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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Elena Poniatowska - ¿ Quién iba a premiar a los muertos de Tlatelolco?

Actualizado: 18 ene 2021

La lluvia que bautiza constante la callecita empedrada para llega al número señalado, ha propiciado la misma sonrisa traviesa de aquella chiquilla insegura pero dispuesta a abrirse a los demás, que reside en esa belleza que Elena Poniatowska conserva como una especie de inocencia que la ampara en el tránsito por el mundo.


Vistiendo un atuendo tan informal como el tono que impone a nuestra conversación desde un principio. Elena Poniatowska comenta: "Yo soy muy desorganizada; nunca encuentro nada, pierdo todo, tengo un escritorio lleno de papeles, mire, por ejemplo, aquí está lleno de migajas ... " -pone sus manos a reunirlas, mientras agrega llena de sus ojos claros:

"Soy muy desordenada, no se donde están las calles, me meto en sentido contrario... Las mujeres en general siempre tratan de dar una imagen muy ejecutiva. Piensan que son modelos deslumbrantes que acaban de salir del salón de belleza, llegan puntuales a todas partes, nunca se les corren las medias, no se les corre el rímel. Yo no sé cómo le hacen. Yo no puedo hacer nada; cuando no se me ponchan las llantas, me poncho yo ..." (ríe).


UNA MAQUINA DE ESCRIBIR


LM.- ¿Tiene algo que reprocharse?


EP.- Ante todo, como la mayoría de las mujeres, yo siempre me sentí culpable de ser muy mala madre. Le he dedicado demasiado tiempo a escribir. A veces era tan compulsiva, que estaba todo el tiempo dale y dale en la máquina de escribir, cuando debía de estar con mis hijos, y una vez me impresioné muchísimo porque que a uno de ellos le pidieron en la escuela, que hiciera un retrato de su mamá. Y mientras los otros por niños dibujaban una mamá en la cocina o una mamá planchando el mío dibujó una mesa de patas flacas, y sobre ella una máquina de escribir. Para mí fue un trancazo. "Bueno -dije-, para mi hijo yo soy una máquina de escribir.

Eso quiere decir que soy una pésima madre". Ahora estamos muy unidos y nos queremos mucho, pero cuando yo estaba atendiéndolos, decía: "Ay, cómo no se van a dormir estos niños para poder hacer lo que yo quiera" . .. Y cuando estaba escribiendo pensaba que debería estar con mis hijos. Entonces uno siempre vive así, contradiciéndose, recriminándose y culpabilizándose. Es la mejor arma de tortura.


PERIODISTA DE UN DÍA PARA OTRO


La autora de crónicas y entrevistas de: "Fuerte es el silencio", "Hasta no verte Jesús mío", "La flor de Liz", "Querido Diego, te abraza Quiela", "La noche de Tlatelolco", entre otros libros, relata su comienzo en esta o por actividad: "Yo me inicié en el periodismo de un día para otro, y retrato sin saber absolutamente nada, otros porque de haber sabido un poco yo creo que no me lanzo. Uno de mis atributos siempre ha sido la inconciencia. En aquel entonces ni siquiera conocía mi país.

Entrevistaba a muchísimas gentes, entre otros, a Alfonso Reyes, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Luis Buñuel. A todos los que en mí despertaban una actitud admirativa. Yo hacía preguntas muy babosas o muy ignorantes, que le dieron en cierto modo un estilo a la entrevista, porque decían los lectores: "Bueno, a ver qué estupideces va a preguntar ésta ahora" ... A mi estilo lo llamaban ingenuo o candoroso, pero era realmente el estilo de la ignorancia, porque no sabía nada" . Y cuenta con esa sencillez auténtica su amistad con los que a hora son los grandes escritores de México: "Claro (sonríe), pero ellos en esa época eran quizá más grandes porque eran muy cálidos, muy accesibles. Cuando yo tenía dieciocho años, veía a Octavio Paz y a Carlos Fuentes con mas facilidad que ahora. Hoy casi nunca los veo. Carlos Fuentes es tan famoso que siempre está viajando. Octavio Paz siempre está trabajando" ...

Encoge suavemente sus hombros, mientras brillan sus ojos al ver bajar las escaleras a su hija que pasa sin molestar.

"NADA, NADIE LAS VOCES DEL TEMBLOR"


Los argumentos narrativos de la Poniatowska son intransigentes denuncia que manifiesta con una convicción inquebrantable, de los sucesos que estaban ahí, pero que la mayoría no se atrevería o, simplemente, no podría ver de frente.

"Yo empecé como todos: ayudando. Te vacunabas y te ibas a las brigadas; así empecé a ir a los albergues y a revisar la vigencia de las medicinas, a transitar por las calles y tomar de las necesidades de la gente, a hervir peroles y peroles de agua, a cocinar cazuelas y cazuelas de arroz ... Recuerdo muy bien que me habló Carlos Monsiváis y me dijo que qué diablos estaba haciendo yo en vez de escribir, pero en ese momento lo que menos quería hacer era escribir; pensaba que no servía para nada, que lo que había que hacer era ayudar con las manos, ir a los lugares, juntar ropa ... Creo que el dolor y el sufrimiento son tan respetables que uno no los puede tocar. Por eso decidí escribir con mucho rigor relatos secos, textos muy escuetos, sin anotaciones al margen. Fueron como días de guerra, tres meses de escribir una crónica diaria. Para hacer ese tipo de cosas tienes que estar como anestesiada, pensar únicamente en que tienes que ser eficaz, y no sólo para escribir las crónicas, sino para lograr otras cosas que venían al lado de las crónicas; que una casa para doña Chelo Romo, que les pusieran unos lavaderos en la vecindad, que se necesitaba una escuela temporal..

Había miles de cosas que se derivaban de las crónicas y que también había que hacer. Sí, algo bueno salió de los escombros: La cercanía con las costureras, con Cuauhtémoc Abarca, con Juan Guerrero, con la Coordinadora Unica de Damnificados, con las mujeres albañiles que están construyendo sus casas ... Para mí todo esto es tremendamente gratificante".


"LA NOCHE DE TLATELOLCO"


LM.- Usted aborda con gran valor civil el tema de la denuncia política en su libro La Noche de Tlatelolco. ¿ Cuál ha sido la actitud del Gobierno ante esta obra suya?


EP.- Obviamente, el Gobierno nunca me ha querido. No me quiere en 70 y no me quiere en 85. Y no creo que se muera de amor por mí ahora. No sé, los gobernantes tienen una táctica que se inició con Luis Echeverría, que consiste en ir en busca de sus opositores, asediándolos para intentar premiarlos ...


LM.- ¿ Y lo intentaron con usted?


EP.- Sí, a raíz de la publicación de La Noche de Tlatelolco, quisieron darme el Premio Xavier Villaurrutia, y yo lo rechacé totalmente, a través de una carta un poco insultante en la que preguntaba quién iba a premiar a los muertos. Yo consideraba que mi libro no era para festejarse, porque contaba la muerte de mucha gente y además lo canallesco que podía ser el Gobierno. -En la faz de Elena Poniatowska se refleja un pensamiento sereno, y -¿cómo decirlo?- una sombra momentánea, que permanece oculta en su ser cuando recuerda: "En la masacre del 2 de octubre de 1968, murieron baleadas en la Plaza de las Tres Culturas entre 300 y 500 personas, entre ellas, mujeres embarazadas, jovencitos, niños, vendedores de periódicos, incluso una edecán cuyo nombre era Virginia, que había llevado a unos turistas ahí a la plaza, y traía su traje rayado con los círculos. Murió con todo el pecho desflorado, porque a ella le tocó una bala llamada expansiva, que tiene una cruz en la punta y revienta la piel y la enchina, por lo cual es casi imposible coser esta herida. Muchísimas gentes quedaron muertas en el pavimento, así como quedaron los zapatos de los que escaparon, como quedó la sangre en los elevadores, en los muros, en los parques, junto a la iglesia de Santiago Tlatelolco . . . "Mi libro se publicó en el 71, pero le aclaro que no soy una gente desencantada.

Yo creo que uno se desencanta porque tiene la facultad de desencantarse. Yo no la tengo. Soy una gente como todas que tiene problemas y que tiene momentos de desesperanza y momentos de muhina o de tristeza, pero de desencanto es difícil. Porque uno renace todas las mañanas, como la naturaleza; a menos, claro, que uno quiera matarse, suicidarse; pero la vida es más fuerte que uno! ...


LM.- ¿ Y cuál es la fuerza que nutre su vida?


EP.- Yo creo que la fuerza que nos mantiene vivos a todos es la fuerza del amor. No sólo el amor por la pareja -el amor amoroso de las parejas pares, como dice López Velarde-, sino el amor por los niños, por los hijos, por la madre, incluso por los amigos o la gente que nos rodea. Y eso es lo que a todos nos mantiene.

Además, siempre hay una ley de la balanza; cuando nosotros estamos mal, hay otros que amanecen bien; cuando nosotros estamos enfermos, hay otros que están sanos y que nos pueden cuidar; cuando hay una muerte, hay un nacimiento ...


Elena Poniatowska se despide a través de la lluvia, sonriendo como una niña inquieta y observadora de la vida con la que, involucra incesante y humanísticamente.

10 SEPTIEMBRE 1989

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