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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Carlos Fuentes - El tiempo, hecho central de la escritura

Actualizado: 20 ene 2021


Agua Quemada, Cristóbal Nonato, Los Presente, La Región más transparente, Las buenas conciencias, Aurea, La Muerte de Artemio Cruz, Cantar de Ciegos, Zona Sagrada, Cambio de piel, La revolución de mayo, La nueva novela hispanoamericana, Casa con dos puertas, Todos los gatos son. pardos, El tuerto es rey, Cervantes y la crítica de la lectura, Terra Nostra, La cabeza de la hidra, Constancia y otras novelas para vírgenes...

Carlos Fuentes es sin duda el mejor novelista que ha habido en México, y también el más prolífico; los miles de páginas que integran su obra continúan de alguna manera las de Martín Luis Guzmán, Juan Rulfo y otros narradores de la época de la Revolución Mexicana, y en ese sentido podría decirse que Fuentes es el novelista de la posrevolución.

En el momento de pisar la casa de la familia Fuentes en San Gerónimo, el sol se retiraba lánguidamente dejando solo luz suficiente para captar el color de los metros, de las macetas. Que miden los pasos y del jardín que distrae al visitante mientras es observado tras los enormes vidrios que encierran la espaciosa sala de líneas rectas, decorada con elegancia. Las pocas obras modernas de gran tamaño, los sillones de tapices blancos, así como la alfombra, hacen el ambiente interior más amplio. Una mesa baja es el centro de color; la cómoda y las figuras orientales parecen estar en su exacto lugar; dos lámparas laterales dan una iluminación tenue al ambiente acogedor y sobrio.


Carlos Fuentes con el rostro impasible que denota concentración, inteligencia analítica, vestido con jeans, sweater obscuro, liso sobre camisa blanca y zapatos cafés sports, se acomoda sin formalismos para empezar esta interesante plática.

- Señor Fuentes, en su novela “Las Buenas Conciencias” describe tan bien la ciudad de Guanajuato y las características culturales de sus habitantes, que la historia que usted nos cuenta pudo ser basada en la realidad.

Dígame, ¿Cómo conoce tan bien el ambiente de Guanajuato?

¿Quién es el alter ego de Jaime Ceballos, el personaje central?

- Ceballos es un personaje de ficción, no tiene correspondencia real. - Responde con palabra exactas y comedidas - Aunque nadie es una creación literaria totalmente; ahorita hay un señor que se llama así, pero yo no lo conocía cuando escribí la novela.

Yo creo que la función principal del novelista es imaginar. Si ejerce la imaginación acaba acertando en el reflejo de realidad, o lo que es mejor creando una realidad nueva que acaba por imponerse a la realidad antigua. Yo no he vivido en Guanajuato. Lo he visitado muchas veces, me gustaría muchísimo y conozco muchos guanajuatenses, y como lo digo en la novela, sentí que Guanajuato era una especie de esencia, de cogollo del país, De ahí viene la independencia, ahí se forja una serie de talentos políticos específicamente mexicanos, una capacidad para entender la realidad política del país. Yo me dije: “Si mi idea de la vida social mexicana de esa época es correcta, tiene que ser cierta para Guanajuato, quizá venga de Guanajuato”. Y así fue, pues qué bueno.

AL BORDE DEL PRECIPICIO

Abogado, miembro del Colegio Nacional, exembajador de México en Francia, profesor de la Universidad de Cambridge en Estados Unidos, colaborador de Los Angeles Times y News Week, Excelsior y La Jornada, así como de algunos periódicos europeos. Premios. Reconocimientos...

¿Toma usted su éxito en serio?

- No, qué va. ¿No me ve? (Ríe abiertamente).

- ¿Se ríe del éxito o de la vida?

-No, no me río de la vida, ésta la tomo en serio. Y por eso no tomo muy en serio el éxito…

- Pero sus novelas, sus cuentos, sus guiones cinematográficos, sus ensayos constituyen una experiencia que le ha madurado el conocimiento y lo ha llevado al éxito que arriesga cada vez que usted vuelve a trabajar. ¿No?

- Bueno, tiene que llevar un riesgo, porque si yo estuviera seguro de lo que estoy haciendo, dejaría de hacerlo. Si no siento que estoy al borde de un precipicio cuando estoy escribiendo, no escribo. Si yo sé lo que voy a hacer y casi es un producto en serie, industrializado, pues no lo haría. Por eso a veces me parto la crisma y fracaso horriblemente, porque pego un salto en el aire como un maromero y me caigo y casi me mato, pero si logro caer en la otra orilla, entonces digo qué bueno y respiro y valió la pena el salto porque el riesgo es el que mantiene vivo a la persona artística. Y el riesgo es constante porque yo trabajo todos los días.

Todos los días estoy asumiendo riesgos al filo de la página, que es un precipicio.

- ¿Y eso es ya una necesidad?

- Se convierte en una necesidad.

Es como la mesa de una ruleta para un jugador

LENGUAJE Y TIEMPO

En la película Gringo Viejo hay momentos profundos que revelan su inquietud por aportar algo al diario vivir. Hay una escena en la que el escritor Ambrose Bierce habla del paso del tiempo.

Específicamente, ¿Qué es para usted el tiempo?

Fuentes deja pasar unos segundos; la luz que destaca su perfil hace deducir su análisis: “El tiempo es la medida de la duración, pero también es la conciencia de una pugna entre lo que se llama pasado y lo que se llama futuro. Yo prefiero colocarme en el presente y darle los nombres de memoria al pasado y deseo al futuro. Y ello me permite darme cuenta de que solo hay tiempo en el presente, porque solo en el presente puedo recordar y puedo desear. Y como en el sueño, mejor que en ninguna otra parte, se expresa y se realiza el deseo, y el tiempo para ese sueño. Antonio Machado definió al hombre como un animal que mide su tiempo. Los animales no tienen tiempo. Y como yo creo y sé que sólo los seres humanos soñamos. Yo equiparo el tiempo al sueño.

Entonces el tiempo es el nombre de mi deseo y es el nombre de mi sueño, pero también es el nombre de mi memoria, y me permite darme cuenta que si bien mi futuro es inacabado porque un día voy a morir mi pasado no está terminado si yo no acabo de imaginarlo y pensarlo, de manera que también hacia el pasado se corre el riesgo de la muerte. En esa tensión entre el pasado y el futuro se escribe.

Para mí el tiempo es el hecho central de la escritura, junto con el lenguaje. Lenguaje y tiempo para mí dan novela, dan literatura…

- ¿Cree que el proceso de asimilación de nosotros mismos, de nuestra vida, de nuestra historia, puede llegar a terminarse?

- Yo creo que es un proceso perpetuo, porque la historia se está viviendo todo el tiempo.

¡Pobre del país que crea haber asimilado su historia! Los Estados Unidos creen haberlo hecho, pero es nada más la historia blanca. Les falta asimilar la historia negra, la historia hispánica y la historia india. Les falta mucho por caminar.

Nosotros vamos mucho más adelantados en ese sentido.

Nosotros estamos preocupados por el pasado indio, por el pasado mestizo, por el pasado español. Todo lo conocemos.

¡Pero ellos vaya sorpresa que se van a llevar!...

- Usted puede exponer esta crítica en las universidades. ¿Qué representa para usted el contacto con la juventud?

- A través de la cátedra, “en mi avanzada edad” es el único contacto decente que puedo tener con los jóvenes.

- ¿Qué es avanzada edad para Carlos Fuentes?

-(Ríe) Ay, Ay, Ay, ¡Que cumplí los 60 años!

- ¿Y desde cuando la literatura se apoderó de su imaginación?

-Yo escribo desde los siete años, muy chiquito.

- ¿Tiene usted todavía sus primeros escritos?

- Si, cómo no.

- ¿Qué tan buenos son?

- ¡Son horribles!

- ¿Cómo fue Carlos Fuentes en su juventud?

- Yo era muy parrandero, muy desbalagado. Amigo de meterme en muchos líos. Perdía mucho tiempo. Me mantuvo a flote mi amor por la literatura. Tuve que disciplinarme a mí mismo muchas veces. Por eso me fui a Europa a los veinte años, y entré a la Universidad de Ginebra. Así que a los veinticuatro años publiqué mi primer libro. A los veintiocho publiqué “La región más transparente”. Pero yo de joven me encantaba bailar, yo bailaba el mambo todas las noches (ríe al recordar). Bailé el danzón con mi esposa el otro día en la plaza de Veracruz. El danzón si me sale bien, y la samba, cosas de mi época. No así el rock and roll…

- ¿No cree usted que esa disciplina que se impuso actuó en su personalidad produciendo un cambio de piel (título de sus novelas), si no que logró entrar hasta el fondo de lo que usted siente, de manera que la forma de cada una de sus novelas estaría determinada por esa circunstancia?

- Mire usted, si no tiene un secreto o alguna fórmula para escribir, pues podría resueltamente mecánico. Tiene que haber una especie de azar, de suerte, de misterio… lo que hace verdaderamente excitante este trabajo es lo que está previsto.

Cervantes quiso hacer una parodia de las novelas de caballería, pero Don Quijote es mil veces mejor que lo que se propuso. Ese más es lo que se hace interesante y eso no se puede tocar siquiera. Es intangible.

- ¿Piensa usted que se puede llegar a la perfección en el arte de combinar la palabra?

- No creo que se pueda llegar, y yo no quiero llegar a la perfección. La perfección aniquila. Es como una lápida, como un sepulcro. Lo que mantiene vivo a un escritor es saber que siempre habrá un divorcio, una separación mínima entre una palabra y las cosas.

- Y en esa separación hay que ejercer la autocrítica. ¿Es usted un buen crítico de su propia obra?

- Trato de serlo, pero nunca se es tan buen crítico de sí mismo como de los demás. Yo puedo criticar mejor una novela de Marcel Proust que una mía. (Reímos)

CAER EN UN GORILATO

Carlos Fuentes sigue atento a la conversación, consciente de su tiempo. Se ve a veces autoritario, cuando hace arrugar su frente de tez tostada; sólo sus ojos quedan velados detrás de sus lentes de aro obscuro mientras habla de sobre su experiencia como embajador en Francia: "Es un país maravilloso, y ser embajador permite acceso a muchos eventos sociales, a muchas personalidades. También me gustaba desarrollar la labor política en favor del país, pero la parte burocrática no la soportaba, y por eso no aceptaría nunca de nuevo un puesto público. Yo no sirvo para eso, la burocracia me enerva, me saca de quicio, me parece una pérdida de tiempo, mata la imaginación. Esa es la parte negativa.

- ¿Sigue usted cultivando su relación con el Licenciado Echeverría? ¿Cómo lo considera usted?

No nos hemos visto últimamente, pero Echeverría es un gran amigo mío. Yo creo que le tocó un momento muy difícil dentro de la política mexicana, porque fue sucesor de Díaz Ordaz. Después del 68, de la matanza en Tlatelolco, pensábamos que México podía caer en un gorilato, en un régimen de generales, de torturas, de represión. Es lo que veíamos en Argentina, en Uruguay, en Brasil y poco después en Chile. Echeverría intentó soluciones políticas a los problemas de México, y de hecho siento que gracias a eso ha habido una evolución política en el país, que ha conducido a la creación de un ambiente de democracia pluripartidista.

Ahora vivimos en un país tripartidista, ya no de partido o poder único, como ocurría en el pasado. Si se hubiera roto la continuidad institucional del país a través de una dictadura, pues no estaríamos en esto, estaríamos contando muchos más muertos que en 1968. Sus decisiones pudieron haber sido acertadas, o desacertadas, pero el ánimo estaba ahí.

- Una última pregunta, señor Fuentes, ¿Cómo ve usted la religión católica que trata tan explícitamente en Las Buenas Conciencias?

La religión católica es un elemento muy importante de nuestra cultura. Yo soy parte de una cultura católica, mas no la practico. En América Latina hasta los comunistas son católicos, en el sentido de pertenecer a uno de los dos hechos más arraigados que tenemos: la lengua española y la religión católica, con la cual vivimos incluso en oposición. Yo era muy amigo de Luis Buñuel y recuerdo su famosa frase: Gracias a Dios soy Ateo. Lezama Lima es quien mejor lo ha expresado en términos literarios. Porque siendo católico y al mismo tiempo pagano, un hombre de moral tradicional, pero al mismo tiempo homosexual, tenía que encontrar una serie de tensiones tremendas en el hecho del catolicismo como oferta de valores, no simplemente como enseñanza de virtudes.

Lezama iba más allá para entender el catolicismo como una totalidad cultural, como una totalidad de valores.

- Y dice Confucio: Porque solamente busca el que ya encontró, que es el que se interesa. Si estás buscando tu Tao, es que ya lo encontraste. Eso ya da un sentido a tu vida; el estar buscando te da honestidad, te da orientación, te da congruencia. Ya eres un ser noble.

- Y Pascal le hace decir a Cristo ante un seguidor: "Si no me hubieras encontrado no me seguirías buscando".


10 DICIEMBRE 1989

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