Dr. Jesús Rodríguez Gaona - Un brindis vale más que cien batallas
Actualizado: 21 ene 2021
E1 doctor Jesús Rodríguez Gaona no necesita presentación. Su condición de ex-Gobernador de Guanajuato, está por encima de cualquier pretexto para entrevistarlo.
El doctor es un hombre sencillo pero no simple. Sus modales reflejan de inmediato una bondad que todos los médicos (y los políticos también) debieran poseer.
La entrevista se desarrolló en una casa que ha de ser centenaria, ubicada en el primer cuadro de la ciudad. Casa silenciosa e impregnada de aromas enrarecidos por el vacío y las maderas antiguas, que es el hábitat austero de un señor equilibradamente austero, sin poses ni pretensiones, que ha dejado huella en los anales del Estado por su valor como profesional y político.
Hace un cuarto de siglo que se retiró de su función. No elude hablar, lo hace con moderación; con la misma moderación con que ejerció el poder en su tiempo, me dice:
"Yo creo que hay dos tipos de gobernantes: unos que quieren entrar en la historia haciendo grandes obras, aun cuando no las pague el que las hace, dejándole a su sucesor su liquidación; y los que proceden como amas de casa, gastando de acuerdo con el presupuesto doméstico. Yo fui de los segundos. Yo no le dejé ninguna deuda al Estado. Al revés, había allí un adeudo algo antiguo, que conseguí lo liquidara el presidente Ruiz Cortines..."
"YO ATENDÍ A LOS DE ABAJO"
Y expone sus ideas acerca de la administración pública y del gobierno, sin mayores complicaciones:
"Como los recursos del gobierno son limitados, hay que jerarquizar los problemas. Yo atendí, considerándolo como punto principal, a los de abajo; es decir, no se justifican las grandes obras costosas, sobre todo ornamentales, cuando hay gente que carece de hospital, agua potable, luz, caminos.
Esos si son problemas objetivos, preferentes para un gobierno que presuma de revolucionario.
Hay que empezar por el campo y el arrabal, y dejar en segundo término los grandes centros de población que tienen recursos propios para pagar sus problemas urbanos, porque es preferible hacer un hospital, donde el pobre puede curarse, que hacer una construcción de muchos pisos.
Yo tuve un presupuesto reducido, treinta y ocho millones de pesos al año; ahora tienen miles de millones.
Claro que en eso influye nuestro peso, que anda por debajo del drenaje"...
Se ajusta sus anteojos de finos aros dorados, y cruzando sus piernas, enfatiza, convencido de sus ideas:
"...Los problemas del campo son primordiales: no solamente es la paz, sino la producción; la prevención de invasiones de tierras, que es un problema de los más duros que hay. Yo sólo tuve dos o tres, y no duraron arriba de un mes. Me valí de gentes que tenían influencia sobre el campesinado.
Tuve como auxiliares a los líderes, que con palmadas en el hombro llevaban a los campesinos afuera del predio invadido, porque no hay cárcel que baste para llenarla de invasores. En eso imité a Ruiz Cortines..."
La conversación no puede evitar el establecer comparaciones entre el tiempo en que el doctor figuró en la política y los tiempos presentes:
"... Ahora la situación es más difícil, ahora sí hay hambre. ¿Sabe usted lo que vale un bolillo?...Yo me propuse sacar el pan, haciéndolo en las cárceles, donde se repartía gratuitamente a todos los establecimientos de beneficencia y a la gente se le vendía barato.
Se resuelven dos problemas al poner a trabajar a los delincuentes privados de la libertad y con necesidad de un salario para su familia, de manera que establecí una cadena de talleres penitenciales, donde se hacía todo lo que se necesita para una construcción: tabique, mosaico, ventanería, obra de carpintería y otras cosas.
Eso me economizaba como un cincuenta por ciento el costo de las obras.
A LA GUERRA, ANDRES, NO VAYAS...
Pero como la política se hace también de anécdotas, comparte sus recuerdos:
"...Siempre me había interesado la suerte de los enfermos que no tienen para comprar medicinas y que a veces dejan de comer para adquirirlas. Esa inquietud me hizo conseguir, de gentes acomodadas, fondos para establecer un botiquín, donde se pudiera proporcionar medicinas gratis o a precios rebajados a los necesitados.
Cuando el Ing. Enrique Aranda era Presidente Municipal, en cuyo ayuntamiento yo era regidor, se me ofreció la oportunidad de ascender a diputado local..."
"...Ya como diputado local, se dio la circunstancia de que el entonces Presidente Ruíz Cortines haría una gira por el Estado. Yo fungía por esos días como Presidente de la Cámara, no porque fuera yo el diputado más distinguido, sino sencillamente porque me tocó asumir tal comisión por orden alfabético. En mi papel de Presidente de la Cámara me correspondía dar la bienvenida al Presidente Ruíz Cortines, pero consciente de mis limitaciones como orador, cedí el honor al licenciado Antonio Lomelí Garduño, que también era diputado. Al día siguiente, el señor Gobernador Aguilar y Maya me dijo que el señor Presidente Ruíz Cortines se trasladaría a esta ciudad de León "de manera que allí no tiene usted a quién pasarle el balón", lo cual me obligaba a tener que pronunciar un discurso ante el señor Presidente.
En aquel discurso, traté de interpretar el pensamiento político de Ruíz Cortines..."
"... En ese entonces, sentí que ya estaba caldeándose el ambiente para la sucesión de la gubernatura.
Había dos precandidatos principales: uno era el licenciado Federico Medrana, y el otro el licenciado Mendoza Ortiz. El primero de ellos fue tachado porque nació en Jalisco, y el segundo fungía como Secretario de Gobierno en la administración del licenciado Aguilar y Maya, y daba aspecto de reelección. Entré, entonces, como un tercero en discordia, por casualidad, sin buscarla por "dedazo", podríamos decir.
No intervino gestión alguna, ni creo que nadie la hizo. Yo a Ruíz Cortines ni lo conocía, se puede decir, y él pues menos a mí... "
"... El caso es que a la siguiente semana el señor Presidente me designó para la silla gubernamental.
Aquí se confirma el dicho aquel:
A la guerra, Andrés, no vayas; porque sin ir ganarás; que un brindis vale más que cien batallas.
Y esboza el perfil de don Adolfo "...Ruíz Cortines era un hombre que se preocupaba por el bien de abajo, que no hizo grandes obras, pero sí obras muy útiles. Por ejemplo, a León hizo extender la carretera Panamericana. Además era un hombre sumamente honesto; cuando murió, tenía creo que cinco millones de pesos, que había sacado, no de sueldo, sino de la venta de los regalos que le hacían, que era como para poner una tienda"...
"METER LA PATA LO MENOS POSIBLE..."
Y llegado el momento del autoanálisis, emerge sincera, sin afectaciones, la modestia que ha caracterizado su conducta:
"...Yo siempre me sentí por debajo de los requerimientos del cargo. Con sólo un año de diputado local como experiencia, le dije al Señor Presidente no tener capacidad, ni preparación política suficientes: "Dígame cuando vaya mal, me propongo meter la pata lo menos posible; usted me puede decir:" se ve desmejorado, pida licencia... "
"...Yo nunca me he sentido gran gobernante. Mi gobierno se distinguió porque fue calmado en todos los órdenes. Consultaba con discreción mis problemas. En la política lo esencial es experiencia y previsión. En el gobierno toda experiencia, buena o mala, vale.
El Estado se puede gobernar con el campo tranquilo. Lo que vale es que el que esté arriba sea honesto y sus colaboradores también... "
"Por ejemplo, aquí en León, Irineo Durán era el colmo del escrúpulo; parecía una doncella de tan escrupuloso. No quería usar ni el automóvil oficial. El pagaba su gasolina. Los mejores presidentes municipales son los gerentes, no así los profesionistas. Los primeros tienen un sentido del valor del dinero; son excelentes administradores.
Yo escogí colaboradores que no eran ricos, pero sí con antecedentes de honestidad profesional o industrial... "
De su alejamiento de la política activa, explica: "No me agradaba.
Yo deseaba volver a mi profesión.
Al terminar mi ejercicio gubernamental, el licenciado López Mateos me mandó a Europa unos meses, en una "comisión", pero era en realidad una comisión turística.
Estuve cuatro meses en Francia, Italia, España y Puerto Rico, para estudiar las condiciones económicas del proletariado rural. Cuando regresé, pensé volverme a lo mío, pero me dije:
"Todo lo malo que pasó, me lo van a cargar a mi administración".
Así que me quedé en la ciudad de México por veinte años, con un cargo en el Seguro Social..."
Me da datos, al preguntar sobre su esposa Bertha, de la cual quedó viudo a los 63 años. Habían contraído matrimonio en la época de los cristeros, lo cual les obligó a casarse en una casa de la calle Juárez No. 26 en el año de 1929.
Al tiempo de concluir más de una hora de interesante charla, le solicito una foto, pues rehúsa la idea de que el fotógrafo imprima placas durante la entrevista. Manda pedir sus álbumes. Indeciso en la selección, escoge una que desmonta fácilmente, aunque pide que aclare que es de hace 30 años.
Ya para retirarme, caballeroso, el doctor me acompaña personalmente, bajando escaleras del piso donde vive con su hermana Margarita.
En el trayecto pide que abran su biblioteca para mostrármela... Y al abrir las puertas que crujen, el lugar esta lleno de libros, piezas que destacan, como una jarra de copper loster, bellos pomos de porcelana y una buena talla que cuelga de la pared. Entiendo que ha querido tener una atención conmigo, lo cual me llena de satisfacción.
Hemos llegado hasta la puerta de la calle. Siento que una recíproca simpatía nos une. Me contengo para no darle un beso de despedida. Y sólo me llevo las luces de sus grisáceos ojos y el resumen y anécdotas de sus moderados 90 años.
8 Julio/1986
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