Olga Costa - He tenido mucha suerte en todo, empezando por mi marido
Actualizado: 8 ene 2021
Sobre una mesa están sólo las formas que en la textura de la tela, sostenida por un firme caballete, empiezan a tomar color. Color trasmitido con sentimiento y belleza. En una forma de autoexpresión, en una búsqueda constante que madura con los años.
Olga Costa es alemana por nacimiento, mexicana por adopción y pintora por vocación.
Olga Kostakowsky nació en Leipzig, Alemania, donde la guerra hace que su padre decida emigrar con su esposa y sus dos hijas en 1925, a México:
"Mi mamá puso el grito en el cielo: ¿Dónde es eso? A mis doce años me pareció que de Berlín al puerto de Veracruz había un cambio total. Y los primeros años en México nos fue bastante mal, porque imagínese, mi papá era violinista... El ya murió, pero mi mamá vive todavía en Cuernavaca.
No quiero decir su edad, pero debe tener 95 años".
Vestida en negro, con un ligero sacón de figuras en blanco, lleva su pelo plateado recogido sin mayor formalidad. Sus ojos claros simplemente miran con suavidad, al continuar su explicación ahora sobre su apellido: "Yo lo corté a la mitad porque nadie podía pronunciarlo, sobre todo escribirlo. Los compañeros de colegio siempre me llamaban Kosta, el resto lo dejaban fuera. Ahora cada vez· que me preguntan que de dónde soy, les contesto que soy mexicana. Y si me dicen que mi tipo no es de aquí, les contesto: "Bueno, pues lo siento mucho".
Olga sonríe fácilmente recordando momentos de su vida... "A mis veintidós años, estando de
acuerdo con mi papá, me casé, pero mi mamá estaba bastante horrorizada, porque para ella los mexicanos eran una cosa muy rara... Al final me salí con la mía", me dice en cortas respuestas.
EL ÁNGEL BLANCO DE LA PINTURA
LM.- Señora, a usted le han llamado El Ángel Blanco de la Pintura Mexicana...
OC.- Sí, fue una frase de Carlos Mérida, y yo creo que es una frase graciosa. Lo de blanca, ni remedio; pero lo de ángel eso sí es algo para ponerse en duda. Soy bastante peleonera. Pregúntele a mi marido. No se crea. Pero soy de las personas que pegan un grito y al rato ya se me olvidó.
LM.- Platíqueme, ¿empezó usted a sentirse pintora desde sus primeras pinturas en Veracruz? OC.- Yo tardé mucho en sentirme pintora. Fue hasta que gentes muy importantes me pidieron exposiciones y escribieron sobre mí. Y yo me sentí comprometida. En realidad Inés Amor me dio un empujón. Me invitó a exponer en forma individual en su galería que tenía y sigue teniendo mucho prestigio. Fue mi primera exposición importante y allí empecé a vender. A integrarme a la pintura mexicana igual que me integré a la vida de México; a salir al campo a conocer el paisaje de México. A mí el país me gustaba mucho.
LM.- ¿Ahora ya no le parece hermoso?
OC.- Ahora le tengo muchas críticas. Lo están echando a perder. Lo están talando. Están haciendo horrores, construyendo en todas partes. Nosotros, por ejemplo, somos prófugos del D.F. y creo que nos vinimos a tiempo.
UNA PINTORA IMPRESIONISTA
LM.- Generalmente el paisaje pictórico se ve en la lejanía. Sus paisajes en cambio están muy cerca, cada vez más cerca. ¿A qué se debe?
OC.-A que a mí me fascinan los acercamientos, los detalles. Entonces observo de muy cerca el paisaje que estoy pintando. Antes para recoger el paisaje salía al campo. Era un trabajo heroico.
Las telas volaban como velas. Y el sol era insoportable. Ahora mis modelos son mi jardín, las flores, las frutas y mis gatos, que tengo que mirarlos a hurtadillas, porque sienten cuando los miro y entonces se levantan y se van. Pero también trabajo mucho sobre mis recuerdos de lo que veo y me gusta...
Enmarcada la luz azul clara en un pequeño vitral, el mediodía transcurre envolviéndose en la conversación.
LM.- ¿Cómo empieza su proceso creativo?
OC.- Empieza sólo, sin que yo lo provoque. Por ejemplo, muchas veces me ha pasado que trabajando en el jardín de pronto cierta parte despierta mi interés. Observo aquel objeto durante bastante tiempo y luego lo pinto. Pero no del natural, sino de la impresión que tengo en mi mente. Y así me sale mejor. Le puedo decir que yo pinto de espaldas al modelo. Volteo a verlo nada más a ratos · Y como reflexionando para ella misma, agrega: "A veces sé cómo logré un efecto. Pero a veces no.
Me ha pasado que olvido lo que pinto con mucha intensidad. Y cuando vuelvo a verlo no recuerdo cuándo lo hice. Yo creo que es una consecuencia de cómo se mete uno en el proceso de la pintura. Es muy curioso... La pintura es una forma de autoexpresión muy buena. Yo me expreso mejor con la pintura que con palabras, y me siento muy bien después de haber pintado".
LM.- ¿El interés que ha despertado su pintura en México y en el extranjero le hace sentirse completa como artista?
OC.-Pues sí. Si alguien me identifica como pintora Olga Costa, está bien. Porque luego aquí dicen: "La señora Chávez Morado... " No se pueden imaginar que una señora tenga un oficio propio, una personalidad propia, pero ya ve usted cómo están las cosas. Fíjese, cuando llegué a Guanajuato, trabajaba yo tanto, que casi no veía gente.
Nunca iba al café ni a nada. Muchas veces le preguntaban a mi esposo que si yo también vivía
aquí en Guanajuato, porque nunca me veían.
En realidad mi contacto con Guanajuato está en el Museo de la Alhóndiga, en las colecciones que he donado.
UNA MUJER SINCERA
LM.- Señora Olga, ¿cree usted que la falta de hijos la ha motivado ha pintar?
OC.- No...Esa circunstancia me ha dado tiempo para pintar, pero no me ha motivado a hacerlo. Yo creo que está fallido mi instinto maternal; porque nunca me han hecho falta los hijos. No sé que haría con hijos. No me puedo imaginar de mamá, imposible. Aunque con mi marido la he tenido
que hacer de todo: de mamá, de esposa, de amante. Yo soy la que lo regaña, la que se pelea, la que discute, la que lo apapacha, la que puede hablar con él de pintura, de literatura, de miles de cosas. Yo no me puedo imaginar viviendo con un comerciante que no entiende nada de pintura. Yo pienso que todo mi instinto maternal lo recibió José. Y lo merecía, porque él en realidad no tuvo mamá, pues se le murió cuando tenía solo ocho años.
LM.- Es usted sincera...
OC.- A mí no me daría ningún gusto aparentar una cosa y ser otra. "Tienes que usar la diplomacia.
Le dices cada cosa a la gente en su cara, que no sé cómo sobrevives", me dice José.
La pintora, a la que le atraía desarrollarse como bailarina o bióloga, se va revelando a pinceladas
durante esta entrevista.
NUESTROS PRIMOS DEL NORTE
LM.- En los años 50s hubo una campaña en contra de la pintura mexicana. ¿De qué manera le afectó a usted?
OC.- Yo seguí pintando como yo quería, aunque muchas gentes me querían cerrar las puertas. Yo les dije: "Ciérrenmelas. Tengo otras". Me querían ningunear y ahora son ellos los que están en el olvido. Ya nadie se acuerda quién hizo las tremendas campañas en contra de la pintura mexicana. En realidad, fue una cosa política. Que un país latinoamericano tenga un carácter propio y una expresión propia, es un inconveniente para nuestros primos del norte, porque ellos quieren dominar toda Latinoamérica. Esto se nota a leguas. Cuando empezaron a llevar nuestras exposiciones a Europa, se fueron de espaldas. Por la calidad que tenían, y eso no les cayó bien.
Aquella fue una guerra, verdaderamente, con la espada desenvainada, que nos declararon unos infelices que crecieron a la sombra de la pintura mexicana.
LM.- ¿Usted comparte las ideas políticas de su esposo?
OC.- Sí, no todas, pero sí muchas.
Yo le digo a José que las cosas caen por su propio peso. Es totalmente inútil querer convencer a una gente. Se tienen que dar cuenta ellos por sí mismos.
SOY ALUMNA DE MI MARIDO
LM.- ¿Ha influido en usted la pintura de su esposo?
OC.- No. El pinta muy distinto y tiene una manera muy diferente de ver las cosas. Pero por otra parte, yo siempre le pregunto su opinión sobre mi trabajo, y él me da sus consejos. De manera que puedo decir que soy alumna de mi marido, porque en realidad los únicos consejos buenos que he recibido me los ha dado él.
LM.- ¿Y puede combinar el arte de ser pintora y el de ser esposa?
OC.- Sí, siempre que no tenga que cocinar... responde riendo.
LM.- ¿Qué significa el paso de los años en un artista?
OC.- Que va madurando, que sabe uno un poco más. Aunque yo creo que la pintura nunca se aprende totalmente. Ahora me siento más artista que hace algunos años, pero nunca estoy contenta.
Siempre estoy pensando en el siguiente cuadro. A veces he tenido cambios muy violentos y
bruscos porque yo me aburría a mí misma.
LM.- ¿Ha tenido suerte en su vida?
OC.- Empezando por mi marido.
He tenido buena suerte también en la pintura. Yo creo que he tenido mucha suerte en todo...
Y las horas transcurrieron con olor a pinturas. Entre cuadros de flores azules, verdes y lilas. Cuadros salpicados de flores otoñales en tonos amarillos, gatos con miradas rasgadas, rosas y naturaleza muerta. En la esquina inferior derecha de cada uno de ellos se lee: Olga Costa 87.
12 Abril/1987
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