Ignacio López Tarso - La historia de México a través del corrido
Actualizado: 29 dic 2020
En la parte de atrás del foro, brincando alambres tirados o enroscados cual víboras de diferente grosor. Esquivando algunas mesas con mandos de control donde técnicos hacen pruebas de encendido y apagado de luces y spots.
Cruzando personal apremiado en limpieza, pasando músicos afinando sus instrumentos, llego hasta el camerino del sobresaliente Actor Ignacio López Tarso, donde el personalmente me introduce para tener esta plática -tomándose algo de tiempo antes de su inminente presentación -y encendido su primer “Gauloise” como señal de que podemos empezar.
UN VIAJE MARAVILLOSO
Con su bigote de puntas y patillas alargadas que enmarcan su cara ya delineada por los años, López Tarso es por un momento aquel jovencillo de primaria que al asistir por primera vez a un espectáculo de teatro, y abrirse al telón con aquella boca iluminada en donde suceden cosas que empiezan a interesarle, olvidando donde estaba sentado y quién era, se envuelve en la obra de tal manera que cuando todo termina siente como si hubiera vuelto de un viaje maravilloso que marca para siempre su vida, decidiendo así lo que será en un futuro.
LM.- Señor López Tarso, ¿el oficio de actor se aprende en una academia, o poco a poco sobre los escenarios?
LT. - El maestro de la academia le evitan un largo recorrido de aprendizaje de formación, pero cuando el actor ya trata de saber cómo expresarse ante el público, eso ya no se lo enseña nadie. A pesar de que hay muy buenos maestros de mucha literatura sobre teatro después de veinticinco siglos de teatro occidental. El actor tiene que aprender el camino por sí mismo. -Y soltando poco a poco el humo de su boca, agrega: "Desde luego el actor nace y después se hace, aprende, se educa.
Modela su carácter, su estilo, hasta encontrar realmente su camino. Pero encontrarlo es difícil. Para el actor, igual que para el músico, el pintor o el escritor, encontrar un estilo es muy importante.
Diego Rivera o Tamayo no necesitan firmar sus cuadros, porque llevan impreso su espíritu tan personal. Igual que Octavio Paz o Rulfo o Carlos Fuentes tienen un estilo determinado para expresarse, ese estilo de expresión lo necesita el actor para distinguirse.
Cuando encuentra un estilo propio de hacer su trabajo, de expresar sus emociones, sus pensamientos, ya tiene el camino".
PUBLICO-AUTOR-INTERPRETE
LM.- ¿Y qué es el teatro para el señor López Tarso?
LT. - Para mí el teatro es la tribuna de comunicación más importante que tiene un actor. El teatro, no cabe duda, tiene una función social. Esto es, no solamente debe divertir sino hacer pensar. El actor debe tratar de establecer una comunicación público-autor-intérprete, de una manera tan directa, tan incisiva que ponga de relieve la función social del teatro. La televisión y el cine tienen un auditorio enorme.
¿Cuántas funciones tendría que hacer de una obra de teatro para que me viera siquiera la décima parte de los que me ven una sola noche en televisión o en cine? El teatro no aspira a eso, sino a una comunicación directa y efectiva.
LM.- ¿Llega usted a sentir esa comunicación con el público? -Con sus ojos cafés que miran profundo, directo, -responde: "A veces la comunicación es tan real, tan auténtica, tan a flor de piel, que el público está en absoluto silencio e inmóvil. Hay una respiración, hay un sudor, hay un pensamiento que va y viene; eso se siente y es un estímulo enorme para el actor.
El actual director de la ANDA, continúa hablando con claridad, acentuando a veces algunas palabras:
"Mientras conserve mis facultades, seguiré en el teatro.
El teatro es una disciplina diaria, durísima. Hay que reconstruir un personaje todos los días, porque el actor no puede repetir como máquina sus parlamentos. Hacer todas las noches exactamente lo mismo: tomar la taza, platicar, sentarme, pararme, usar las mismas palabras; todo esto tiene el peligro de la mecanización. Cuando he memorizado mi papel, cuando ya lo tengo mecanizado, entonces mecanizo mis sentimientos y mis pensamientos, y esto es gravísimo para el actor.
De manera que debe estar vigilante todos los días y todas las noches, para lograr actuar como si fuera la primera vez.
LM.- Como un compromiso que se renueva constantemente...
LT. - Sí, un compromiso diario muy difícil de sostener. Por ejemplo:
El Vestidor, que hice con Bonilla, la representamos durante año y medio. Ochocientas veces de decir y hacer exactamente lo mismo, y con un esfuerzo diario hacerlo aparecer como auténtico, como real, como verdadero... El esfuerzo diario empieza cuando uno entra al teatro, y ya en el camerino cambiándome de ropa, pintándome la cara, introduciéndome en el personaje. Ahí empieza el trabajo, y no termina sino al llegar a casa. Sería terrible si no terminara, porque hay personajes muy agobiantes.
LM.· Debe ser fascinante dejar de ser uno mismo y adoptar otra personalidad ...
LT. - ¡Ajá! Ahora ya no soy fulano, soy otro. Pero después de la función vuelvo a ser yo mismo, con mis hijos, mi familia, mis amigos, y el otro regresa mañana, a la misma hora en que empiezo a maquillarme y a vestirme para la actuación.
LOS CORRIDOS MEXICANOS
Una persona hace saber de la primera llamada, sin que a mi personaje le llegue a inquietar. Por lo que sigo preguntando; y él contestando a los ojos, concentrado.
LM.- Señor López Tarso, ¿por qué se ha identificado usted con los corridos mexicanos?
LT. - Bueno, yo soy muy mexicano, en el sentido que amo y entiendo todo lo nuestro, y dentro de eso nuestro, el corrido es algo muy importante. Es una expresión popular muy auténtica, muy tradicional, que viene desde la época de la colonia, hasta encontrar ya su forma propia en la Revolución. En el juarismo hay corridos muy bellos, escritos no sólo por el pueblo, sino por intelectuales como Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, etc., creando un estilo muy hermoso, pero que permaneció fiel a su esencia popular. Y luego el corrido de la Revolución nace de voces anónimas y es perpetuado a través de la tradición oral.
LM.- ¿Y usted cómo los rescata? ¿Qué procedimientos sigue al hacer la selección de los corridos que interpreta?
LT. - Bueno, yo tuve un gran maestro, que murió ya desgraciadamente; Don Vicente Mendoza, uno de los más grandes investigadores del corrido y autor de la más extensa antología sobre el tema. Él se iba con su grabadora a oír corridos a los pueblos, a transcribir su música y letra.
Decía que a través del corrido se puede conocer el sentimiento popular, la alegría, la gracia del doble sentido, todo lo trágico del pueblo mexicano. El corrido habla de todo, de los traidores, de los villanos, de las mujeres traicioneras. Se puede seguir la historia de México a través del corrido.
BENITO CANALES
"Segunda llamada, segunda"...
El aviso me turba, pero me sorprende notar que Ignacio López Tarso sigue a gusto, ¡¡¡hablando con seguridad y hasta calmado!!!
LM.- ¿Hay algún tipo de corrido por el que se incline más usted?
LT. - El que más me gusta es el corrido de la Revolución, porque en él se expresa el pueblo de sus héroes de una manera tan ideal...
Por ejemplo, El corrido de Zapata, que tiene toda la inocencia, toda la gracia. Resulta que el descontento de Zapata con los hacendados con los que trabaja empieza a nacer en él desde niño, desde que era amansador de caballos.
Su vida amorosa, cómo lo traicionan, cómo lo matan. Todo esto está en la boca de animales. De pronto un jilguero, una paloma, un puerquito, en fin, todos van comentando los hechos de la vida de Zapata... El corrido es una verdadera obra de arte popular. Sobre todo, en provincia, se conserva mucho. El de Benito Canales, por ejemplo, que es de por ahí de Moroleón, Gto...
La tercera llamada se ha dado.
La magia empieza. Con luces que se apagan y silencio que se impone. Los pesados cortinajes se descorren para adentrarnos en un escenario con diferentes grupos de músicos. Uno de ellos, el mariachi, da entrada a un charro negro. -Es una gente de campo que recuerda la tradición popular-. Un aplauso llena la sala. Él es Ignacio López Tarso.
17 Enero/1988
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