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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Teodoro Gonzalez De Leon - Una conjunción entre eficiencia y belleza

Actualizado: 19 ene 2021


El renombrado arquitecto mexicano Teodoro González de León mira tras de sus anteojos escrutando a su alrededor, y a firma tranquilo:

"Pertenecemos a una etapa tardía del movimiento arquitectónico moderno pero ya crítica.

Yo creo que el movimiento moderno todavía no está muerto, pero ha tenido grandes fallas y hay que señalarlas, con la crítica básica".

Teodoro González de León tiene aspecto de sabio, con melena a la nuca, amplia frente, cejas delgadas, ojos claros y boca línea fina.

De personalidad distante y firme deja traducir en sus palabras, su trabajo que encierra número y proporción.



LE CORBUSIER


El Arq. Teodoro González de León estudió en la Escuela Nacional de Arquitectura de la Ciudad de México. Trabajó en el taller del Arq. Mario Pani de 1944-47. "En ese momento tal vez Mario no representaba la mejor arquitectura como factura, pero sí la mente más abierta en la Escuela de Arquitectura". Y en 1948-49 González de León es becado por el gobierno de Francia: estudia en Paris y trabaja en el taller de Le Corbusier. "Era yo muy joven cuando obtuve esa beca, pero estaba ya muy consciente de que no iba a Europa a estudiar, sino a trabajar en el taller de Le Corbusier. Y lo conseguí. Pensé que el gobierno francés no me permitiría trabajar y que tendría que inscribirme en la Escuela de Bellas Artes. Pero cuando fui al Ministerio de Educación y manifesté mis intenciones, me dijeron: "Perfecto, haga usted lo que quiera en Francia"... Qué generosidad. Además, llegaba yo a donde se necesitaba mano de obra terminada la Segunda Guerra Mundial. A Le Corbusier le habían encargado la construcción del edificio Marsella, una de las grandes aportaciones a la vivienda colectiva del mundo. Ese edificio es para mil seiscientas gentes. Y yo colaboraba de ocho de la mañana hasta las ocho treinta de la noche. Pues el maestro trabajaba bárbaramente y con disciplina. En el proyecto estábamos unas veinte personas. Pero yo tuve una fortuna muy grande".

Y quitándose los lentes continúa con recuerdos emocionantes. "Su casa quedó abandonada durante la guerra, y cuando regresó, toda la ventanería, que era de metal, estaba deshecha totalmente. Entonces decidió cambiarla por ventanas de madera. Y me pidió que le ayudara en ese trabajo. Viví en su casa un mes. Él tenía una rutina muy especial. Se levantaba a las siete de la mañana, y corría alrededor de un estadio que estaba enfrente, en la parte sur de París. Después de asearse y desayunarse, escribía hasta las diez treinta. Y de diez treinta a una, se dedicaba a la pintura en su estudio, que era donde yo estaba trabajando en el diseño de las ventanas. Después comíamos, él, su mujer y yo, y a las dos treinta salíamos en su cochecito sport verde perico a su taller, donde trabajaba hasta las nueve de la noche. Ese tiempo fue para mí una experiencia muy grande. Yo conservo obras y cartas muy bellas de él".

UNA SOCIEDAD QUE NO ES SOCIEDAD

- Usted ha compartido con Abraham Zabludovsky varios premios...

- Así es - toma un sorbo de café -. Con Abraham hice una sociedad que no es sociedad. Yo les decía a los muchachos que es como el amor libre comparado con el matrimonio. Tenemos despachos distintos y nos asociamos cuando queremos, en lo que queremos, en la obra que queremos. Yo creo que realmente por eso nos llevamos bien, porque tenemos el reposo de obras que hacemos con otra gente o solos, y que nos dan respiro. A veces la colaboración constante, el verse todos los días porque el trabajo de la arquitectura es de todos los días, es intolerable.

- La arquitectura exige...

- A fuerza. Tiene uno que ser tercamente trabajador. No hay más remedio. Y cuando ves una persona todos los días, con sus vicios, con sus particularidades, a veces hasta las cosas pequeñas empiezan a molestar... Los dos recibimos el Premio Nacional de Artes y Letras en 82. Es un premio que se otorga por una carrera, por una trayectoria.

Últimamente recibimos en Buenos Aires uno de los tres premios grandes del Premio Latinoamericano. Y también participamos en un concurso organizado en Hamburgo por el tribunal de la ONU. Ganando un cuarto lugar".

LA HABITACIÓN DE LA CIUDAD.

- Director de la Vivienda Rural en el Instituto Nacional de la Vivienda en 1956-58, y asesor del director del Fondo de Operación y Descuento para la Vivienda en 1966-70. Para usted, ¿Qué significa la vivienda?

- Bueno, la vivienda es la carne de la ciudad, la parte más abundante. Sin embargo, a pesar de que sea el tejido mayoritario, la ciudad con pura vivienda no es nada. La ciudad necesita otras cosas más. Pero la vivienda es la habitación y es la parte preponderante de la ciudad. En el pasado los arquitectos jamás intervenían en la construcción de la vivienda popular. Hacían exclusivamente palacios y cosas de gentes ricas. Pero a partir del siglo XIX y sobre todo en el siglo XX, la actividad del arquitecto se ha concentrado mucho en la vivienda, porque se ha creído un poco utópicamente que se puede transformar la vida de la gente diseñando un escenario bueno para vivir. Es una creencia que "si viene desde el siglo pasado... desde los socialistas, y que se reafirma en los años veinte, cuando se hacen los grandes enunciados del movimiento arquitectónico moderno...

- ¿Y usted no cree en esa utopía?

- La verdad es que no hemos visto que se mejore sustancialmente, la vida del hombre mejorando sus escenarios. La vida del hombre depende de muchas otras cosas más, de sus relaciones de trabajo, de sus ingresos, de sus relaciones emocionales y de muchos otros factores que no cambian con el escenario. Tal vez ésta sea una de las reflexiones pesimistas de fin de siglo sobre el movimiento arquitectónico moderno.

- ¿Olvidarse nuevamente los arquitectos de la vivienda?

- No, hay que seguir haciéndola, pero sin pensar en esa forma mesiánica de que nos va a resolver todos los problemas. Como por ejemplo (sonríe), hay clientes particulares que piensan que los problemas conyugales se van a resolver al hacer la casa: "Usted hágame un cuarto para mi esposa a tres kilómetros de distancia del mío" (reímos)… Los grandes maestros de la arquitectura del siglo XX postularon que a través del urbanismo podía renovarse la vida, podía crearse un nuevo mundo y nuevas relaciones humanas. Pero los grandes conjuntos de vivienda hechos con esos principios son lugares realmente siniestros, de drogadicción, espantosos, y el escenario no ha salvado a la gente, como era de suponerse. Sin embargo, la población mundial sigue exigiendo el desarrollo de la vivienda, y nuestra obligación es diseñarla de manera que exista una conjunción entre eficiencia y belleza. Esa es nuestra tarea.

UN OFICIO QUE SE APRENDE EN EL TRABAJO

Al preguntar: "¿Qué les recomendaría usted a los muchachos que estudian arquitectura?, el miembro del Colegio de Arquitectos de México y de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos responde:

"A los que estudian, que trabajen, que salgan lo más que se pueda de la escuela, porque la escuela es una simulación del trabajo, y la arquitectura es un oficio que se aprende en el trabajo. Y eso lo dice nada menos la gran escuela de la arquitectura moderna. La arquitectura no se aprende en la escuela, porque el maestro adquiere otro lenguaje al hablar ante los alumnos, sólo por ser maestro. La educación ha inventado un rollo para subsistir. Es un problema congénito de la educación. Los maestros tienen un lenguaje esotérico que significa posesión de poder para quienes lo utilizan. Por eso yo recomiendo que los estudiantes trabajen lo más posible, que tengan esa confrontación con la realidad, en vez de asistir muy minuciosamente a las clases. Que trabajen, que tengan práctica, sobre todo en las materias de diseño, porque la práctica es reveladora".

- ¿Y cuál es su responsabilidad como arquitecto?

- La responsabilidad de hacer bien las cosas...


26 NOVIEMBRE 1989

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