Luis Garcia Guerrero - Hay flores que se abren nada más en la noche
Actualizado: 3 ene 2021
EI guanajuatense Luis Garcia Guerrero estudió la carrera de leyes en el Colegio del Estado, la cual ejerció durante un tiempo.
Sus jefes le concedían libertades para ejercer lateralmente su verdadera vocación, la artística.
Pronto pudo vender una de sus obras en una cantidad mayor que su sueldo mensual y se olvidó de la leyes. "A los ocho días renuncié" dice dando un suspiro de alivio. Eso ocurrió hacia 1950, y desde entonces García Guerrero ha sabido cultivar con éxito económico, social y ante la crítica especializada nacional e internacional, su carrera pictórica.
LA DIVINA GARZA
Es en el café, en la mesa de la esquina, donde transcurre este mediodía mientras el maestro Luis García fuma un cigarrillo tras otro frente a una taza de café. Su agradable conversación fluye sin prisa: “Como Guanajuato viene siendo la casa de uno, entonces los papás, las tías y todo decían que yo era un genio y puras mentiras”.
“Lo peor es el ojo familiar. Los de aquí, Armando Olivares (Gran Amigo) y los que más o menos contaban, decían que era una Divina Garza. Y me fui a la ciudad de México creyendo que en dos o tres días lo iba a conquistar todo. Afortunadamente se me bajaron todos los humos posibles. Y entré a la Esmeralda. Estudié otra temporada en el Instituto Politécnico Nacional y en San Carlos. Después tuve la suerte de conocer a algunos pintores importantes que me permitieron verlos trabajar y me aceptaron como amigo y discípulo.
LM.- Maestro, al ver su pintura en retrospectiva, se da uno cuenta de que usted ha pasado por el figurativismo, ha pasado por el abstraccionismo y llegó al surrealismo.
GC. - Mas bien era una especie de arte fantástico, alguna cosa que hice, pero sin proponérmelo, sin llegar a ser yo surrealista.
LM.- Pero no le podemos llamar torpeza a su naturaleza muerta, que es algo más que la simple trasposición de la realidad a la tela.
GG.- Bueno, eso sí. Yo trato de que sea más pintura que el objeto que está representando. Ello me ha costado un trabajo enorme-lo dice con la modestia y sencillez que le caracterizan-. "Mi forma de pintar es minuciosa. Aunque en un principio se me antojaba echar brochazos. Pero ya ni modo, uno trae la manera de matar pulgas.
Sino pintando con todo cuidado, pero más libre y con la recuperación del color. Yo gozo mucho mi trabajo, y ese gozo no me lo paga nadie, no tiene precio. Yo no hago mi pintura con el propósito de ganar dinero (desgraciadamente tiene uno que vivir de algo). Para mí, la pintura es una aventura tan personal, que tiene su gratificación en sí misma. Pero todavía no me la creo mucho que lo que estoy haciendo tenga un gran valor. Porque el día que "llegue" ¿Qué más hago? Se da uno un tiro y ya. Uno no pinta para si mismo. Uno quiere que su obra la vean otras gentes, porque si no, se encerraría uno en un cuarto y qué caso tiene. Primero se hacen las cosas para uno mismo, pero después las mostramos a los demás para ver qué tal quedó". Y con una sonrisa en su cara agrega:
"En mi caso, mi cocinera es la primera que ve mis cuadros.
Siempre se los enseño. Ella es completamente silvestre. Y si me dice: "Es que a éste como que le falta". O si de plano me dice: "No le salió, ¡Le hago caso” (Realmente me hace reír)!
FOLKLORE MEXICANO
LM.- ¿A cuál de los pintores mexicanos admira usted más?
GG.- Uno de los que más me gustan es Francisco Toledo. Pero yo no puedo acercarme a su mundo. Su mundo es auténtico, pero es el de un indígena zapoteco y si yo pretendiera ser un indígena zapoteco estaría mintiendo.
Ahora, mexicanos ya lo somos.
Pero el que se propone serlo, es como si se pusiera un chaleco. Y entonces se vuelve folklore, y resulta un objeto de consumo para los turistas. Yo quiero mucho a mi país, con todos sus vaivenes.
Para mí la gente del pueblo es adorable. La provincia todavía tiene una gentileza, una docencia, la cortesía, cierta finura de maneras de las que somos inconscientes -Suspira, y sin querer, sus ojos revelan sentimientos profundos que avalan sus palabras.
Y que me hacen cuestionarle ¿Qué le retiene en la ciudad de México?
"La salud quebrantada. En el Instituto de Nutrición ya me conocen muy bien,
Y con un telefonazo me sacan de apuros. Todos llegamos alguna vez al taller de reparación. Y luego no le digo a usted que la ciudad de México no me haya dado nada. Pero hay un momento en que soy como los pescados que tienen que salir a respirar.
Entonces me vengo a dar mi baño de aire puro, provinciano".
PINTAR JUSTIFICA MI PRESENCIA EN ESTE MUNDO
LM.- Maestro, ¿le puedo preguntar por qué nunca formó una familia?
GG.- Porque, como dicen en el pueblo, afortunadamente nunca me cayó. Porque cuando a uno le cae, ya no se puede zafar. Se ve uno tan involucrado en aquello, que hasta hay delito que se llama abandono de persona. Pero mi soledad ha redundado en beneficio de mi libertad. La libertad para mí no es el desvelarme tres días ni nada de eso, sino hacer uno lo que se le pega la gana. Y lo que se me pega la gana es pintar, conocer personas, tratar amigos, amigas, etc. Pero el panorama cambia cuando se va llegando al final.
-Y con la sinceridad que transpira, agrega: "Si no pintara no tendría razón de estar aquí, ni en esta vida ni en el pueblo, ni en ninguna parte, precisamente por esa ausencia de familia; pintar justifica mi presencia en este mundo.
Porque estar nada más rascándome la barriga, pues tampoco.
Siempre tenemos todos un algo que hacer en este mundo. -Silencio-"
Si volviera a nacer, me gustaría ser otra vez Luis García Guerrero y hacer lo mismo. Que me dijeran: "Aquí interrumpiste. Síguele". Hasta ahora no me quejo con lo que me ha tocado. Me considero favorecido. Mire usted, vivo de lo que me gusta; lo que me gusta lo gozo; mi trabajo lo amo, lo quiero; tengo la fortuna de conocer personas maravillosas; tengo la suerte de que algunas gentes piensen que mi pintura es muy buena; ¿Qué la salud se va acabando? No le doy tanta importancia.
¿Qué más quiero? ¿Qué más puedo pedirle a la vida? Realmente estoy colmado de felicidad.
-Y con su forma positiva de ver la vida, continúa: "No digo que mi camino es de rosas, pero como no voy para santo, entonces no creo en el camino de espinas.
¡Es que es tan breve la vida, y tan maravillosa!
Enfocando cosas que parecen tan comunes, tan pequeñas, que pasan desapercibidas, y, sin embargo, hay dentro de ellas un universo. - Yo me podría pasar viendo una flor todo el día. Hay flores que se abren nada más en la noche, cuando nadie las ve, cuando ya apagamos la luz, cuando acabamos de "ver nuestra telenovela".
Entonces ocurre aquella maravilla que es todo un acontecimiento.
Verla es mejor que todos nuestros quehaceres diarios. Espectáculo que no cuesta ni medio centavo.
Y el café se alargó, pintando con pequeñas pinceladas una vida cuyo corazón no tiene edad.
3 Enero/1988
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