Lorenzo Rodríguez G. - 'Todo lo que soy se lo debo a León"
Actualizado: 22 ene 2021
"Todo lo que tengo y lo que soy se lo debo a León", dice don Lorenzo Rodríguez, rasándosele los ojos con emotividad sincera, como es usual en él. Sentado detrás de su escritorio, donde se amontonan algunos papeles, un teléfono, una carpeta en piel y el libro "Sin Censura", de Mauricio de la Garza, me platica con detalle de su infancia:
"Nací en "Los Ramones", Nuevo León, un pueblito chiquito que está a cien kilómetros de Monterrey. Mi padre era agricultor y mi madre se dedicaba al hogar"
SU COMIENZO
Después de mostrarme una foto de su madre, una mujer de serena belleza, don Lorenzo prosigue sus recuerdos: "En mi pueblo empecé la primaria, pero como siempre según la categoría del pueblo era el maestro que mandaban, en quinto año, a las primeras de cambio, me di cuenta que sabía yo más que el maestro, y decidí trabajar.
Mi padre me llevó a San Pedro, una colonia cercana, con un tío, y allá mientras que en el día atendía una tienda de abarrotes, vendiendo kilos de café desde las seis de la mañana a las ocho de la noche, de nueve a diez de la noche asistía a la escuela nocturna para hacer el quinto y el sexto.
Después de cinco años, en 1922, me fui a Monterrey a trabajar en una zapatería. Y en 1924 llegué a León, para trabajar una agencia de suela y un taller de zapatos, contratado por un señor Montemayor. La agencia estaba en la Casa de la Condesa, en las calles Reforma y Pino Suárez. La suela se curtía en la Paz, Baja California".
Don Lorenzo refleja satisfacción, orgullo al hablar de sus comienzos.
A UN PESO DIEZ CENTAVOS EL PAR
De nariz recta, ojos chicos y hablar rápido, don Lorenzo acomoda sus brazos sobre lo despejado del escritorio, para seguir descubriéndome su historia: "Aquí en León había un distribuidor vendiendo la suela a los fabricantes de zapatos, y a la vez, en la misma casa, estaba encargado del taller el señor Escamilla, que posteriormente fue socio de Felipe Martínez cuando se estableció la EMYCO. Yo empecé como ayudante del Sr Escamilla en el taller de zapatos, en 1924. El fue mi maestro y le agradezco mucho lo que me enseñó. Después de dos años me separé, y con dos mil pesos oro que me regaló mi suegro, fui a comprarle a Agustín Larrinúa cuatro docenas de hormas para empezar a hacer zapatito volteado hecho a mano. Tenía yo dos obreros, y mi mujer y yo adornábamos arriba de la cama, porque no teníamos mesa... no teníamos nada. Una vez terminado, se lo entregaba en canastos al señor Jesús Hernández Jaime, que tenía un negocio de almacén por la calle Alvaro Obregón.
LM.- ¿Y a cómo los vendía?
LR.- A un peso diez centavos el par.
LM.- ¡¿El par?! Y su costo ¿Cuál era?
LR.- Pues era más o menos ochenta centavos. La suela valía noventa y cinco centavos el kilo.
Ahora vale mil ochocientos pesos.
El charol, que ahorita vale cien pesos decímetro, valía cuatro centavos y medio.
LM.- ¿Y cuánto producía?
LR.-Eran como cincuenta pares a la semana. Pero poco a poquito fue creciendo la producción y entonces busqué mercado fuera de aquí. Yo empecé a fabricar el zapato ortopédico en combinación con el dueño de la marca "Taorto", con un contrato que en principio le dejaba una regalía de dos pesos por par. Después aumentó la regalía a cuatro pesos. Cuando quiso obtener ocho, ya no fue posible continuar, porque encarecíamos demasiado el artículo, y a él no le pareció. Fue cuando nació "Cóndor" el primero de mayo de 1930.
Don Lorenzo se para y toma de un librero un zapato de niño, cual ni fuera un trofeo, para mostrármelo. Entiendo entonces el gran cariño que siente por su trabajo.
LM.- ¿Y dónde se ubicaba su fábrica?
LR.- En una casita de la calle Madero, frente al Templo Expiatorio. Entonces se usaba que los obreros trabajaran fuera de la fábrica, y yo les llevaba la materia prima a domicilio, porque además no había donde ponerla. De ahí me cambié a la calle Pedro Moreno 508 ya a un taller más grande, inclusive con maquinitas. Ahora tengo ciento setenta empleados, y producimos aproximadamente mil pares diarios.
Al terminar de decir lo anterior don Lorenzo abre una puerta que da a su oficina, para mostrarme un gran salón lleno de trabajadores en completo orden, haciendo a producción del día.
1967-1969
Uno de los rasgos que distinguen a don Lorenzo es su carácter sencillo, calmado. Es difícil imaginarlo inmerso en el vértigo de la política.
Sin embargo, fue Presidente Municipal.
LM.- ¿Cómo se metió en política?
LR.- No me metí, me metieron (ríe). Sucede que en ese tiempo ya había candidato -del PRI, lógicamente-. Era Antonio Durán. Pero una tarde le dio un infarto y se murió. Estando yo en el velorio, escuchaba a la gente preguntar: "¿ Y ahora quién irá a ser?" A mí ni por aquí me pasaba que sería el elegido. Unos días después llegaron a visitarme Juan Ramón Rico Manuel Álvarez y Rodrigo González Calderón, para decirme que el Centro Patronal apoyaba mi designación como candidato a Presidente Municipal, de acuerdo con los propósitos del Gobernador del Estado. "No, les dije, yo tengo mi negocio". En ese momento me llama por teléfono Torres Landa "Lorenzo, quiero que usted sea Presidente Municipal". Le respondí: "Señor, yo no estoy preparado para eso... " Pero no pude decirle que no, y acepté. Como quiera que sea, es muy honroso para una persona que la nombren presidente municipal de una ciudad que inclusive no es su ciudad natal. Aunque me siento más leonés que muchos. Pero como no nací para político, terminados los tres años, les dije: "Hasta luego señores".
LA PRESIDENCIA MUNICIPAL COMO UNA GRAN EMPRESA
LM.- ¿Y cómo rigió al Municipio, como industrial o como político?
LR.- Como industrial, porque para mí la Presidencia Municipal era una gran empresa en la que el gerente general es el presidente, y los accionistas son el pueblo. Y hay que administrar bien para rendir buenas cuentas a los accionistas.
LM.- ¿Qué presupuesto tenía?
LR.- Yo recibí quince millones ochocientos mil pesos. Para hacer buenas obras se necesita dinero, y en eso influye de una manera decisiva el respaldo que dé el Gobernador. Respecto a la ciudadanía, los leoneses son gente noble, buena, con la que se puede hablar claramente y de la que se puede obtener colaboración.
LM.- ¿A quién considera usted como el mejor Gobernador que hemos tenido?
LR.- En mi opinión, el Lic. Juan José Torres Landa. Después de él, Velasco Ibarra, quien con la colaboración de Fito Padilla (q.e.p.d.) logró darle otra fisonomía a nuestra ciudad. A él le debemos los pasos a desnivel y otras cosas que le dan a León el aspecto de una gran ciudad.
CON LA DEMOCRACIA, VOLVERA LA CONFIANZA
Nos han traído unas tazas de té ya endulzado, como lo toma don Lorenzo, Después de esta breve interrupción, continuó el interrogatorio:
LM.- Señor, ¿Cómo ve la situación actual en las empresas?
LR.- Muy difícil. La economía del país está en los suelos hablando de la rama del zapato. Las ventas han bajado un 30 o 40 por ciento.
Las fábricas trabajan a un 60 o 70 por ciento de su capacidad. La gente no puede comprar zapatos porque apenas le alcanza para comer.
LM.- ¿Avizora algo bueno para México?
LR.- No es que sea pesimista pero, si no podemos pagar lo que debemos, cómo vamos a trabajar y a producir. Es como si hipotecas una casa y no puedes pagar los intereses de la hipoteca. A la larga, el acreedor hipotecario se queda con la casa. Dios nos libre de que alguien se quede con México.
LM.- Oiga, don Lorenzo, quienes están sacando sus dólares del país, ¿no cree que están entregando a México?
LR.- Esos son los causantes de la crisis. Si a México en vez de sacarle le trajeran, otra cosa sería.
Mira, la razón principal de su conducta es que no hay confianza en el Gobierno de México. Y cuando se pierde la confianza se acaba todo.
LM.- ¿Y usted cree que vuelva la confianza?
LR.- Puede volver, cuando realmente se cumpla en México la democracia de la que tanto se ha hablado.
A sus ochenta y un años, don Lorenzo tiene un aspecto muy bueno, así como buen sentido del humor. Dice tener una muy buena receta para llegar a los cien años.
LM.- ¿Cuál?
LR.- Cuidarse mucho a los noventa y nueve (reímos juntos).
SOY FELIZ CON LO QUE TENGO
Don Lorenzo toma el tema de la juventud actual, diciendo que tiene una mayor preparación que las que ellos tuvieron: "Ahora son gente muy capaz, entusiastas, que van adelante". Y pone como ejemplo a los hijos de un amigo al que estima bastante, regiomontano y gran trabajador, que llegó a León dos años después que él, en 1926, don Felipe Martínez: "Mira, Felipe era contador en Monterrey. Y ya aquí, junto con Daniel Martínez y el señor: Jesús Escamilla, decidieron separarse de la empresa donde trabajaban, para poner su propio negocio. Con un capital de 25 mil pesos, empezaron a trabajar en una casa de la calle Cinco de Febrero. Con el trabajo de los tres, que fue formidable y a conciencia, se logró hacer lo que es EMYCO. Felipe fue un esclavo del trabajo en una forma tremenda, y tuvo la fortuna de preparar bien a sus hijos, tanto a Luis Gerardo como a Felipe Pablo, que tienen en su padre un gran ejemplo a seguir... Y una obligación para la ciudad que los acunó".
El tiempo se va terminando.
Durante el trayecto de salida, don Lorenzo me sigue platicando, recordando tiempos, personas, familiares, sucesos. Ya en la puerta, me dice sinceramente y con su filosofía personal: "Soy feliz con lo que tengo". Guarda silencio durante unos momentos, buscando la mejor manera de exponer lo que piensa, y termina diciéndome:
"No quiero que me suceda lo que a un señor que fue inmensamente rico, y cuando se murió, no se llevó nada".
28 Diciembre/1986
Opmerkingen