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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Carlos Flores Montufar - La virtud de la arquitectura es el volumen encuadrado en el escorzo

Actualizado: 17 dic 2020

Carlos Flores no sólo tiene las manos que evocan las de un violinista, largas y delgadas, sino que él mismo es como las cuerdas de un violín que tienen que estar templadas para que suenen bien, listas para cuando venga el arco de su temperamento -de una visualización artística auténtica- y haga que empiece toda una sinfonía.


UN CLAUSTRO FAMILIAR HERMOSISIMO

La noche es ligeramente fría. Y Carlos Flores va dejando a su infancia erguirse con los recuerdos entrando a tropel de su memoria. "Yo tuve la fortuna de tener un claustro familiar hermosísimo, y no había detalle en mi casa que no tuviera visos de una preocupación amorosa. Mi madre, una mujer rígida, tierna y cariñosa, excesivamente celosa de las cosas, una mujer troyana... -dice brillándole la obscuridad de su mirar-.

La recuerdo al piano, enseñando a mis hermanas, pero a mí me mandaba a dormir cuando empezaba lo mero sabroso: los Estudios de Chopin. Entonces yo me la pasaba con la oreja pegada al muro, hasta que llegaba mi papá y me llevaba a la sala a oírlas desde ahí. A Isabel mi hermana y a mí nos sentaba mi padre en sus piernas a leernos El Quijote, o nos recitaba en latín un chorro de discursos clásicos. Él estudió en la Escuela Libre de Derecho, y era un gran defensor de la cultura de Occidente. Y se quejaba de que ahora los abogados ni latín saben.

El derecho romano justamente es la base de nuestro concepto de justicia y de legalidad, y está basado en la estructura de la sintaxis latina", me decía. Actualmente la justicia es leguleyería, es demagogia, es afán de la palabra por la palabra, y no el ritual emocionante de la justicia a través de la palabra. (Silencio). Mi padre era sumamente romántico, nada más que era profundamente clásico en su comportamiento. Mis abuelos fueron excesivamente rígidos, y él terriblemente poeta. Era un tipo de una imaginación impresionante, pero de un gran vigor intelectual y con un conocimiento profundo de la justicia. Yo... ya no le pude llorar su muerte hasta después (pausa) en mi soledad absoluta ".

UN PROFUNDO CONOCEDOR DE LOS INTERSTICIOS DEL ALMA

Carlos es un hombre de estatura, pero aparenta más por lo estilizado de su frágil figura. Se mueve con apurada ligereza y dispone con naturalidad sofisticada.

Sabe escuchar y hablar con igual interés a un erudito que a un escolar.

Pues es un apasionado de la Enseñanza. "La educación es corresponsabilidad; es la respuesta mutua del alumno y del maestro".

LM.· Carlos, ¿Qué te parece si hablamos de lo que es ritmo y armonía en la música y en la arquitectura?

CF. Ritmo y armonía están muy pegaditos -responde inmediato, aunque ciertamente el ritmo señala más bien los tiempos de seguridad.

El encuadre, la pauta organizadora de una melodía. La melodía es la línea lírica de la tonalidad de la musicalidad. Cuando se juntan esas dos cosas, entonces tú tienes una armonía. -Y rendiendo su acostumbrado cigarrillo, continúa:

"Hay ritmos sin melodías, como puede ser el aspecto cardíaco, el aspecto de caminar, etc., etc. En el caso de la arquitectura, la modulación de un intercolumnio, por ejemplo, te está marcando el ritmo. Los otros elementos que enclaustran ese ritmo, es lo que te da como resultado la armonía.

¿Qué cómo se busca la armonía?

-Cruza su larga pierna-. En el caso de la música, a través del contrapunto, de la colocación sucesiva o simultánea de una nota contra otra en el discurso de la tonalidad sonora. En el caso de la arquitectura, a través de los valores de la escala psicológica que se aplica cuando hablas de monumentalidad, de umbrales, de espacios rotundos, de sutilezas, del juego armónico entre lo que está materialmente expreso y lo que está psicológicamente impreso. En cualesquiera de las artes, el artista necesariamente tendrá que ser un profundo conocedor de los intersticios del ánima, así como el médico tiene que meterse en las profundidades del aparato fisiológico, y el psiquiatra en las del aparato neurológico... "

LM.- ¿No crees que en la época actual la arquitectura en un porcentaje muy alto ha perdido la armonía?

CI.- Sí, en forma definitiva, sí. Porque la sociedad está totalmente desarmonizada. Yo proclamo mucho que no todo lo que está construido es arquitectura, sino que es una respuesta esquizoide de la sociedad. Lógicamente, una sociedad desarticulada, que juega al mismo tiempo a lo individual y a lo colectivo, ni respeta la individualidad, ni tiene solidaridad social.

LM.- En este caso la armonía interior da como resultado la justicia...

CF.- Sí, pero creo que no es sinónimo de justicia la legalidad...

LM.- Pero ¿esta legalidad se puede aplicar a la arquitectura?

CF.- Sí -deja en cenizas el cigarro en turno-, sí una arquitectura legal observa los reglamentos de construcción, cumple un calendario de obra, entrega las estimaciones a tiempo, pero va en desvírtud de todas las ventajas que otorga un principio, el del arte.

Se ejerce la habilidad constructiva, retórica de las finanzas, pero cero de arte. Siempre he pensado que un arquitecto, cuando brinda sus servicios, ni es un intérprete de los caprichos del cliente, ni puede imponer una manera de vivir. La virtud de la arquitectura es el volumen encuadrado en el escorzo.

LAS MOTOS DE LOS CHAVOS CHIPOCLUDOS

Mientras habla, el arquitecto Flores maneja el cigarro como sosteniendo o un lápiz o pincel esperando hacer líneas, figuras, provectos... una obra. Todo reunido y trasmitido en palabras que combina con el humo que sale de su boca.

LM.· Así como ha llegado a haber una separación tajante entre el arte arquitectónico y el reglamento de construcción. ¿Tú crees que existe una enajenación semejante en el caso de la música?

CF.- ¡Ah, sí, cómo no! Se ha perdido hasta la manera de ver, hasta la manera de caminar, Luz Marcela. Ya casi nadie camina bien, ¿no te has fijado? Porque hay una cosa que se llama elegancia, y la elegancia no es banal.

Se llama armonía interior, se llama psicomotricidad. Entonces, imagínate, si hemos cambiado el modo de andar, como voy a educar mi oído, si lo que oigo son pitidos, y luego las señoras compiten con los taxistas (río)... Perdóname, pero es cierto, y luego la neurastenia de un sellar al que algún negocio le salió mal, y los que la llevan son nuestros oídos.

Y añádele a la desarmonía citadina los escapes de las motos de los chipocludos de billete grande, y la naquiza que no se quiere quedar atrás, y le sube el volumen a su triques de no sé cuántos decibeles, y luego te echas un taco de humo de escape de camión urbano, entonces se te están atrofiando todos tus sentidos... ¿Qué te parece?

LM.- Tremendo (risas).

CF.- Dime si no vamos a tener desajustados todos nuestros sistemas de percepción. Se peyoratiza todo. Estamos esquizofrénicos, eso es lo que está pasando.

Estamos partidos a la mitad; sistema emocional, por una parte, sistema racional por otra.


JESUCRISTO Y SU AMOR PROFUNDO

LM.- Carlos, ¿y a veces no te sientes agobiado por la vida que estamos viviendo en pleno siglo XX?

CF .- (Viendo directamente a los Ojos) Si, yo creo que en todos los momentos de tu vida más de alguna vez has preferido morirte. Nos pasan muchas cosas a todo mundo iguales, nada más que hay quien se atreve a mostrarlas, y hay quien no se atreve. Las broncas interiores que trae uno bien profundas son terribles. Entonces no te queda más remedio que admirar a personas tan bondadosas como Jesucristo y su amor profundo, que es algo que está recontra olvidado con el jueguito del consumo de los modelos inalcanzables propuestos por la televisión. No le damos atención a nuestro sistema amoroso, a nuestro interior amoroso.

-Y dejando salir sus pensamientos, agrega después de una pausa”. A mí lo que me da mucho miedo es el exceso de burocracia en todos los niveles. No hablo de la burocracia política, hablo de la burocracia de nuestra vida. Somos unos burócratas ambulantes que disponemos una serie de agendas con muchas puntualidades, pero sin poner en juego nuestra capacidad emotiva. Mira, si a Jesucristo le quitas todos sus títulos de nobleza divina, no hay diferencia.

Jesucristo promovió su muerte: El murió por el amor a la vida. Y esa vida es verdadera y está dentro de nosotros ".

Así termina Carlos de tocar y recrearse con esa manera tan particular de reproducir con precisión su forma de vida. Es como asistir al Concierto para violín, y orquesta No. 4 en D menor de Nicolo Paganini en Carlos Flores.

20 Octubre/1988

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