Juan Jose Origel - A veces es triste ser famoso
Actualizado: 22 ene 2021
Es conocido, conocidísimo. Es tan conocido que tiene sus propios programas de televisión después de haber reseñado durante años en prensa y radio. Juan José Origel abre él mismo la puerta de su agradable casa en la colonia Polanco de la Ciudad de México; espontáneo y sonriente. De altura media y de rostro de líneas bien dibujadas – con una frente alta donde comienza un perfecto peinado y vestido colores beige de buen gusto-, “Pepillo” como también se le conoce, de fácil hablar en cuanto se arrellena en uno de sus sofás, rodeado de pinturas modernas y de su preciosa e impecablemente blanca perrita.
Pepillo ¿Te consideras una estrella o un artista?
Pues ahora sí que ni estrella ni artista; la verdad que no. Me considero una persona que ha trabajado, que ha luchado por conseguir y lograr un sueño, aunque todavía no lo logro, sé que me falta algo. En una ocasión yo tuve un fracaso, cuando me vine a México en busca de un ideal, en busca de ser alguien en México, y me topé con una persona que no era la adecuada para trabajar. Esa persona se llama Nicolás Sánchez Osorio; aprendí mucho de él, pero yo sabía que era una persona muy exigente, muy dura y que además no me pagaba. Entonces me regresé a León; para mí fue un trancazo, porque vine, probé y no pude y de eso nadie se enteró. Me quedé con la espina clavada y dije ¡por qué no voy a poder! Mi ideal era ser jefe de sociales en un periódico en México, ni por equivocación pensaba en la radio o la tele; le tenía pánico a los micrófonos.
¿Tampoco pensaste en cantar?
Cantar sí, porque siempre he cantado. Mal, pero siempre he cantado; más bien me ha gustado cantar aunque no cante. Entonces mi meta no era gran cosa; me acuerdo muy bien que mi papá me dijo que era un reto muy duro porque en los periódicos estaban ya acomodados en las áreas de sociales, y esos puestos no los sueltan nunca. Decidí dejar el periódico A.M. de León, donde me estaba yendo muy bien, pues aparte de ser jefe de sociales lo era también de relaciones públicas; yo ya había logrado lo que quería, pero no me iba a quedar sentado, ¿qué más podía pasar en León?, ¿ser dueño del periódico? No, entonces me preguntaba: ¿A dónde iba a llegar?
Desde un principio sabías que lo tuyo era reseña de sociales…
A mí me encanta la nota de sociales; ni por equivocación pensaba en los espectáculos o en el mundo artístico, ni conocía a los artistas. Yo conocía a los grandes artistas porque todo mundo los conocía, todo mundo sabe quién es María Félix, Silvia Pinal, Dolores de Río, María Victoria, pero las estrellitas que iban saliendo yo no tenía ni la menor idea quiénes eran ni me interesaban. Me vine a México e inmediatamente conseguí chamba en el Heraldo de México. La primera vez fui asistente de Nicolás en el periódico Novedades, y te digo que no aguanté. Nicolás es una persona muy talentosa y un hombre muy preparado, hasta la fecha es mi amigo y como amigo es encantador, pero espero no volver a tenerlo como jefe. El era el número uno de sociales entonces, yo aprendí su estilo. Claro, en ese tiempo él se desenvolvía a nivel internacional, y muy pronto me di cuenta de la magnitud del periodista mexicano. Yo quería ser así. La vida me dio un cambio y viajé por todo el mundo. Eso me encantó: no tenía dinero para gastar pero viajé como muchos ricos, o tal vez mejor que muchos ricos porque nos trataban a todos los periodistas de maravilla. Para mí fue una etapa muy bonita en la que conocí tanta gente interesante; conocí otro tipo de personas en el trabajo de la farándula… pero me fascinó estar en sociales, conocí gente más sincera, personas muy decentes que hasta la fecha sigo conservando como amigas, y eso es muy importante. Sin embargo, a los artistas, en cuanto me retire de este negocio, no los vuelvo a ver nunca. Todo es como una conveniencia.
¿Es este ambiente un tanto vano?...
Mira, a lo mejor la gente no tiene piso; así como he visto subir he visto caer, y es muy duro, pero desgraciadamente así es. La televisión es lo más ingrato que he visto en mi vida, y eso que todavía no me tocan las ingratitudes de la tele, pero he visto caer grandes periodistas, no te digo nombres, pero todo mundo los ha visto caer.
Y tú estás en el filo de la navaja…
Sí, yo sé, pero mientras esté aguanto.
¿Qué te da a cambio el “aguantarte”?
En primer lugar, me da una posición económica bastante agradable, lo cual es muy importante porque el periodismo es la peor pagada de todas las profesiones que conozco. En fin, llegué a ser jefe de sociales de El Sol de México, con el señor Vázquez Raña… él me dio el trabajo; me dijo “quédate aquí y mañana entras a trabajar”, pero lo que yo ganaba como jefe de sociales era el mismo sueldo que ganaba mi chofer. Yo sabía que le iba a echar muchas ganas; puse mi agencia de relaciones públicas y vivía de eso. Llevaba las relaciones públicas de galerías, hoteles, restaurantes, y así me podía mantener holgadamente. ¿Cómo conseguí esos trabajos? Gracias a que era jefe de sociales en el periódico… porque te tienes que mover. Eso lo aprendí de Nicolás; a él tampoco le importaba lo que ganaba en el periódico sino el estatus que da ser el jefe de sociales.
Pero al estar trabajando todavía en el periódico me hablaron a un programa de radio con Maxin Woodside; era un programa de espectáculos. Yo iba los jueves a hablar de las fiestas de sociales. Eso fue algo innovador porque ellos siempre hablaban de los artistas y yo llegué a hablar de los barones de Portanova, Patricia Barrios Gómez, etcétera; y ahí tampoco me pagaban, pero había que amarrarme la tripa para poderla hacer, pues a la larga me iba a redituar algo importante. La fama.
¿Te incomoda que te inviten por lo que representas y no por lo que eres?
Un tiempo fui a donde me invitaban, aunque sintiera que era por compromiso, porque tenía que hacer todo para lograr lo que quería; ahorita yo ya voy a donde quiero ir, no a donde me invitan.
¿Cuál es tu secreto con tantas desveladas y tantas reuniones?
Las desveladas y las fiestas me dan más frescura que si me quedo sábado y domingo sin salir. Si no lo hago, el lunes parece que -haz de cuenta- que dicen: “¿y a éste qué le pasó?” Yo estoy acostumbrado a la vida nocturna; de hecho salgo diario, trabajo para un restaurante en relaciones públicas, aunque no voy muy seguido, mi labor es invitar artistas, y aparte tengo otros compromisos.
¿Ser famoso es un vicio?
Mira, la fama que te da estar en televisión, tener programas y todo eso sirve; al principio fue muy bonito, cuando me pedían los primeros autógrafos me sentía como que no me la creía; después llegué a sentir que eso no me llamaba mucho la atención; ni la fama, la fama cansa y a veces es triste ser famoso.
¿Y en esos momentos de tristeza dónde te refugias?
En mis amigos. Yo tengo la misma gente que me ha querido desde hace muchos años. Me sigo juntando con las cinco gentes de León que viven aquí, nos vamos a comer; ellos siguen siendo mis grandes amigos, conozco mucha gente, pero no son así que tu digas ¡que bárbaro!
La única vez que he estado muy triste y que no la levantaba fue cuando se murió mi papá. Para mí fue un trancazo muy duro, porque era mi amigo. Todos los días le hablaba a mi papá. Como él quiso ser periodista, se reflejaba en lo que me pasaba. Entonces todos los días le contaba esto, lo otro, aquello; cuando yo tenía algo muy importante mi papá venía a México. A mi mamá le hablo para saber cómo está, pero ella no me entiende en muchas cosas, no me entiende como me entendía mi papá; él fue un gran amigo, tanto que cuando se fue, superarlo me costó mucho tiempo. La vida tiene que seguir adelante, no te digo que no pienso en él y que no lo extraño, pero la vida tiene que seguir adelante.
Juan José Origel es un tipo original y además es maravilloso oírle hablar sin secretos. Tiene una actitud de alguien que aprendió a hacer con educación y simpatía precisamente lo que le viene en gana.
¿Cómo percibes a la mujer en tu medio?
Pues depende de cuál medio; en el medio artístico hay de todo: muy buenas amigas que son extraordinarias mujeres. Yo admiro mucho a Silvia Pinal, con la que he tenido una amistad muy grande; ella es una de mis mejores amigas -o de las pocas amigas-; es una mujer admirable que ha vivido todo apasionadamente, una mujer que ha sido muy turbulenta, muy escandalosa, que ha sido golpeada, que ha sido idolatrada, que ha pasado todo en la vida de ella y sigue con esa ecuanimidad y esa tranquilidad. Va a donde la inviten. No se siente una María Félix y eso la hace encantadora, también la hace sentirse una amiga. Yo no sé si María Félix tenga amigos en estos momentos, pero yo a Silvia Pinal la veo rodeada de gente todos los días en los toros, en los restaurantes, en el cine, en el teatro; todo el mundo le habla y está rodeada de la gente que la quiere. Es luchadora, se mete de lleno al teatro en todos los aspectos.
La mujer para mí es algo muy importante, en primer lugar porque nací de una mujer; partiendo de que nací de una mujer y de que mi madre ha sido una gran madre y de que a mis hermanas las adoro también, y de que en vez de tener mejores amigos tengo mejores amigas, pues la respeto, la admiro y me encanta que la mujer esté cambiando cada día más y que se esté desenvolviendo mucho. A mí todavía me tocó un poco la mujer más tradicional… si ahorita tuviera veinte años y conociera a las mujeres que conozco sí me hubiera casado, porque ya son más abiertas, ya entienden más la vida. En ese tiempo estaban muy cerradas, y aún más en León.
Pepillo, ¿Y por qué nunca te casaste?
Mira, nunca me casé porque creo soy una persona muy … -cruza su pierna, piensa y sonriendo seductoramente añade- Yo me hubiera divorciado todas las veces que me hubiera casado. Me gusta mucho vivir solo, a lo mejor sí me hubiera casado en otra época: yo fui novio de medio León. Y hubiera sido feliz a lo mejor, pero no hubiera tenido las inquietudes que tengo ni hubiera logrado hacer nada; estaría en León y sería gordo, pelón, siempre sentado con los hijos y yo no era para eso, estoy consciente. Y qué bueno que no me casé, porque la mujer que se hubiera casado conmigo hubiera sufrido mucho, uno sabe hasta dónde puede llegar y sabe si está hecho para el matrimonio o no; a lo mejor mi vida hubiera sido diferente.
¿Qué pasaría si tuvieras que volver a León?
Pues necesitaría primero cerrar el ciclo en la televisión y cerrar en radio. Me iría a León a descansar. A bien morir (risas).
¿Sigues siendo muy leonés de corazón?
Yo sí, y de sentimientos también. Ahí tengo mis raíces, mi madre, mi familia, mis amigos. Al grado de que si me tocan algo que me llegue no me importa llorar ni que se me salgan las lágrimas; la vida me cambió muchísimo a raíz de que me operaron del cerebro, entonces me quedé como muy… no sé. En primer lugar he aprovechado los momentos de la vida, pues estuve al borde de la muerte; cuando me fui a los Estados Unidos me despedí de todos. La verdad quedé muy frágil, muy sentimental.
¿No será que desde ese momento ves desde otro punto de vista tu vida?
Definitivamente lo sentí como un llamado: cálmate, un estate quieto, tranquilízate, y eso me ha hecho valorar más la amistad, los seres humanos. A mí me duele muchísimo hasta lo que sucede en la calle con la gente; esas cosas que parece que ni me interesan pero que sí me interesan muchísimo. Desgraciadamente qué puede hacer uno; muchas veces no puedes hacer lo que quieres.
¿Y realmente qué estás haciendo por los demás?
Los divierto a todos -se ríe-. La verdad no he dado mucho, pero en lo poquito que puedo hago algo por ahí; me siento bien, no tengo ningún remordimiento, no me arrepiento de nada, siento que he sido buen hijo, buen hermano y amigo.
Al principio de esta entrevista comentaste que has luchado por conseguir y lograr un sueño
¿Puedes decir cuál es?
Mi sueño es tener un programa nuevo, que sea un programa espectacular para cerrar este ciclo en la televisión. Yo no pienso quedarme en la televisión y aferrarme a una silla, aun cuando ya se te ve la cara no se te da, y no voy a estar pendiente de las cirugías. Sí me gustaría trabajar atrás de las cámaras, me gustaría ser productor, ser la persona que está atrás de jeans, de gorra, chambeando, metiéndose en todo. Porque uno tiene que saber que llega gente nueva y que hay que retirarse; por eso acabo de firmar un contrato por varios años con Radio Fórmula, porque en radio puedes durar muchos años: ni se te ve la cara maltratada ni tienes que andar estrenando ropa a diario; ni tanto glamour ni tanta parafernalia de la televisión, que te estresa. Aparte de que yo cuido mucho mi imagen; nunca pensé en llegar a hacerme un trasplante de cabello, pero lo tengo que hacer, me operé la nariz y el ojo para estar bien, pues le debo respeto al público.
Si en este momento te pidieran que dejaras este mundo ¿qué harías, qué tendrías pendiente?
Mi testamento – ríe-. Nada; yo me iría mu contento; no me quiero morir ahorita, pero si en estos momentos me llamaran pues ya viví; conmigo mismo ya quedé satisfecho. Sería muy padre de pronto irse, porque yo no quiero morirme viejo; no me gusta la vejez porque la gente te olvida, tu gente, por más que te quiera, ya no es igual; a lo mejor viejo pero alegre y divertido. Que sigue haciendo reuniones, que sigue teniendo sus amigos. Pero un viejo enfermo que tiene que estar con una enfermera a un lado, en una silla de ruedas, causando lástimas, pues no… Yo quiero morirme en una fiesta con mariachis de un infarto (risas), con una copa de tequila en la mano. Te juro que yo siempre hablo con la verdad.
¿Y eso no te causa conflicto a veces?
No, no me importa. Ahorita me agarraste muy de buenas, y si en otro momento ando un poco resentido suelto lo que traiga, si alguien me hace algo, inmediatamente…
Lo externas, no te guardas nada…
Nunca me quedo con nada; tampoco tengo rencores, porque si yo viviera con rencores odiaría a dos tres gentes que me hicieron mucho daño; lo olvido y lo olvido en serio. Hay veces que me molesto con alguien y al siguiente día me pregunto “Ay, ¿porqué me enojé con éste?, ¿qué me hizo?”, o sea que no tengo ningún rencor, no me preocupa nada, ni me preocupa tampoco que mañana no esté en la tele, ni mucho menos ahorita; Yo ya me aseguré para vivir tranquilo de viejito y a gusto, y eso da satisfacción y tranquilidad. Yo no tenía dinero, vivía al día, y eso me preocupaba; decía “voy a cumplir cincuenta años y no voy a tener dinero”, eso es espantoso. Pues ya respiré; entrar a Televisa fue lo que no me abrió los ojos; y el haberme cambiado, que es lo que no me va a perdonar la vieja ésa, la Chapoy; pero déjame decirte una cosa…
¿No que no tenías rencores?
No, ya la saludo a la vieja.
Pero te digo; es muy importante la tranquilidad de que mi mamá puede vivir holgadamente. Una enfermedad, o cualquier cosa que le pasara. Ahora le puedo decir: “tú no te preocupes nunca más”. Eso para mí es lo máximo.
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