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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Mario La Vista - Los muertos oyen

Actualizado: 16 dic 2020

"Te vas a morir de hambre si te dedicas a la música'' fueron palabras que provocó el estudiante Mario Lavista, ahora uno de los mejores compositores mexicanos, al decidir dejar el segundo año de Ingeniería para seguir lo que le apasionaba: la música.

Mario Lavista nació en la ciudad de México. Estudió composición con Carlos Chávez y Héctor Quintanar y análisis musical con Rodolfo Halffter en el Conservatorio Nacional de Música. De 1967 a 1968 fue becado por el gobierno francés para estudiar en París con Jean Etienne-Marie en las Schola Cantorum. Asistió a seminarios sobre música nueva impartidos por Henri Pousseur. En 1968 fue alumno en el Curso de Música Nueva impartido en la Musikchule de Colonia, Alemania Federal. Ese mismo año participó en los concursos internacionales de Música Nueva de Darmstadt, Alemania. En 1987 le otorgaron la beca Guggenheim y fue nombrado miembro de número de la Academia de las Artes. Actualmente imparte las cátedras de composición, análisis y lenguaje del Siglo XX en el Conservatorio Nacional de Música y en la Escuela Vida y Movimiento. Y es director de "Pauta", cuaderno de teoría y crítica musical.


UN AMBIENTE MUSICAL

"Mi vocación de músico fue surgiendo a través del ambiente musical en el que me sentía inmerso de manera natural en la familia", empieza Mario a contar con esa elegancia que emana y hace sus ojos chispear. "Recuerdo a mi abuelo, una persona que además de oír muy buena música, tocaba la guitarra y el flamenco de una manera espléndida. Mi madre es melómana de tiempo completo.

De niños nos llevaba a la ópera como algo natural. Antes de llevarnos, ella nos explicaba la historia que íbamos a ver. Los domingos solían reunirse en la casa mis tíos y mis abuelos, a oír ópera. Y era maravillosamente real verlos verdaderamente llorando porque se acababa de morir Mimí en La Bohemia de Puccini. Además, tuve la inmensa fortuna de tener por tío a Raúl Lavista (gran músico y autor de música de cine. El hizo música para películas de Pedro Infante... pertenece a la época del nacionalismo del cine del Indio Fernández, de María Félix, todo ese mundo de los cuarentas, cincuentas).

Raúl -continúa Mario prendiendo un cigarro- era una persona muy cultivada, no solamente musicalmente hablando. Tenía en su casa unos seis o siete mil discos.

Allí encontré lo que yo quería escuchar: Debussy, Mozart, Brahms, Bach, etc. En ese lugar me pasé prácticamente toda una época de mi vida y parte de mi formación como músico se la debo a él, en la medida en que tuve acceso a esa discoteca. Casi al final de su vida, hicimos la música de una película.

Ganamos la Diosa de Plata. La música para cine está hecha para ser escuchada con la película. Es una música que tú no puedes sacar de su contexto y llevarla a una sala de música... Yo creo que mi tío, junto con Manuel Esperón, son los mejores músicos para cine que ha tenido el país".

LM.- ¿Cómo fueron los cuatro años que pasaste en el Taller de Composición con el maestro Carlos Chávez?

ML.- Chávez ejercía un rigor en los estudios extraordinario. El no creía que tú podías ser un buen músico si no tenías un pleno conocimiento de toda la música anterior a ti. "Si usted quiere ser compositor contemporáneo, tiene que empezar por conocer toda la tradición". Además, exigía que cada alumno tuviera una beca para poderse dedicar de tiempo completo a la música. En el Conservatorio, nos quedábamos trabajando ocho horas con nuestro piano, con los discos y con las partituras, el Maestro tenía una visión maravillosa de la música.

LM.- Tan grande que a él le debemos: el Conservatorio, Bellas Artes, la Sinfónica Nacional, el Taller de Composición. Pero, dime, después de la experiencia con Carlos Chávez te vas a estudiar a París...

Mario Lavista, cruza sus piernas, delgadas como la estructura de todo su cuerpo mientras responde:

"Me encaminé a Europa, hacia mis primeras experiencias en la música electrónica, que después abandoné porque me di cuenta de que no había en mí la necesidad de expresarme a través de ella. Yo básicamente estoy orientado hacia la música instrumental.

Me siguen fascinando los violines, los fagotes, las flautas, la orquesta, los conjuntos de cámara.

En cambio, en la música electrónica tú elaboras tu obra en una cinta magnética. Tú te conviertes simultáneamente en el compositor y en el único intérprete de tu propia obra, puesto que la obra está grabada. Y a mí me gusta la música en vivo. La misma balada de Chopin interpretada por diez pianistas, tiene cada una algo diferente. Porque el intérprete está aportando algo de sí mismo, y yo creo que esa conjunción de voces del compositor y el intérprete es lo que recibe el oyente, que a mi juicio redondea el fenómeno estético de la música.

LM.- Los tres núcleos: el compositor, el intérprete y el oyente.

ML.- Así es. La música que no se escucha para mí no existe. A mí me gusta la idea de ser un compositor que escribe música en papel pautado. La notación musical es una convención; es algo que ha evolucionado al paso de los siglos. Y que, a través de la técnica, debes tratar de que coincida lo que tú oyes internamente, y lo que posteriormente vas a oír exteriormente.

Aunque nosotros los escritores tenemos un recurso maravilloso para cambiar las cosas: ¡una goma para borrar!

EL ÚNICO SONIDO QUE LOS MUERTOS OYEN

Entre las composiciones de Mario Lavista, conjunto de sonidos que tienen que ser escuchados, están: El tríptico, Canto del Alba, Nocturno y Lamento, Obra Orquestal, Ficciones, Madrigal para clarinete solo, Responsorio In Memoriam Rodolfo Halffter. "Una leyenda japonesa dice que el sonido de la flauta es el único que los muertos son capaces de oír. Y un responsorio es un canto de muertos. Yo estoy convencido de que los muertos oyen. No ven, ni tocan, ni respiran, pero oyen. En esta obra yo quise sugerir una procesión de músicos que están acompañando al muerto y le están ayudando a separar el alma del cuerpo. Son dos o tres gentes cargando un féretro, y atrás va un clarinete, probablemente una trompeta, y van caminando y van tocando hasta enterrar a su muerto. Las campanas tubulares las usé para sugerir las campanas de las iglesias de los pueblos. La idea era visualizar un cortejo fúnebre que pasa por un pueblo. El tambor es el instrumento que va adelante y que está haciendo esta melodía que es como una especie de quejido por la ausencia del finado".

LM.- Yo creo que la muerte es un misterio, pero pienso también que la música es otro misterio.

Guardando unos segundos su pensamiento entre el humo, Mario Lavista inclina su esbelto cuello cuando dice: "Yo no puedo revelar el misterio de la música, no puedo llegar a su esencia, pero sí puedo aplicarla al misterio, sí puedo habitarla, no nada más como compositor y como intérprete, sino como oyente. La música tiene dos vertientes: puede cantar a la vida o puede cantar a la muerte.

Puede comunicarse con los vivos, y también alabar a Dios.

LM.- ¿Te consideras un músico de vanguardia?

ML.- A mí realmente nunca me ha preocupado el ser de vanguardia o retaguardia (reímos). Yo lo que quiero hacer es una música con mi propia voz. Si yo me pongo a imitar a Mozart, voy a ser un subMozart. Yo creo que lo peor que puede hacer un compositor es seguir los modelos de moda, porque la moda es lo más efímero o que hay. Afortunadamente, Luz Marcela, estoy produciendo constantemente. La inspiración está muy desprestigiada, lo sé, pero es un hecho que la inspiración existe y que no se pude suplir con la técnica. Los griegos decían que la inspiración consistía con convocar a las fuerzas ocultas, llenarte de ellas, y sacarlas luego en la creación artística. ¿Qué cuándo se da la inspiración? En la soledad y en el silencio. Para mí el hecho de estar escribiendo música es como escribir mi diario íntimo. Tiene que haber emoción ...

LM.- Mario, ¿por qué hay música que parece renovarse siempre?

ML.- La buena música siempre se renueva. Es la misma y siempre es nueva. Porque hay algo más allá de los sentidos, más allá de las notas. Por otra parte, tú como oyente también cambias: maduras, creces, te modificas, te transformas y oyes la misma obra y la obra se renueva al contacto contigo. Porque en la música se habla a nivel individual.

Imposible saber en qué parcela del azar agazapada esta música destila su instantáneo licor de transparencia y nos lleva al borde de un océano que sin cesar recrea en sus orillas la dorada permanencia de las formas.

(Algunas líneas de la poesía de Alvaro Mutis a Mario Lavista).

LE TENEMOS MIEDO AL SILENCIO

LM.- ¿Tú crees que el mundo ha perdido la música?

ML.- Yo sí creo que este siglo, en términos muy generales, vive una especie de oscurantismo, porque ya no se cree en los valores que sostuvieron durante siglos al hombre, como la justicia, la templanza, la honradez, el arte... El hombre ya no cree en el arte. La cultura la recibe a través de la televisión, que en vez de informar te quita tu cultura, porque a la televisión sólo le interesa tu presente, la actualidad, y si nada más eso te interesa ya no te sientes parte...

LM.- Del pasado y de tu futuro.

ML.- Exactamente. Para conocerte tienes que voltear atrás. Y creer firmemente en los valores que han sostenido al hombre durante toda su existencia. En términos muy generales, por ejemplo, hoy la música sirve simplemente para distraer, y yo creo que la música es para hacerte lúcido, es como la lectura. Tú lees para tener un diálogo contigo mismo a nivel muy profundo. La música es lo mismo, pero tal parece que ahora ponen a la música de fondo nada más, como un ornamento.

Eso quiere decir que le tenemos miedo al silencio. Esto es alarmante.

Escuchar profundamente la música te sirve para conocer el alma del hombre, es decir, tu propia alma. Y se compone por la necesidad que tienes de decir las cosas. - Dejando a sus ojos que iluminen como estrellas su bello y sereno rostro, Mario Lavista termina diciendo con una amplia y silenciosa sonrisa: "A mí me parece que la música pertenece al espacio de lo inefable, de lo indecible.

CUANDO LAS PALABRAS YA NO PUEDEN EXPRESAR LO QUE QUIERES, SIGUE LA MÚSICA ".

18 Diciembre/1988

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