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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Maestro Rodolfo Gonzalez Villareal - La obra de un artista debe ser sincera

Actualizado: 8 ene 2021

Ahí estaba desde niño, agachado en el lodo, en la tierra tratando de modelar, por una especie de

instinto artesanal. En sus manitas una bola de barro. Haciendo cabezas, cuerpos... Los cuales desbarataba y volvía a hacer; al final los secaba al sol. Empezaba en él su afición a la escultura .


SAN CARLOS


En 1928 entra el joven duranguense Rodolfo González a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de México, la Escuela de San Carlos. Grandes escultores como José Tovar, Fidel Elizondo e Ignacio Asún solo son sus maestros.

Diego Rivera y Lombardo Toledano le tocan de directores.

Conoce a todos los pintores y escultores de su generación como Tamayo y Orozco. Traba amistad con Siqueiros.

LM.- ¿Y después de San Carlos...?

Siento que le saco de sus recuerdos, cuando suspira para responder:

"Me regresé a Guanajuato; trabajé dos años como maestro del Colegio del Estado.

Posteriormente volví a México, y estuve trabajando en el Monumento a la Revolución durante un

año y medio, aproximadamente, junto con otros tres escultores, aparte de Oliverio Martínez, el

autor. Pero cuando el general Lázaro Cárdenas entró como Presidente de la República suspendió la construcción del monumento.

LM.- ¿Por qué?

RG.- Porque los políticos lo estaban utilizando como un medio para sacar dinero, la estaban haciendo larga... poniéndoles cuotas a los Estados, y entonces el general Cárdenas, con mucha visión, paró la obra que estaba ya casi terminada.



LAS MISIONES CULTURALES DE LA SEP


Su rostro lleno de líneas por el paso de los años se combina a sus recuerdos de una etapa de su vida, al platicarme:

RG.- Entré a las Misiones Culturales que dependían de la Secretaría de Educación. Los grupos se integraban de un Jefe de Misión, un ingeniero agrícola, una trabajadora social, una enfermera, un organizador, un maestro de cultura física y uno de artes plásticas. Fue una época muy interesante, porque había entrega, había ideales, había honradez. No le importaba a uno el sueldo, ni las enfermedades, ni la ausencia de comodidades. Lo importante era realizar una labor en beneficio del pueblo. A mí me tocó ir a Chiapas; me ocupaba principalmente de orientar a los maestros sobre cómo debían enseñar el dibujo en la escuela primaria. Después de un tiempo regresé a México y... estuve trabajando en Bellas Artes y como maestro de la Escuela Normal de México. En esa época empecé a hacer trabajo de escultura con mucho éxito. Hice la cabeza de Rojo Gómez, cuando era Gobernador del Departamento Central, de Ezequiel Padilla, secretario de Relaciones Exteriores, de Ignacio García Téllez, siendo secretario de Gobernación, la de Miguel Alemán, la escultura de Aguilar y Maya... Ya estando aquí en Guanajuato, hice el Tres guerras que está en Celaya, frente al templo del Carmen, y el Hidalgo que estuvo en Granaditas. También el monumento al minero que está en El Cubo...


UNA RESPUESTA CREATIVA


LM.- ¿Qué plasma usted en sus esculturas?

RG.- Yo procuro imprimir a mis obras el carácter de la persona a la que estoy retratando, sin afearlo ni embellecerlo. Y cuando se trata de personas ya desaparecidas, investigo su valor histórico para poder expresar mejor su personalidad, para que haya una respuesta creativa. Como lo hice en el caso del busto de don Manuel Doblado que regaló Guanajuato al Estado

de Veracruz. O el busto de Lenin, adquirido por el gobierno soviético.

Son 21 piezas, bustos-retratos, la extensa obra de González que se expone al público en la Galería

del Teatro Doblado.

LM.- ¿Qué materiales utiliza usted?

RG.- En un principio el barro, el yeso, la cera. Para trabajar después en bronce, piedra y madera...

y desde luego conozco la técnica de la fundición de metales. La escultura de Tresguerras, la de Antonio de los Santos que está en San Luis y la del minero, las fundí yo -y mostrándome sus manos que han sufrido quemaduras, se disculpa ante la atenta mirada de su esposa Rosa Amelía: "Los mexicanos somos muy atravesados".

LM.- ¿ Qué le parece la escultura de Olaguibel, El Pípila?

RG.- Me parece buena. Pertenece a una corriente de escultura moderna, de líneas muy recias.

Para el material que se empleó, que es la cantera, el boceto fue realmente una cosa muy aceptable.


EL PROCESO DE FUNDICIÓN


LM.- Me puede explicar cómo es el proceso para hacer una escultura.

Aclara su garganta y comienza:

RG.- Primero en barro. Luego se pasa al yeso por medio de un molde que se llama molde perdido. Es un proceso muy delicado, porque cualquier falla echa a perder los detalles, que aunque no parecen trascendentes, son fundamentales en el proceso de fundición artística. Tratándose de figuras grandes, es un trabajo muy pesado. Después se hace la figura en cera, y luego se reviste con un material que la hace aparecer como un terrón grande. La figura queda enclavada, encerrada en ese material. Entonces se quema hasta que no queda un ápice de cera. La cera se quema totalmente, y queda la figura porosa como una campana hueca, pero de un espesor regular. Enseguida se le pegan tubos en diferentes formas, para que reciban el bronce fundido. Pero el bronce no baja directamente a la figura, sino que primero baja por unos tubos y luego sube por otros a la figura, porque de otra manera quedarían huecos con aire. Entonces el bronce entra por la parte de abajo y va subiendo, va subiendo, y se va llenando la figura. Luego los tubos se cortan con una segueta. Es el único sistema que hay para fundición artística y se llama "a la cera perdida".


INFUNDIRLE VIDA A LA MATERIA


LM.- Tiene usted 55 años dedicado profesionalmente a la escultura.

Dígame, ¿era más fácil ser escultor antes que ahora?

RG.- No, fíjese que no. La juventud de ahora tiene la mesa puesta.

Tienen tantos programas, tantas ayudas, becas, doctorados. En cambio antes... Para empezar, a

los padres no les gustaba que sus hijos estudiaran pintura o escultura, porque pensaban que se iban a morir de hambre. Y en realidad en aquellos años así era...

LM.- Se morían de hambre...

RG.- Casi nadie compraba obras de arte. Siendo yo alumno en México, el maestro Montoya y yo

hicimos una exposición en el foyer del Teatro Juárez; el evento social estuvo muy bonito, pero no hubo quien comprara. Casi todas las obras las regalamos, para no regresar cargando con ellas.

LM.- ¿ Y cómo ve a estas alturas el camino que ha recorrido?

RG·- Pues ese camino abarca muchos años de lucha, de esfuerzos.

Mucha entrega. Yo pienso que la importancia de un artista no consiste en estar buscando novedades o cosas que no siente. La obra de un artista debe ser sincera: buena o mala, pero sincera.

Ya sólo resta agregar que trazar bocetos, diseñar ensayos, tomar de los modelos lo interesante, al alcance de su visualidad perceptiva como carne de vida, y todo fijándolo a grandes trazos enérgicos y con golpes audaces como si tuviera un duelo a muerte con la materia inerte para infundirle vida, ha sido la escultura en Rodolfo González.

29 Marzo/1987

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