Cervantino, en la capital del Estado de Guanajuato.
DOLOR Y LOCURA
Eulalio Ferrer, enormemente sencillo, pero sagaz en todo momento, con ojos de vagar enérgico, ojos que piensan para dentro cosas de fuera, sigue recordando tiempos difíciles en aquel campo de concentración: "La única lectura que tengo a mano es la del Quijote -me dice-, y además tengo como espectáculo el dolor y locura de los miles de españoles en la misma situación que yo. En el Quijote trato de ver a la gente que me rodea, el Sancho Panza, el Don Quijote, el Bachiller, etc., etc., porque el campo de concentración produce locura. Aquellos locos se metían al mar con una maleta en mano, creyendo que les estaba esperando un barco, y se ahogaban; aquellos locos se ponían a tocar el violín, y decían: "Mañana me vas a ver a la ópera de París”.
Todo eso me producía una asociación de ideas natural por el libro que estaba leyendo, fijación que con el tiempo se ha seguido robusteciendo, porque el Quijote cada vez se ve más cercano, se ve cada vez más como un ser humano. Yo huí de los campos de trabajos forzados, y estuve escondido en casa de una señora que me recogió en un pueblo cerca de Orleans. Cuando tuve que salir le dije que no tenía con qué pagarle, porque yo estaba completamente sin recursos de ninguna especie, maltrecho, con las manos agrietadas por los trabajos forzados que hacía en una zanja, y me las tenía que orinar para que se me curtieran"...
LM.- Don Eulalio, ¿no le hace daño hablar de esto?
EF.- No, me emociona mucho. Y dejando escapar lentamente el aire continúa: "Después de salir del campo de concentración, me reúno en París con mis padres y mis hermanas, y cuando los alemanes están a punto de entrar, nos vamos al puerto de Burdeos, donde abordamos un barco que nos va a llevar a Santo Domingo.
Ahí un dictador que se llamaba Trujillo y que estaba convencido del triunfo de Hitler en la guerra, no nos deja descender porque éramos antinazistas, y entonces nos llevan a la Isla del Diablo, que es la Guayana francesa"... (Ferrer hace una significativa pausa, y me cuenta la odisea completa, la cual termina con la intervención de las autoridades mexicanas, logrando entrar a México por Coatzacoalcos, en el estado de Veracruz).
Eulalio Ferrer es el hijo de una familia de Santander, de un padre tipógrafo, gran amante de la cultura y experto en el idioma español por razones de oficio. "Ese padre me enseña a mí dos cosas fundamentales:
La honradez y el amor a la libertad. Que apliqué siempre en mi vida. Con los años, dirijo una revista y colaboro en El Universal, y en el 47 se inicia mi carrera publicitaria en una firma de licores mexicanos. Luego fundo una agencia de publicidad que crea un programa que fue famoso en todo el país. Así es mi tierra.
-Las líneas rectas de su boca se mueven con énfasis-. Entonces recorremos el Bajío y llegamos a Guanajuato, que me produce un deslumbramiento enorme. Hago esa iniciación en la vida sentimental de Guanajuato, que me parece una ciudad de España, y me convierto en amigo y protector de un tipo que hubo aquí que se llamó Mustafá. Para finales del 60, empiezo a adquirir piezas y hacer encargos a pintores españoles y mexicanos sobre El Quijote, con la idea de donarlas a México, como un testimonio de gratitud de todos los españoles por su hospitalidad. Pienso en cuatro lugares: uno es la ciudad de México; otro es Oaxaca, la tierra donde yo viví mis primeros meses de vida en México; otro es Guadalajara, porque es una ciudad a la que yo quiero mucho; y finalmente me decido por Guanajuato, porque es el sentimiento que más me domina en mi interior, y El Quijote viene a Guanajuato.
DON QUIJOTE DE LA ESPERANZA
Considerado entre los cuatro publicistas más importantes del mundo, Eulalio Ferrer es una hazaña notable como empresa mexicana. "Lo que mantuvo mi voluntad de seguir la línea que se trazó en un momento de mi vida fue la esperanza -remarca con su mano derecha-. Yo a Don Quijote no lo llamo Don Quijote de la Mancha, lo llamo Don Quijote de la Esperanza. Yo soy un hombre de una gran voluntad. La voluntad alienta a la disciplina, y la disciplina lo ayuda a uno a cumplir determinados proyectos en la vida.
La publicidad no era mi vocación, porque era un medio para obtener satisfactores. Eso me obligó a estudiarla y lo hice rigurosamente.
Creo que aprendí bien el oficio, y le dediqué gran parte de mi vida. Ahora vivo el tiempo a hacer lo que yo quería, el tiempo de mi recreo personal. Soy autor de 17 libros. Puedo decir que lo que se llama un ser realizado, no en los fines materiales, que no me quejo de ellos, sino en los espirituales".
UNA PATRIA DE DOS PAÍSES
"A Eulalio Ferrer por sus actividades de promoción artística, el Rey de España acaba de concederle la Gran Cruz del Mérito Civil, y en Santander, su tierra, le acaban de declarar hijo predilecto de Cantabria.
"Yo tengo un privilegio que no tiene mucha gente, que es tener una patria de dos países: El país que me hizo, que es España, y el país en que ya me hice, que es México. Una patria común en dos países.
LM.- ¿Y qué fenómeno sucede. Cuando uno de ellos lo hace sufrir?
EF.- Exactamente, el fenómeno de la nostalgia, que es una forma
de querer estar donde no se está …
Cuando se llega a un país tan joven, como es mi caso, se van absorbiendo los jugos de las tierras a donde uno se trasplanta. Como los frutos de la tierra, así yo he ido succionando los jugos de la vida mexicana al trasplantarme a México, y me han dado esa identificación que yo considero natural, de sentirme hombre de una patria con dos países... -sin pensarlo mucho agrega: "México es el pulso de mi vida. No podría vivir sin él”.
LM.- Don Eulalio, ¿Cuál es la conclusión a que se llega después de una vida como la que usted me ha narrado?
EF.- Llega uno a lo que yo llamo la zona de serenidad, que es en la que creo encontrarme ahora, no por un proceso biológico, sino por un proceso de sedimentación espiritual.
Yo me siento como si hubiera vivido, hubiera desaparecido, y me hubiera devuelto otra vez a la vida para saber lo buena que es. Todo lo gozo con una intensidad enorme, minuto a minuto -este refresco, el hablar con usted.
Como Cervantes, Eulalio Ferrer ha vivido en carne propia la justicia y la injusticia. Penetrando y mezclándose al mundo. Cumpliendo su hazaña como todo un Quijote.
13 Noviembre/1988
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