Jose Castro Amezquita - Adentrarse en la personalidad del paciente para formular el diagnóstico
Actualizado: 10 ene 2021
Las margaritas en el florero de cristal son frescas y amarillas; un toque muy común en su gran escritorio como en su solapa, cuando viste traje. Hoy el doctor José Castro Amézquita lleva su impecable bata blanca tres cuartos, con sus lentes y pluma en el bolsillo frontal, para su uso inmediato en la consulta médica.
El doctor Castro se sienta enfrente mío, sonriendo. Con esa personalidad abierta y aireada, sencilla, franca. A la vez que sentencia con voz ronca y en ratos ahogada: "No deja de ser una Inquisición".
Para iniciar esta “Inquisición" como él lo ha titulado, le preguntó: ''Doctor, ¿cuál es el principio fundamental de la medicina?
Dr. C - Yo siempre he tenido esta leyenda en mi consultorio: "La observación es el punto de partida del que razona, y el experimento es el punto de apoyo del espíritu que hace deducciones".
Cualquier médico de cualquier idioma sabe eso, porque la medicina es universal. El buen médico tiene que adentrarse en la personalidad del paciente, para así formular correctamente el diagnóstico.
LM.- ¿Y por qué se interesó usted en la medicina?
Dr. C.- Yo me hice médico por decisión propia; mi padre, que se llamaba Antonio Castro Aranda, murió casi ciego; tuvo cataratas, que en aquel tiempo sólo se operaban en México. En León no había especialistas, sólo unos cuántos médicos que no resolvían estos problemas. Siendo yo estudiante de Preparatoria, le manifesté espontáneamente mis deseos de ser médico, y él me apoyó mucho en eso porque pensó que no podía curarlo o atenderle su vista defectuosa. Así nació y se definió mi vocación por la medicina. Yo fui huérfano de madre a los nueve años, y las tías Rafa y Ana, dos viejas solteras y beatas que murieron siendo señoritas, nos criaron.
-Lo dice recordando años: "Yo me fui a estudiar a México con muchos esfuerzos en el veintiséis, y me recibí en 1932. De aquí de León nos fuimos: Pancho Gómez, Isauro Videgarav, Ernesto Aranda de la Parra y yo. Pancho Gómez fue condiscípulo mío desde el primer día de la escuela primaria.
Nos sentábamos juntos en la Escuela Modelo; nos vimos casi como hermanos". -Su voz evoca, una pérdida reciente que vive en él y que le hace continuar: "Vivimos los seis años de la carrera en la misma casa. En aquel tiempo era difícil aventurarse a estudiar en México, y entrar a la Escuela de Medicina, y más con un currículum de estudios de preparatoria de pueblo, pero hicimos la lucha y finalmente nos recibimos todos. Solamente Isauro perdió dos años porque se cayó de un tercer piso, cuando andaba en la azotea buscando un changuito que tenía allí Ernesto Aranda.
Estábamos nosotros estudiando, cuando pasó por la ventana del cuartito donde vivíamos, Iba de cabeza al suelo, y se salvó de milagro porque maromeó al pegarse en un techito de tejas. Ahorita me vacilan que dije: "Mira, ahí va Isauro", (Reímos los dos).
ME DESCALABRARON POR VASCONCELISTA
LM.- Doctor, en su época universitaria hubo un movimiento estudiantil y popular muy importante en torno a la figura de José Vasconcelos. ¿Cuál fue su actitud al respecto?
Dr. C.- En ese entonces yo era lidercillo de mi grupo de medicina, y dirigía el "Comité Vasconcelista” y nos metimos recio. Vasconcelos fue el maestro de la juventud de América. Fue el creador del lema de la Universidad Nacional: "Por mi raza hablará el espíritu". Nosotros pagábamos por oírlo en la galería del Teatro Hidalgo 25 centavos. Una vez que vino a León a dar una conferencia, me encampanaron y me subieron al foro a presentarlo. Era un honor, no en lo local sino lo nacional. Y le dije yo: "Maestro, yo le guardo un sentimiento. Yo estoy descalabrado por defenderlo a usted; - ¿Por qué? - Me dijo. Y yo le contesté: "En uno de sus últimos libros dice usted que somos una generación de cobardes porque no lo hicimos Presidente. Pero cuando quisimos votar nos limitaron. Entonces fuimos al hotel Iturbide, donde había otra casilla, pero con bayoneta calada los soldados nos echaron fuera. Éramos ciudadanos y teníamos derecho a ir a las urnas, pero como éramos vasconcelistas no se pudo. Protestamos, y salí descalabrado".
Cuando terminé mi alocución, el licenciado se levantó y me dio un abrazo delante de todo el público, en agradecimiento. Fue muy emotivo. -Y colocándose sus gruesos lentes de aro obscuro, agrega: "Sí, cuando estudiantes pugnábamos, teníamos entusiasmo juvenil; en ese tiempo fuimos a ver al Presidente Portes Gil, para pedirle que decretara la autonomía de la Universidad, porque entonces, estaba sujeta a la dirección gubernamental. Nos recibió y nos dio ocho millones de pesos para legalizarla".
Esta entrevista se desarrolla en la sala de su consultorio combinado con biblioteca, cuya silenciosa quietud contrasta con la algarabía de su vecino, el Parque Hidalgo.
NOVENTA MIL PESOS, UN RECORD EN LA CRUZ ROJA
A los veintiún años, recién recibido, el doctor Castro regresa a su ciudad para empezar a trabajar.
"Había quince médicos, yo fui el décimo sexto en un León con 60 mil habitantes. Mis compañeros y yo modernizamos un poco aquella etapa de la medicina. Hicimos el primer Sanatorio Médico Quirúrgico.
Hicimos salas para operaciones, compramos un aparato de Rayos X, nos trajimos a las
monjas del viejo Hospital, y empezamos a trabajar. Y sin querer ahondar en el tema, cambia la plática hacia la Cruz Roja: "Cuando era ya presidente de esta institución obligué al Municipio, del que en ese entonces era Presidente Enrique Gómez Guerra, a darme dinero para la gasolina de las ambulancias. A Cayetano H. Padilla, que era el dueño de la Callejuela Padilla, le pedí regalara la casa donde funciona ahora la Cruz Roja. También rompí el récord de colecta ese año. ¡Noventa mil pesos! ... Y me tocó en la dirección atender a los caídos en la balacera del 2 de enero".
EL GALLO DE LA OPOSICION
LM.- ¿Cómo fue que lo designaron candidato a la Presidencia Municipal de esta ciudad?
Dr. C.- Te voy a decir una cosa, Marcelilla: Yo no era miembro de ningún partido político, pero me simpatizaba Acción Nacional.
Ellos se reunían enfrente de mi casa, en una cochera vieja. Entonces surgió el asunto de que yo fuera el candidato a la Presidencia, postulado por una coalición de Unión Nacional Sinarquista, Acción Nacional y la Unión Cívica Leonesa. Yo accedí por inquietud política. Movía a la gente, pero también la gente me motivaba a mí, y ganamos la elección. Yo era el gallo de la oposición. Pero no se me reconoció el triunfo. Hubo inconformidad cuando dieron los resultados oficiales: "El doctor Castro sacó cuatro mil votos: Irineo Durán, veinticinco mil". En verdad fue al revés. Le dieron el triunfo a Durán porque era del PRI; así son los enjuagues de la política. Raúl Aranda quiso ser Presidente Municipal por Acción Nacional, y ya mero lo mataban; tuvo que huir de León. El papá de Pancho Gómez también tuvo que huir, porque era dirigente de la Unión Cívica Leonesa...
PRESIDENTE DEL CLUB LEON
LM.- Hay un tema que tiene historia: ¿Por qué empieza usted a tener afición por el equipo León?
Dr. C.- Mira, yo fui deportista. Jugué beisbol, futbol y frontón a mano (porque no había para raquetas). Practiqué la natación y la gimnasia de aparatos. Cultivé el deporte como pude hasta donde pude. Y cuando surgió aquí el futbol, fui patrono del Unión de Curtidores. Cuando ya se formalizó el Club León, yo compré las tres primeras acciones. Costaban quinientos pesos. En aquel tiempo era casi un despilfarro. El equipo León se formó con mucha penuria, con mucho esfuerzo y apuros.
En ese entonces trajimos a los argentinos: Battaglia, Fernández, Marcos Aurelio, Rugilo y también al Chango Arenaza. Daban risa los apodos de los jugadores: "El Chanclas", "El Babuchas"... A todos nos los trajimos a la brava, como se dice. Porque entonces no había Federación Mexicana de Futbol. Había una Liga Mayor que hacían los de México, Pachuca y Jalisco.
Entonces no había quien prohibiera o a quien pedir permiso. Fíjate, se les pagaba 250 pesos al mes, sin pagar derecho de ficha de traspaso, que ahora son millonadas, aunque ya eran estrellas que lucían allá en Argentina y en Guadalajara. Yo fui el primer vicepresidente, porque el primer presidente fue Don Pilar Ramírez, papá de Julio y todos los Ramírez. Ya después fui nombrado presidente.
Fuimos campeones de copa, campeones de liga...
LM.- Doctor, ¿cuál es el hilo conductor de su vida?
Dr. C.- El empeño y el esfuerzo personal.
Para completar esta última oración del doctor Castro Amézquita, puedo confirmar sin dejarme llevar por el cariño, que su mérito más grande radica en su honestidad.
Hombres como él son los que van dejando historia en nuestra ciudad, Manuel de la Cera ha trabajado para promover la cultura oficial desde distintas dependencias del Gobierno.
En la actualidad se encuentra al frente del organismo cultural más importante de la nación, el Instituto Nacional de Bellas Artes.
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