John Nevin - Odio a la gente que dedica su vida al dinero
Actualizado: 3 ene 2021
A Mr. Nevin le tocó participar en la Segunda Guerra Mundial, en los bombardeos a Alemania. Pero
cambió la ametralladora por el pincel, y desde hace 26 años radica en Guanajuato, dedicado a pintar al templeo y al óleo. Está casado con Lila Alaniz, Directora del Museo Diego Rivera, lo que le hace compartir de cerca su vida con los mexicanos.
EN LA GUERRA, LA CUESTIÓN ES LA VIDA O LA MUERTE
A los veinte años entré a las fuerzas armadas de los Estados Unidos de Norteamérica como ametralladorista y radio telegrafista, con base en Italia del Sur", empieza mi entrevistado, hablando con acento que delata su procedencia.
LM.- ¿ Y esa actividad le gustaba, señor Nevin?
JN.- No, no puedo decir que me gustaba. Era un trabajo estúpido, pero por la descarga de adrenalina, el hombre se siente en el combate más vivo que en cualquier otro lugar. Yo estuve más vivo durante la guerra que en cualquier otro tiempo después.
LM.- ¿No le traumatizaba el hecho de destruir a otros seres humanos?
JN.- No, porque la cuestión era si yo seguía viviendo o los otros...
-Y mientras en su mano izquierda sostiene un cigarro, la derecha ha prendido un cerillo donde la lumbre luego avanza y él no se apura en usarlo, casi hasta que llega a sentirlo... Continuando entre el humo dice: "Fui alcanzado por el fuego antiaéreo. Me pegaron en una mano y en las piernas; perdí mucha sangre, pero mis heridas no eran serias. Sin embargo, terminé mis 35 vuelos obligatorios que a veces pensaba nunca iban a terminar... Los que no pudieron aguantarlos fueron enviados a la infantería, y allá murieron todos",
Hay un largo silencio, que se interrumpe con mi siguiente pregunta:
LM.- ¿Y qué fue para usted la guerra?
Ante su expresión, tratando de haber entendido, se la repito en inglés para facilitarla: - What
means "War" to you?
JN.- Una gran aventura. Creo que la guerra es inevitable. Tal vez la forma que utiliza la naturaleza para evitar el exceso de población, responde, fumando cigarrillos interminables.
LM.- ¿Volvería a defender a su patria, señor Nevin? JN.- No, eso sí no. Yo usé ya todo mi patriotismo. Ya hice mi deber. Yo nunca he querido ser un soldado profesional. Por eso no quise entrar a las "reservas". A todos mis amigos que firmaron se los llevaron a la guerra de Corea.
Yo no entiendo por qué un hombre firma por dinero. Ellos vendieron su vida solamente por dinero...
Sentado en chancletas, bata corta a rayas que deja al descubierto sus bronceadas piernas, algo despeinado pero registrando formalmente todo con sus ojos azules, John Nevin se deja guiar en la conversación.
LM.- ¿Usted sigue siendo ciudadano norteamericano?
JN.· Sí...
LM.- Entonces puede usted votar en las elecciones.
JN.- Si quiero.
LM.-¿Y no quiere?
JN.- No. Yo voté la última vez en el 52. Yo creo que la política es una estupidez, finalmente. Porque ninguna revolución ha cumplido sus promesas. Para mí es típico el caso de Napoleón. A punto de liberar a los franceses, terminó siendo su Emperador. Siempre hay una tiranía y viene otra a sustituirla.
Eisenhower, el gran héroe, nunca estuvo en combate. ¿Cómo pueden ser héroes si mandan a otros hombres a la muerte y ellos no arriesgan su vida? Eso lo tomamos mucho en cuenta los que hemos estado en el frente.
En el espacio ambiguo donde estamos, combinación de sala recepción- estudio, hay al frente
un gran ventanal donde ocurre sin violencia el deslizamiento del sol sobre un muy bien cuidado
jardín, que el correr del agua de una fuente hace refrescante y muy agradable a la vista.
EL ARTE DE VENDER VOLKSWAGENS
Al terminar su servicio, John Nevin recibe 5 medallas. Y le ofrecen becas de estudio. Rhode Island School of Design por cinco años y en la Academia de las Bellas Artes en Florencia, Italia, de 1952 a 1954.
LM.- ¿A partir de entonces se dedicó únicamente al arte?
JN.- No, de vez en cuando era necesario hacer otras cosas para poder vivir. Yo he trabajado en una fábrica de aviones, como vaquero en Arizona, como cartero, como profesor en una escuela de arte... Pero desde que me vine a vivir a Guanajuato, sólo la pintura me ocupa.
LM.- ¿Que piensa del. .. -me interrumpe para decirme: "Llámame John"-.
¿Qué piensas del mexicano, John?
JN.- Yo creo que los mexicanos son más abiertos, más tranquilos que los norteamericanos. Yo no podría vivir en una país donde no me gusta la gente. Aquí la gente es más relajada y no se pone ansiosa por nada. La vida en Norteamérica es difícil. Es increíble que haya tanta presión social. Yo nunca la he sentido aquí. Odio a la gente que dedica su vida al dinero. Para mí, la obsesión de acumular dinero es una enfermedad.
Por eso no quise ser hombre de negocios ni abogado, como mi padre. Yo creo que la ambición ha destruido más vidas que cualquier otra cosa...
LM.- Pero una ambición bien encaminada hace que la gente se supere...
JN.- Bueno, para mi, una persona debe hacer una cosa porque le gusta hacerla, y no para ganar fama o dinero. Yo he expuesto en San Francisco, en San Antonio y en New York en el Museo de Arte Moderno, pero finalmente desistí de hacerlo porque querían convertirme en un payaso. Un artista tiene una exposición de collage un año, y el otro año de otra cosa.
Y siempre debe presentar algo original.
Eso cuenta mucho allá. Ese énfasis en la originalidad convierte el arte en un negocio. A los dueños de las galerías lo que les interesa es el dinero, no la pintura.
Actúan como si vendieran Volkswagens.
UN PINTOR AL TEMPLE
LM.- Al temple, al huevo y al fresco, eran técnicas comunes en la Edad Media y el Renacimiento,
hasta que los hermanos Van Eyck inventaron el uso del óleo por transparencias o veladuras hechas con barniz. Actualmente hay poca gente que pinta al temple,
¿verdad?
JN.- Sí, muy poca. Es una técnica muy antigua y muy complicada, porque tu tienes que preparar tus pinturas. Moler los colores con una mezcla de huevo, aceite de linaza hecho grueso por el sol y agua. Una vez preparados los colores para pintar al temple, hay que usarlos en un término de dos semanas, porque si no, se descompone el huevo y empiezan a oler horriblemente. Esta es una desventaja del temple, pero puedes hacer cosas muy lindas. Arriba del temple pongo transparencias al óleo para darle más profundidad a la obra. Para mí, pintar es un placer.
LM.- ¿Pero qué otra distracción tiene?
JN.- Lila, mi mujer (ríe abiertamente). También me gusta leer y el jardín.
Entre su variada obra hay un "pato" que por su trazo de líneas finas de gran claridad en los detalles
y luminosidad, es una belleza ¡que fascina! No puedo dejar de felicitarlo. A lo que John me invita
a ver su obra que tiene distribuida en toda su casa, como un rasgo de simpatía y amistad que me distingue.
Ya terminada la visita, me acompaña hasta la puerta de la calle.
El pintor me despide con una sonrisa y esa calma que el hombre ha adquirido y transportado a sus obras, invitando a mirar con él, con una ingravidez casi mágica.
24 Mayo/1987
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