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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Jose Macias - Pionero de la microcirugía

Actualizado: 24 ene 2021


Si el pudiera abrir sus ojos observaría un lugar muy iluminado dentro de un área inmaculadamente blanca. Escucharía una música ligera surgir de algún lugar, y se vería rodeado de varias figuras vestidas, de pies a cabeza, de azul cielo. Una de ellas trabaja Hábilmente sobre un hinchado abdomen dirigiendo a todo un equipo de médicos, auxiliados de aparatos para dosificar la anestesia y mantener latiendo su corazón. De charolas llenas de instrumental quirúrgico, de varias radiografías colgadas en la pared y de los televisores que recogen todos los movimientos de largas pinzas que entran y salen cauterizando, cosiendo o aspirando en el interior de su cuerpo.


Pero el paciente duerme plácidamente; su vida en esos momentos está en manos de un gran profesionista, el doctor José N. Macías, egresado de la Escuela de Medicina de León, como médico cirujano, con especialidad en cirugía general en el Centro Médico de Occidente, donde obtuvo el primer lugar y donde tomo la subespecialidad en Microcirugía Bioliopan-creatica y Trasplante de órganos.

En estos momentos de la conversación la voz del doctor Macías parece desaparecer, ocultada por el olor penetrante y las impactantes imágenes del quirófano donde tiene lugar la entrevista. Es casi necesario salir a tomar el aire dejando al cirujano, al anestesiólogo, al clínico en camarografía, al cardiólogo, al primero y segundo ayudantes, y al instrumentista junto al paciente que parece empieza a abrir sus ojos.

“Joselo”, como se le conoce, es un hombre de manos hábiles y de figura aparentemente frágil, pero con un gran corazón. Huye de la fama y porta una aureola de seriedad pese a la cual acaba por revelarse en él un ser basado en la libertad la imaginación y la creatividad con la que consigue arrancar la salud para otros.

Joselo inicia esta platica en el quirófano mismo; sin perder la sincronización de su trabajo, habla moviendo su grueso bigote con una cálida sonrisa que esconde parcialmente su cubre bocas.

“Empecé en 1968 a operar con microcirugía en la carrera de mi especialidad haciendo heridas pequeñas, pero aun no era esta la técnica correcta porque veíamos bajo luz directa. Yo metía la luz por un lado y también pinzas. Al principio mi papa me ayudó mucho al fabricar el instrumental; anduvimos inventando hasta con antenas de coche –ríe-. En aquel entonces yo hacia la cirugía a través de una herida de seis o siete centímetros. Después me entere, gracias a un paciente, de que en Alemania el doctor Zenn estaba introduciendo una cámara –un tubo con un sistema de lentes, como un telescopio-, de modo que en lugar de ver directamente lo hacía a través de ella. Este doctor tenia cincuenta años operando así, pero diseño la cámara en 1988; su técnica revoluciono totalmente la cirugía porque, a diferencia de las técnicas previas (que obligaban al cirujano a estar todo el tiempo agachado, lo que no permitía mucha libertad) el uso de la cámara ofrecía versatilidad en las posiciones. Cuando me enteré de eso fui a Alemania a ver qué estaba haciendo; (el doctor Zenn) me dijo que había mandado sus cámaras a Houston, donde una compañía comenzó a diseñar las pinzas y me fui a E.U. Estuve allá con el doctor Jim Garza, que operaba en el Hospital Metodista de Houston; con el empecé a aprender esta nueva técnica, a utilizar cámara y pinzas. De hecho, a mí se me facilito mucho porque es la misma técnica de la cirugía normal, y el uso de la cámara es la aplicación del microscopio; se opera viendo en una pantalla. El fundamento tecnológico del microscopio ya lo tenía gracias a la práctica de la microcirugía.


¿Ya se aplicaba gas para dilatar el abdomen?


Cuando yo estuve haciendo microcirugía no utilizábamos el gas, sino que separábamos con ganchos, lo que era mucho más complicado y peligroso. En Houston ellos tenían la cámara en un insuflador: el aparato que separa los tejidos y mete el gas. Allá compre todo el equipo (que costaba carísimo) y lo traje a México; regrese por temporadas con Jim Garza y después empecé a utilizar en el Seguro Social. Esto fue entre 1990 y 1991.

¿Y el Seguro acepto la nueva técnica?

En forma un tanto renuente. Lo que pasa es que en el Seguro el medico de base es totalmente responsable de sus pacientes; entonces yo se lo proponía a mis pacientes, y ellos firmaban la autorización. Yo empecé a aplicarlo en todos; no seleccione nunca porque estaba seguro y convencido de la técnica. Yo ya operaba en forma microquirúrgica, así que cuando vi la aplicación de la técnica dije: “Esto es pan comido”.

Sin embargo, en aquella época empezaste a utilizar tu técnica en medio de mucho escepticismo…

Si, cuando empecé en el Seguro Social hubo mucha resistencia; lo primero que argumentaban era que ¿Cómo estábamos operando por orificios tan pequeños? Si en la cirugía abierta no se ve, o se ve muy mal, tanto peor con hoyitos de un centímetro o de cinco milímetros. ¿Cómo era posible que estuviéramos haciendo cirugía si no podíamos ver, ni aspirar, lavar o dejar canalizaciones…? Sin embargo, la desventaja de la cirugía abierta era que le abríamos puertas a los microbios para que entraran a la sangre y ocasionaran una septicemia.

Ellos veían los resultados que lograbas con su técnica…

Empezaron a ver que los pacientes graves –se oye feo, pero así fue- pensaban que se morían y con ello tendrían que dar el primer paso y cancelar todo. El director, el jefe de cirugía y todo mundo venía a visitar a mis pacientes, pero de diez el ochenta por ciento. Yo atendía a los de urgencias, y su evolución era excelente; de inmediato empezaban a caminar. La primera cirugía que ahí realice fue una revisión por una oclusión intestinal y luego una de vesícula, que es más fuerte; se llaman peocolecistis, vesículas llenas de pus, complicadas, y pacientes con mucho daño pulmonar, que eran los que más se beneficiaban. Cuando abres a esos pacientes no pueden respirar, pero con la laparoscopia, aun si duele, pueden movilizarse y más rápido.


¿Qué sucedió luego?


Empezó a aumentar mucho la cirugía en el Seguro porque los mismos pacientes y las enfermeras corrieron la voz; entonces me llene de trabajo. Me ayudaban mi papa y Arturo Mendoza; éramos los que hacíamos el equipo. Esto fue en 1991 y llego un momento en que tuve que dejar el Seguro; estaba operando hernias, exploraciones biliares… la primera la hicimos en 1991. Y luego me dedique a trabajar en forma privada: forme una clínica que se llama Unidad de Cirugía Endoscópica, donde hasta la fecha sigo laborando. En esta clínica estamos realizando prácticamente todo de manera endoscópica: colon, páncreas, todo.

Cuando regresaste de Houston con el equipo, ¿ya había en México cirugías con equipo como ese?

Si, ya había en México un doctor que lo usaba: Leopoldo Gutiérrez. Me entere que el empezó a usarlo en 1989; el diseñó el instrumental, lo que lo hace primero en la República Mexicana (del que estoy enterado) en hacer cirugía laparoscópica.

¿Existía alguien más en Guanajuato trabajando la misma técnica que en México?

No que yo supiera. Aquí empezaron el doctor Ángel Córdoba y el doctor Marín; estábamos hablando de finales de 1991. Pero lo que yo observe fue que se limitaron mucho tiempo; y luego, en 1992, en muchas partes de México empezaron a aparecer simultáneamente personas de las que me entere todavía no había nadie que lo hiciera. Fuimos los pioneros en el estado en darle continuidad.


¿Qué diferencia hay entre hacer una abertura larga y abrir solamente tres o cuatro incisiones de una pulgada?


Hay dos diferencias: en primer lugar, es un trauma mucho menor para el paciente. El trauma mayor es en la pared, cuando al hacer la herida destruyes piel, músculo, abres toda la grasa, destruyes nervios, arterias… el cuchillazo, la rajadura es un trauma y causa mucho dolor. Ahorita, por ejemplo, estamos trabajando en un área de tres centímetros y en la vesícula son siete u ocho; el hecho de no abrir a los pacientes hace que puedan caminar más pronto. Es una deambulación más rápida y, por consecuencia, una recuperación también más rápida. Algunos estudios demostraron que la mayoría de los problemas de los pacientes operados eran debidos al reposo –lo que antes decía: “No te muevas, acuéstate, cumple la cuarentena, no te pares porque tuviste tu parto”-. Desarrollaba flebitis, embolias cerebrales; entonces era más dañino el reposo porque la falta de movilidad primero los complicaba y en algunos casos los llegaba a matar.

¿Ahora en qué están trabajando?

En una colecistectomía, por una enfermedad que se llama colecitis vesicular. La colecistectomía consiste en quitar la vesícula; en este caso tuvimos que hacer una colangiografía, porque el paciente tiene antecedentes de ictericia (o sea que se pone amarillo) y existe la duda de que se hayan pasado algunos cálculos hacia el colédoco; esto obstruye el conducto y, aunque se quite la vesícula, si sucede eso el paciente puede desarrollar un problema del hígado o del páncreas. Entonces se hizo una colangiografía transoperatoria, esto es, meter un medio de contraste por el conducto cístico, tomar una radiografía y ver que los conductos estén permeados. En este caso, después de la colangiografía se procede a quitar la vesícula, todo esto con la técnica endoscópica.


¿Cortas con calor?


Sí, esta energía se llama electrocauterio; sí genera calor, pero corta con corriente eléctrica. Coagula en donde corta.

¿Cómo extraes la vesícula?

Ahorita vamos a ligar el conducto cístico, que es el que comunica a la vesícula con el hígado, vamos a cortarlo para poder desprender totalmente la vesícula y luego extraerla. La cirugía endoscópica ha evolucionado mucho, pero ha utilizado muchos métodos mecánicos –engrapadoras sobre todo- los cuales han sido de gran beneficio para la cirugía. Desde mi punto de vista las grapas tienen inconvenientes; uno de ellos es que emigran, cambian de lugar, no son tan seguras como se cree. Es mejor utilizar suturas de las que hemos utilizado durante más de cien años. Está demostrado que son excelentes para la cirugía; son más seguras y más nobles.


¿Conoce el paciente las ventajas al someterse a este tipo de operación?


Al paciente, desde antes de ser operado, se le da información de las diferentes técnicas que existen, con sus ventajas y sus desventajas y es él quien elige la técnica. Uno de los procedimientos que acabamos de empezar a realizar es la cirugía sin huella, que creo que sólo practicamos tres médicos a nivel nacional. Lo más primitivo es lo que llamamos cirugía laparadoscópica tradicional; hoy existe nueva tecnología, como la técnica llamada cirugía microlaparoscópica, en la que utilizamos este instrumental que estás viendo, de cinco o diez milímetros e incluso de uno o dos milímetros, lo cual deja una herida mucho más pequeña. Y la más moderna después de la laparadoscópica es la cirugía sin huella, en la que prácticamente no queda ninguna herida, porque son de un cuarto de milímetro, como cuando te inyectan. La ventaja es puramente estética, porque si, por ejemplo, una muchacha quiere usar bikini después de la operación le conviene la cirugía sin huella; su puede ir a la playa el día siguiente y no se le ve nada; es una técnica muy bonita.

Joselo. ¿Qué adelantos has promovido con ésta técnica quirúrgica?

La cirugía endoscópica se ha ido introduciendo en los diferentes elementos quirúrgicos, en diferentes técnicas o cirugías. Según consta en los registros que revisamos, fuimos los primeros en el mundo en hacer exploración de vías biliares y también derivaciones digestivas. En los congresos mis pláticas eran sobre cirugías de páncreas o de estómago intratorácico; pero cuando presenté esos casos a nadie le importaron… a la gente le interesaba el tema de la vesícula…Yo empecé a hacer las derivaciones bidigestivas en 1994; y cuando las presenté tampoco me hicieron caso, total que perdí el interés por presentar ponencias en los congresos. Claro que iba, pero nada más para aprender, ya no para presentar lo que estábamos haciendo. Pero en el último congreso, que fue el año pasado, había gente de diferentes partes del mundo: Estados Unidos, Francia, Alemania, Sudamérica. Me metí a una plática de derivaciones bidigestivas; y los grandes maestros del mundo de la cirugía laparadoscópica nunca presentaron una operación de derivaciones bidigestivas. Entonces yo les comenté: “No entiendo por qué no presentaron una cirugía si estamos en un congreso de cirugía laparadoscópica, en una plática sobre derivaciones bidigestivas”. Y la respuesta fue “Es que nadie en el mundo ha hecho una”; y eso creó un tremendo enojo. Me dijeron que me iban a mandar a Hacienda, me preguntaron dónde trabajaba, cuántas camas tenía mi clínica, y cuando les dije que tres, se burlaron más, porque ellos estaban en hospitales donde tenían quinientas camas. ¡Cómo era posible que con tres camas!... Total, que me picaron el amor propio, pues todos ellos tomaron mi comentario como humillación. Dijeron que tenía que demostrarlo, y en cierto modo me dio gusto, porque soy de los primeros en hacer esas cirugías que son de un alto grado de complejidad, algo que ninguno de los reunidos en ese congreso había hecho. Por cierto, este año lo voy a presentar en Vallarta, en el congreso de cirugía laparadoscópica, porque ellos me lo exigieron, y dicen que si no lo presento me van a correr de la Asociación por mentiroso [risas].


Joselo, ¿la vida de un médico es más larga ahora con la laparoscopia que la de un cirujano tradicional?


He visto que la vida de los cirujanos es corta; la mayoría se muere como a los 65 años. Somos reactivos, nos comemos muchas tensiones.

¿Crees que en el futuro esta manera de operar se desarrolle todavía más?

Sí, está evolucionando de una manera tremenda, a tal grado que ahorita que estamos en cirugía la imagen que estás viendo en la pantalla la puedes tener en Europa o en cualquier parte del mundo. Ahora se está realizando la telecirugía, o tele-robótica, de tal manera que puedes operar frente a una computadora que te presenta al paciente en imagen; puedes preparar los pasos de la cirugía. Pero no se sabe qué complicaciones pueda haber, por ejemplo, si hay un apagón el robot no lo va a resolver; tendría que haber una planta de emergencia como la que tienen en el quirófano. Pero yo prefiero lo humano al robot porque, sobre todo en la cirugía de abdomen, hay muchas sorpresas. Quizá en la cirugía de cable se pueda aplicar más la robótica, porque es más precisa, mientras que la de abdomen tiene muchas variantes. Es raro que entren sin un diagnóstico de precisión al abdomen y al corazón. Con la robótica un cirujano puede operar a un paciente de un lado a otro del mundo; el cirujano que tu escojas te puede operar en México sin necesidad de ir a ningún lado; esto lo desarrollaron en la guerra del Golfo: metían a los soldados heridos en un tanque quirófano y ya no tenía que estar ahí el angiólogo, el neurocirujano, el cirujano general ni el traumatólogo, sino que conectaban al robot todo el instrumental y desde los Estados Unidos operaban a los soldados sin tener que gastar en llevar a los médicos… Creo que ésa es la única ventaja de las guerras: que ayudan al desarrollo tecnológico.


Joselo, ¿Estás contento de haber escogido esta rama médica?


Sí, fue por influencia de mi papá. Desde los siete años me iba con él a pasar visita; me gustaba vestirme de doctor, colgarme el estetoscopio y revisar a las enfermeras [risas]. No te creas; cuando iba a tomar la decisión de hacer la carrera también me gustaban las matemáticas y me fui a visitar universidades donde tenían actuaría; mi decisión era entre actuaría y cirugía. La verdad es que cuando lo analicé a fondo y platiqué con matemáticos, ahí me di cuenta de que estar en contacto con las matemáticas toda mi vida me iba a deprimir. Así que preferí ayudar al prójimo, quitarle el dolor, que fue lo que más me gustó y, si podía, darle una mejor calidad de vida. Y así fue como tomé la decisión de estudiar medicina. Inicialmente me decepcioné mucho porque quise hacer transplantes; llegué al Seguro Social con todos mis protocolos y planes y me bloquearon; me dijeron: “No, chiquito, aquí te vas a poner a reparar hernias, ¡cuál transplante!”. Ése fue un momento muy frustrante porque tenía mucha ilusión en el transplante renal y pancreático, en las reconstrucciones de vejiga y uretrales, en las de conductos por medio de los tejidos de la madre y también en las reparaciones de hernia. Pero ese tiempo coincidió con la aparición de la cirugía laparadoscópica y ahora creo fue mucho más placentero y satisfactorio hacer cirugía que hacer transplantes, pues era una de mis ilusiones hacer cirugías pequeñas con un trauma mínimo y con beneficio para la recuperación del paciente. Así que dejé totalmente el transplante, y hallé bastante satisfacción en la cirugía endoscópica, porque el transplante requiere un equipo muy complejo y su costo es muy elevado; no puedes operar tan seguido como con cirugía laparadoscópica. Poder estar activo fue lo que me gustó más. mira, ¿ya viste cómo metimos la vesícula y las gasas en una bolsa? En este tubito que es una pinza…


En estos momentos de la conversación la voz del doctor Macías parece desaparecer, ocultada por el olor penetrante y las impactantes imágenes del quirófano donde tiene lugar la entrevista. Es casi necesario salir a tomar el aire dejando al cirujano, al anestesiólogo, al clínico en camarografía, al cardiólogo, al primero y segundo ayudantes, y al instrumentista junto al paciente que parece empieza a abrir sus ojos.

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