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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Javier Marin - El espacio de la creación

Actualizado: 22 ene 2021


Cuando se camina por entre las esculturas de bronce y barro de Javier Marín, uno se pregunta si están volando, cantando, exhalando, pensando, bailando, jugando. Las hay enormes que fueron colgadas con grandes cadenas, otras de tamaño pequeño en el suelo o sólo bustos posados en alguna mesa. En medio de todas ellas, una figura se mueve: es el artista que trepado en un cajón de madera trabaja a la altura del pecho de su última obra, queriendo cortar; sacar material, punzar el cuerpo, trazarlo y después quemar, pintar y cocer.

Todo sin descanso, Javier Marín, está sonriente debajo de una cachucha con coleta, jeans y tenis. Parece un joven estudiante menudo de ojos brillantes pero, ante su trabajo pierde esa aparente fragilidad física y aparece un auténtico gladiador en un trabajo sin límites; sin descanso.

Todo es una creación con el detalle de una operación donde queda un elemento de fierro al aire en una cadena, unos pelos volando, una barba sin aliño, unas pestañas sólidas y el erotismo libre. Sin brazos o piernas, con manos, pero en cuerpos contentos, firmes, seguros.


Javier es de Michoacán, se vino a la ciudad de México a la edad de 9 años…

“Siempre supe que haría algo que tuviera que ver con el arte. Para mí fue muy simple el paso entre lo que era el juego con el barro y la plastilina y lo que fue la actividad profesional. Mi papá tuvo como muy claro que me iba a dedicar a esto, era arquitecto, él también pintaba y hacía esculturas. Se emocionaba mucho cuando me ponía a pintar. Tenía una fe ciega en mí”.

Javier Marín ha participado en 90 exposiciones colectivas, y ésta en Bellas Artes es la treceava individual. ¿Cómo se puede asimilar el éxito siendo tan joven?

“Es tan relativo eso del éxito. Para mí triunfar en mi país es importante, es el primer paso, pero yo no quiero ser un artista local.

Hay gente que no sabe ni dónde queda México. Y una artista que de repente suena porque hizo una exposición, pues es nadie. Entonces ¿de qué me creo? De nada. Cuando sea una artista internacional que vaya a New York a exponer, y sepan quién es Javier Marín en Colombia, París o Milán, entonces me empiezo a creer de que ya como que la ando haciendo. Pero ahorita, qué tonto el que se la crea. Por favor, esto no es nada. ¿No será que lo que estoy creando está de moda y dentro de varios años me va a dar risa hasta a mí mismo? Y me pregunte ¿Qué es esta churrisquería que estaba haciendo?... Claro, Tiene uno que hacer su trabajo y a ver qué pasa. Pero no hay nada definitivo. El éxito es totalmente relativo. Hay altibajos. Yo duré mucho tiempo sin vender nada, totalmente olvidado.”

¿En qué piensas cuando realizas tus obras? ¿Piensas en el espectador, o sólo piensas en ti, en lo que estás creando?

“Totalmente en mí. Mi trabajo creativo es super hermético. Yo mismo entiendo qué hice y porqué lo hice hasta que veo mi obra terminada. Me entra la emoción y me pongo a trabajar. Como si quedara en trance. Son momentos super privados, íntimos. No me gusta que haya nadie cerca de mí, y trato de ser lo más honesto en mi trabajo. Si te la pasas inventando cosas que le gusten a la gente, que estén de moda, el reconocimiento nunca va a llegar. El espacio es la creación, es el núcleo de toda mi actividad, de mi vida, de todo, y allí puedo estar absolutamente solo. Eso es intocable.

De eso no hablo con nadie ni con la gente más cercana.”

¿Qué te dio San Carlos?

“Poquitísimo. A mí me tocó una mala etapa, porque mi generación fue la primera que pasó a un local nuevo en Xochimilco, un local que quedaba dentro de las milpas. No había ni forma de llegar, no había material, no estaba terminada la escuela, el lugar era inhóspito. Incluso no hice nada de escultura importante en la escuela. Yo descubrí el taller de la escultura importante en la escuela. Yo descubrí el taller de la escultura en barro unos años después de que terminé la licenciatura. Lo que yo sí considero importante de haber estado es la escuela, fue la convivencia con los demás artistas de tu generación que están empezando, con tus mismos intereses. Éramos ciento cincuenta, y yo no volví a saber de nadie, ni de los talentosos ni de los macheteros que hicieron tesis profesional y todo eso. Desaparecieron todos, es impresionante el nivel de deserción.

Que de los ciento cincuenta quede uno es dramático.”

¿No temes que ese aislamiento que exige tu trabajo creativo te pueda conducir a un…?

¿Ensimismamiento? No, a mí el azote nunca se me dio.

Hay artistas que sufren verdaderamente. Sufren y se mueren de hambre, pintan con sangre, se revuelcan… Nada de eso. Con tantos privilegios que tengo como artista, nomás me faltaría que a mí me diera por sufrir. Porque efectivamente es un privilegio, ser artista: te tratan como niño dios”.

¿Sientes que tienes algo superior, algo que no tienen los demás?

Lo que nos hace diferir de los demás es la parte creativa, todos la tenemos definitivamente, en mayor o menor medida, pero de alguna manera yo la he desarrollado en poquito más…

Por lo cual te tratan como si fueras un dios.

Pues me tratan como un apartado especial, aunque yo me cuido de no creerme más de lo que me tengo que creer. Pero si tienes privilegios como artista, puedes hacer lo que te dé la gana.

¿Por ejemplo?...

“Pues no sé, llegar a una fiesta de etiqueta con huaraches y morral. Como lo hace Toledo, y todo el mundo le hace caravanas. Son muy impresionantes esas demostraciones de reconocimiento. A mí me ha pasado que llega un tipo y se arrodilla frente a mí y me besa las manos… que sea de risa o en serio son unas demostraciones de admiración impresionantes. Si tú ves el libro de comentarios de mis exposiciones. Te darás cuenta de su elogiosidad ilimitada.”

¿Qué pasaría si de pronto, dejaras de ser el objeto de la admiración de los demás?

“Me muero. Ya me acostumbré al reconocimiento. Yo creo que la idea de dedicarte al arte viene de la necesidad de sentirse apreciado o querido.

Cuando eres artista, tu único interés es la reacción de la gente hacia tu trabajo. Porque el trabajo eres tú mismo. Lo que digan de mis esculturas lo están diciendo de mí, y por eso toda la obra que hago yo son autorretratos.”

En el cuerpo de la mujer que tú representas en tus esculturas, la parte del vientre para abajo es amplia como si estuviera diseñada para parir…

“Para mí es tan apasionante la figura del hombre como de la mujer. Ambos son seres humanos, pero con características diferentes. El cuerpo de la mujer es padrísimo porque está diseñado para la maternidad. Es muy bonito, emocionante. Las mujeres en mis obras ya fueron mamás. Sus senos son casi caídos y sus piernas son grandes. No me imagino a una mujer con unos senos chiquitos y una cadera estrecha. Y ser mujer es ser madre, de alguna manera. La mujer fuerte es autónoma, dueña de sí misma, de su maternidad; de su vida. Su fortaleza no es sólo física, y puede hacer lo que se le da la gana tanto como el hombre.”

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