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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Ramon Martin Huerta - México será diferente, para bien

Actualizado: 24 ene 2021


“No puede pasar”. La orden fue grave. Provenía del primer acceso al edificio de la Subsecretaría de Gobernación. Mientras otros ocho o diez agentes de seguridad con walkietalkies rondaban, como abejas sin quehacer, alrededor de quien pareciera o no sospechoso. Quince minutos después de varias llamadas internas, se dio la señal y quedaba libre, pero siempre vigilado, el paso a las oficinas principales. Por un elevador, y arropados por Francisco Aguilar, su asesor personal, llegamos hasta una elegante sala donde recibe Ramón Martín Huerta, Subsecretario de Gobernación.


¿Por qué hay tanta seguridad, Martín?


Porque con mucha recurrencia vienen grupos de todos los puntos del país con ganas de protestar, y a veces por un asunto local de sus comunidades. Digamos que son normas generales de seguridad extremas que son muy incómodas para nosotros porque no hablan para nada de la imagen que uno quiere proyectar: una imagen abierta, amable, que aún no cambiamos. Son exactamente los mismos grupos de seguridad; pertenecen a la Policía Auxiliar de Distrito Federal. Creo que sobre todo se debería ser muy profesional y amable; así es que perdón pero…


Ramón Martín Huerta toma asiento, arqueando sus cejas, con gesto preciso de su mano abarcando su oficina que concentra en su mediano cuerpo.


¿Extrañas Guanajuato?


Mi recuerdo más amable es mi regreso a la Plaza Mayor. Vivo muy cerca de allí con mi familia y es muy cómodo ir y encontrarme no solamente gente de León, que es muy frecuente, sino de diferentes estados, que me reciben con mucha amabilidad y familiaridad; eso es lo mejor que me puede pasar a mí después de esa historia no tan añeja de políticos que salieron del estado y no se les volvió a ver, que nada más (llegaron) a gobernar y después se retiraron con preocupaciones y señalamientos. Pero creo que en el aspecto humano lo que permanezca con los pies en la tierra, saludando a la misma gente, con el mismo gusto, con la misma sencillez. Eso es lo que me hace sentir bien.

Se te considera una persona sumamente cuidadosa en lo político y en tu trayectoria también has sido un hombre fiel.


¿Qué significa esto para ti?


Mi trabajo ha estado centrado en el aspecto sensible, en el aspecto humano; entonces, cuando se tiene esta convicción, uno cuida lo que hace; es decir, yo nunca fallaré a la lealtad de las amistades y en mi tarea tengo un compromiso profesional. Lo que hago lo hago por vocación, pero le pongo el ingrediente profesional, busco cada vez prepararme. Yo me preparo en la brega, en la vida diaria, en mi trabajo. Fui gobernador, pero por muy poco tiempo; no me da tiempo de acordarme que lo era con tantas actividades y retos que tuve que enfrentar y eso me ha hecho aprender cada día. Los resultados aparecen después en los ojos de la ciudadanía; eso es un trabajo cuidadoso, pero no hay más que hacer que lo que debes hacer y buscar hacerlo bien.

Para hablar de política, Martín Huerta ha aprendido a salir victorioso con respuestas bien preparadas para no malinterpretar.


¿Te consideras un político real?


Yo creo que en proceso, porque un político debería ser el que nace y luego tiene la oportunidad de hacerse más; es decir, nacer con las cualidades y prepararse, hacer carrera en lo académico, complementar esas cualidades con las que naciste en la academia. Estoy en proceso, porque el hombre nunca deja de prepararse y de aprender.

¿Cuáles consideras que son tus mejores cualidades como político?

Yo siempre he dicho que una persona que escucha aprende. A mí me gusta mucho escuchar; quien no se dedica a escuchar y a aprender no tendrá mucho que dar; entonces busco explotar y fomentar la cualidad de escuchar, escuchar y ser mesurado en el análisis que hago de los temas que se plantean. Esto suena fácil, pero me resulta difícil aun cuando lo experimento mucho, porque los problemas del país ya son complejos.


¿Cuáles podrían ser tus tan buenas cualidades?


Yo creo que al haber caminado y aun tramo de la vida y haber conocido una serie de temas, te traiciona algunas veces la soberbia. Soy un hombre que también puede ser traicionado en este sentido y (llegar a creer) a veces que domino el tema y el escenario. O pretender… que entendí todo. Y seguramente, los defectos probablemente de origen; complejos de la niñez, de la vida en la formación elemental, me traen limitaciones.


¿Por qué de tu niñez?


Tuve la necesidad de salir muy pronto de casa, de trabajar y hacerme autosuficiente. Fui huérfano a los nueve años, entonces tenía que ayudar a la casa. Eso da una madurez muy temprana, pero te evita vivencias de la niñez: correr cuando se pudo caminar el espacio de la niñez, de la adolescencia; cambiar en algunas ocasiones los juegos por asuntos ya más de los adultos. Esto lo transforma a uno.


¿Y a tus hijos tratas de darles lo que no tuviste o de cubrir además lo que tú crees que se debe vivir?


Sí, y eso me hace a veces cometer errores, lamentablemente inevitables; uno sabe lo que no debe hacer y desgraciadamente incurre en ellos. Esto es un sentir permanente que creo tenemos los políticos, porque no estás donde debes estar; me refiero a estar con los hijos y la familia. Uno sabe los riesgos que tiene, sabe lo que debe decirles para evitarles los tropiezos que quizás uno evitó; pero esto no se hace vía telefónica, hay que estar ahí. Este es el costo mayor que paga uno y luego te das cuenta, que en contrapartida, de que los hijos suplen, aprenden y seguramente leen en la vida de uno que –lo que no les das- ellos lo consiguen; hablando de lo humano; éste es el sentimiento que queda. Finalmente la contraparte es muy agradable también, porque cuando tengo media hora, una hora, una tarde… voy rápidamente, aunque sea por un día o un día y medio. Trato de sacarle jugo al espacio varias veces hablando, otras veces con silencios y con presencia, que dice también muchas cosas… Ésta es una etapa diferente que estamos viviendo en que se valora mucho más el tiempo, cuando es de calidad… Quizá cuando vives con alguien, con la familia, y crees que con estar ya supliste todo. En cambio, cuando el tiempo se reduce, lo valoras más.


¿Qué tan importante es el apoyo de tu esposa en tu trabajo?


Es fundamental el apoyo; nosotros tenemos una disciplina medio acordada.


¿Por qué medio acordada?


Porque se explica una parte y la otra, sin explicarse, la entendemos. Al final yo tengo todo su apoyo –Martín Huerta puede seguir hablando y a la vez leer la tarjeta que le pasan y que guarda discretamente-. “También el ejercicio de la política, de los tiempos de la ausencia, de compartir también muchos momentos juntos en mi etapa de gobernador, en la tarea pública. Mi mujer estuvo presente, quizá con menos frecuencia, pero con un apoyo decidido cuando acepté el gobierno y desde que fui diputado, hace más de doce años. Esto nos ha permitido ir ajustando los tiempos. El tiempo de un diputado es diferente al de un secretario particular del gobernador, de un Secretario de Gobierno y después de un gobernador. En este momento hay una comprensión muy clara del compromiso que estamos enfrentando como familia; tengo todo el respaldo y el apoyo, no hay reclamo sobre la calidad de la atención a los hijos. Tengo 44 años, digamos que hace 14 años estoy en la política de manera intensa, de tiempo completo, ya con responsabilidades en mi partido y después con cargos públicos.”


¿Cómo actúas cuando te encuentras en circunstancias en las que tienes que tomar decisiones? ¿Se adelanta en ti Martín Huerta como funcionario o automáticamente consultas la parte interna, la parte humana?


Normalmente la parte humana. Tengo más bien una dificultad, quizá diferente a la de los que aspiran mucho a los puestos: mi problema es que en mí habla primero el hombre y después el funcionario. Mi dificultad es a veces de presencia, digamos en la expectativa tradicional de un puesto como el mío.

Pero estás en un ajedrez en el cual las jugadas son políticas, ahí nadie se tienta el corazón.

Pero ésas se hacen aquí en la mesa; en privado, se gestan los trámites para resolver problemas, y ahí trabaja el hombre. A veces la dificultad mayor es salir a la opinión pública; no es algo que me guste, es algo que entiendo que va ligado a mi responsabilidad y lo hago; soy malo para retratar y creo que no soy bueno para las relaciones públicas. En este sentido, el construir redes sociales no se me da, pero cuando los problemas surgen, a veces por una llamada telefónica o por la computadora, lo primero que hago es ubicar el fondo del asunto, de qué se trata, y luego el ámbito al que pertenece. Entonces la experiencia dicta que hay que esperar y decir: “Bueno, ese problema se va a resolver; sólo es una comunidad, hay que registrarla y observarla, pero va a tener su solución ahí mismo”.


¿Qué pasa si te equivocas?


Normalmente uno da tiempos y observa; si determinado asunto no va teniendo el avance y el progreso que uno espera, entonces hay que intervenir; y si me equivoco, lo que espero en este trabajo no es, como decimos vulgarmente, “meter la pata”, ésa la metemos todos los días; el problema como político es sacar la pierna. Sí me equivoco, pero cuando los asuntos son grandes problemas sociales nunca decidiré solo; analizo alguna perspectiva del asunto e inmediatamente lo consulto, dependiendo del tema de que se trate. Sobre todo en estos cargos, siempre hay gente alrededor que debe saber más que uno; es necesario, pues, consultar; recurrir a la experiencia pasada en otras circunstancias y en otro tiempo, pero hay que hacerlo muy rápido. A veces es mental y con ello el proceso de toma de decisiones en este ámbito federal se hace más difícil, hay que hacerlo con más cuidado. Nunca acostumbro decidir a la primera, ni por impulso, mucho menos por presiones. Procuro ser cuidadoso; observar los planteamientos que hay y decidir hasta ver qué es lo más conveniente. Cuido mucho cuando hay gente involucrada, cuando hay riesgo físico o la vida de alguien está en juego. Eso no permite margen de errores. Tomo la decisión con los expertos, en reunión de consejeros, gente cercana a los temas, a los acontecimientos, y esto reduce mucho el margen de error.


Si las acciones políticas que pudieras aplicar no sirvieran en realidad para mejorar la vida de la gente, ¿te preguntarías para qué están sirviendo?


Sí; ésa es una pregunta esencial al tomar una decisión. Inclusive cuando se va a un proceso social uno sabe o anticipa si aquello es el producto de intereses mezquinos de algún grupo o algún líder. Uno llega a molestarse si sabe que todo aquel gran esfuerzo le sirvió a alguien que está engañando a la gente; porque finalmente se está trabajando para darle satisfacción y mejores servicios a la población, para mejorar cada rincón de este país; entonces este tipo de cosas molestan. En esta época de transición se ven muchas cosas así; uno quisiera cambiar las cosas inmediatamente, sabes que el resultado puede ser mucho mejor para la sociedad pero éste no se da porque tienes que consentir actitudes negativas en esos procesos, eso duele.


¿Sufres por Chiapas o por Yucatán?


Automáticamente se ajusta el saco como si este tema lo sacara del orden establecido y con gran rapidez mental contesta:

Sí, sí, sobre todo por la parte que me toca; siempre me deja este tipo de sentimientos: por un lado, el sufrimiento de sentir que aquello es sólo un aparte que se está magnificando. Pero este tipo de asuntos no son característicos solamente de Chiapas; y me han molestado mucho los aspectos de Yucatán. Finalmente lo que uno hace es conciliar, y hacia eso normalmente apunta la dirección de una decisión. No siempre son buenas todas, el mal menor es el que uno siempre busca, y con eso se queda uno satisfecho porque, de lo contrario, esto entraría a niveles personales. Yo pongo toda mi capacidad, pero tampoco voy a meterme al corazón de los asuntos que son públicos, de la sociedad, que son de todos; no los voy a hacer solamente míos; me moriría aquí. Ese nivel de sufrimiento no implica que soy un mártir del trabajo político; he ejercitado mucho la decisión política y sé manejar los asuntos, busco nunca personalizar las cosas. El análisis me lleva a eso; estar seguro de que la decisión que tomé sea la mejor que podría tomar, porque en esa medida se obtiene una satisfacción y una compensación como ser humano. Sentir que estoy dando frutos, que estoy haciendo algo que me produce impacto, que produce cambios en la sociedad, ése es el alimento para un político. Así es en mi caso; ésa es la satisfacción con la que regreso a casa, cada fin de semana “a cargar baterías”, aunque no platique yo de esto, aunque muchas veces no me preguntan y no se dan cuenta, pero yo me retroalimento de esa manera.


¿Crees que va a haber un México diferente?


Estoy completamente seguro; será diferente y para bien; diferente lo es desde ahora, desde el momento en que tenemos un presidente que con la mano en la cintura declara lo que siente sobre temas que eran tabú, o que de repente rompe el esquema de la formalidad, pues antes no se hablaba en determinada forma; que se baja del nicho, despide a un secretario, apoya a otro, (lo cual en Guanajuato no nos extraña mucho porque ya lo conocíamos), pero que a nivel internacional probablemente resulta extraño… Éstos son los cambios que estamos viendo de un gobierno diferente; y rápidamente se van a reportar los resultados.

Martín, a mí siempre me ha llamado la atención, desde Guanajuato, cómo se puede dar este matrimonio entre tú y Vicente Fox. Dos personas con dos maneras de hacer política completamente diferente.

Si hablamos de parejas, éstas se dan cuando los polos opuestos se atraen y logran complementar la falta del otro, enriquecer el planteamiento del otro y apuntar en el mismo sentido. Así pasa en la política; esto finalmente es cuestión de equipo. A mí se me ha hecho una imagen de que he trabajado de más: ésa es la difusión que se ha hecho y que se entiende en la tarea política, hablando del presidente Fox, cuando fui gobernador y antes, pero en realidad ha sido producto del trabajo de equipos. Cuando hablo de lo que he logrado siempre hay detrás de mí un equipo de diez o quince personas, que me acompañan desde hace diez años en este trabajo. Ahora hago cosas que hace diez años eran impensables; ciertas actuaciones mías, como la política: yo no tenía planeado estar en la política, pero me prometí a servir y me fui planteando retos cada vez mayores; éstos no hay que rehuirlos, al contrario, hay que tomarlos. Eso me ha pasado también en la política a nivel nacional; por supuesto, primero va el sello personal, porque no te puedes separar de él, pero el complemento de los equipos es el que da resultados. En los equipos caben los radicales y los acelerados, los que hablan mucho y también los que se callan y son eficaces, que planean y no hablan; al final el resultado es muchas veces injusto porque no se puede dar el reconocimiento puntual a lo que aporta cada quién, pero finalmente es producto hoy en día si no es trabajando con equipos y con las herramientas modernas que ahora hay. Yo estoy seguro del despegue del país, un país con el sello de la modernización –no la modernización global que vivimos, sino la participación y la integración de la gente en los procesos de desarrollo-, la cual veo cercana. Veo un México con desarrollo, que incluya a los micro y pequeños empresarios, todos progresando; veo a las medianas y grandes empresas asociadas a una realidad mundial global, asociadas con cualquier otro país de cualquier nivel; esto no está lejos, creo que estamos enfocando de manera muy cercana este tipo de aspectos, que pronto van a venir.

Lo más difícil, Martín, es lo que tú comentaste: la expectativa que tiene la gente, que se ha hecho tan avasalladora del presidente, y su manera –obviamente- de comunicar. La gente piensa de más y está esperando que el cambio suceda más pronto de lo que ustedes pueden avanzar.

Debemos entender que el presidente es el que jala a todo el gran equipo de trabajo, y después, es el líder de esta parte de los mexicanos que decidió el 2 de julio por mayoría y que quiere muchos cambios. Hay que sincronizar muy bien la expectativa. Tener un gran México que no tenga ningún pendiente con el resto: que nuestros hermanos de Latinoamérica nos sigan viendo como un líder, un país más fuerte que apoye de manera solidaria y respetuosa al resto de los países, pero sobre todo sacar adelante a nuestra gente.

Hay una llamada de “la red”, Martín Huerta se levanta toma el teléfono rojo que está junto a la Bandera nacional, ajusta su corbata azul con estrellitas y con su ya marcado ceño, confirma que la entrevista ha terminado.

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