Padre Silvino Robles Gutiérrez - Llevo la música en la sangre
Actualizado: 3 ene 2021
Hay que cruzar una puerta de fierro negra que separa la entrada al primer patio. En una de esas
casas donde los arcos y las columnas de cantera se unen para dar frescor, junto con un enorme laurel que se divisa a traspatio. La casa que es Escuela de Música, está habilitada para esta función, con mesabancos secándose al sol.
Algunos letreros y notas acompasadas que se repiten agradablemente me hacen investigar mientras espero al padre Silvino Robles efectivamente, hay un salón que dividido en cubículos pequeños, encierra diferentes pianos verticales de marcas: Thürmer, Ronisch, Rosenkranz, Gulbranse, Wellington. Dos muchachos ensayan sus piezas: "Tambourin" de Jean Philippe Rameau y "Gavote" de Henry Pureen. En un segundo piso de esa sala, es donde archivan una buena colección de pinturas y discos. También me asomo a varios de los salones de clase y a la biblioteca, donde me sorprende la voz del padre, diciéndome:
"Tenemos cerca de cinco mil volúmenes para consulta de los alumnos"... Y mostrándome la escuela, prosigue: "Esta lineal es de mi familia, por que la Diócesis no me ha podido dar un edificio para la escuela. Mi mamá, que en paz descanse, me cedió la casa para fundar la escuela. En ella tenemos: secundaria, bachillerato y profesional de música, para alumnos mixtos. Nuestras cuotas son módicas y también tenemos internado para los que vienen de fuera.
LICENCIA Y MAESTRÍA EN CANTO GREGORIANO
LM.- ¿Desde cuándo le gusta la música, padre?
SR.- Mi familia está compuesta toda por músicos. Tuve un tío sacerdote, Pascual Robles Galván, que fue organista, pianista y compositor.
De manera que llevo en la sangre el gusto por la música. Cuando el padre Lira, un gran
educador, me preguntó que si me gustaría dedicarme a la música sacra, yo le dije que si. Me quedé clavado desde entonces... Ya en Morelia tuve un maestro excelente, Miguel Bernal Jiménez. Yo fui el primero en recibirse de Licenciado y Maestro en Canto Gregoriano. El gregoriano es la música propia de la iglesia Romana.
Claro que hay otros géneros bellísimos también, como la polifonía vocal clásica y la música instrumental, pero la expresión más fina, más excelsa es el canto gregoriano. Mozart llegó a decir que él con todo gusto daría su gloria de compositor con tal de haber tenido la satisfacción de haber creado una sola composición gregoriana.
LM.- ¿Con qué fin se forma la escuela, aquí en León?
SR.- Cada Diócesis debe tener su escuela de música sacra. Y el Sr. Obispo don Emeterio Valverde y Téllez me destinó a mi para iniciarla el 12 de octubre de 1943.
Hace ya 43 años. Al entrar a su oficina, el padre Silvino, se ha quitado su sombrero de tejido claro, colgándolo distraídamente sobre una bocina a espaldas de su tupido escritorio. Aquí hay de todo, inclusive una tortuga dentro de una pecera, que al moverse, nos distrae con el sonido que produce su caparazón contra el grueso vidrio...
LM.- Padre, ¿me puede decir por qué no se fomentan más actividades musicales en Catedral?
SR.- Pues si hacemos lo más que se puede. Hace como ocho meses dimos un concierto en el órgano monumental, recién restaurado.
Ese órgano tenia treinta años de estar descompuesto, y gracias a Dios ya lo arreglamos.
LM.- Duró 30 años mudo ¡¡el órgano principal!!! -le digo asombrada.
SR.- Quedó muy bonito. Lo inauguró el maestro Roberto Oropeza con un concierto bellísimo que le encantó al Sr. Obispo. Hay planeadas diferentes presentaciones.
Nosotros tenemos una Sociedad Leonesa de Conciertos, con la que organizamos una temporada al año.
LM.- ¿Qué les inculca usted a sus muchachos?
SR.- Pues que sean buenos cristianos es lo primero. Luego ya hacemos la luchita porque sean buenos músicos. Le voy a decir que todos son muchachos nobles.
Pero cuando alguno que otro se aparta, con un sopapo tiene... (ríe).
Yo empecé la escuela con doce niños, y ahorita hay mil alumnos junto con los de la escuela Morelos.
LM.- ¿A quién recuerda entre los mejores?
SR.- Gracias a Dios, hemos tenido muy buenos alumnos. Por ejemplo Rogelio Barba, un pianista de lo mejor en toda la república; como organista, Manuel Zacarias; como directores de coro, el maestro Jesús Guerrero Jaime, Antonio Alderete Loza, David Gutiérrez Ledezma, Alfonso Salgado Sánchez y Filiberto Ramírez Puente.
Y en la música popular tenemos a Juan Torres, el organista más notable de México en este género. Es primo mío, y todo lo que él sabe aquí lo estudió. También recuerdo a Memo Pantoja,
Rosario Esparza, Cristóbal Colón...
-Se acomoda sus lentes y prosigue: "También hemos tenido grandes maestros como Miguel Bernal Jiménez, Alfonso Vega Núñez, organista titular de la Catedral de Morelia, Guillermo Pinto Reyes, organista y compositor muy notable, Gerhardt Münch, maestro alemán que trabajó con nosotros siete años, Juan B. Fuentes, Arnulfo Miramontes... Si hemos tenido buenos alumnos es porque ha habido buenos maestros, pues de tal palo tal astilla".
LM.- ¿Y a usted qué instrumento le gusta?
SR.- Yo no toco. Le hice la luchita al piano, pero no tengo facilidad.
Por eso me dediqué a tocar la puerta cuando llego tarde. Sí, yo sólo soy encaminador de almas.
SI LE DAN AL CLAVO
LM.- ¿Cree usted que actualmente se puede vivir de la música?
SR.- Todos esos maestros que yo le he nombrado viven de la música. Si un músico se dedica a
su profesión como debe ser, si no se queda rezagado y sigue preparándose, puede vivir decorosamente. Y si le dan al clavo, pueden tener todo el dinero que quieran.
La música puede ser una profesión lucrativa.
LM.- ¿ Y hasta cuándo piensa seguir al frente de la escuela?
SR.- Hasta que el Sr. Obispo me diga: "Ya estás muy 'viejito', cálmate". LM.- Pero usted no se siente "viejito".
SR.- Pues no, yo me siento muy
a gusto. Estoy como cuando empecé
hace 43 años, contento...
LM.- Usted se ve de temperamento calmado...
SR.- No tanto. Viera que soy muy bilioso.
LM.- ¿Ah, sí? No tiene cara . . .
SR.- No me dejo llevar... Me encomiendo muchísimo a la Madre Santísima de la Luz, que es nuestra patrona. La escuela no ha tenido otra Reina más que ella. Yo la seleccioné desde el primer acto de la escuela, que consistió en cantarle un salve en la Catedral -cierra sus ojos, queriendo recordar. Y sus pensamientos vuelan hacia los que son y han sido sus alumnos: "Me da mucho gusto ver cómo poco a poquito van progresando hasta llegar a grandes alturas", me dice sin adornar sus respuestas que he querido hurgar en su semblante interior.
Se despide de modo cordial diciéndome: "Le agradezco su visita. Que el Señor la bendiga".
Lo único que hasta aquí puedo decir de él con certeza, es que me pareció un hombre muy paciente, al que su vocación sacerdotal le ha valido ser el sostenedor de la vida musical en León.
3 Mayo/1987
Comments