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Foto del escritorLuz Marcela Vera

Vicente Fox - ¿Qué ando yo haciendo metido en esto?

Actualizado: 24 ene 2021

¿Qué ando yo haciendo metido en esto?


La Reforma Fiscal, el ajuste económico, Chiapas y Marcos, la inseguridad, el narcotráfico, la nueva batalla contra el contrabando. Las relaciones con Estados Unidos, la corrupción interna del país en sexenios pasados, la crítica a algunos elementos de su gabinete. Todos estos y cien más que se nos ocurran son los temas de la agenda cotidiana de Vicente Fox Quezada, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, un guanajuatense frente al siglo XXI que transformó una ambición personal en el cambio político del país en las últimas décadas. Y con todo este agobio… ¿Cuál es la agenda personal de Vicente Fox? ¿Cuáles sus recuerdos, sus sueños, sus más escondidas ambiciones? ¿Cómo se ve a sí mismo, cómo piensa que lo vemos los demás, qué espera del futuro? Todas estas y otras preguntas respondió libremente un Presidente al que se le puede hablar de tú.

Entrar a Los Pinos, con esa enorme reja que bordea sus extensas y perfectamente cuidadas áreas verdes, custodiadas cada quince pasos por integrantes del Ejército cual si fueran postes, puede imponer a cualquier ingenuo que las traspase por primera vez. Ya dentro de la residencia oficial, todos sus salones se van abriendo gracias a la presencia de Felipe Zavala, Secretario Privado del Presidente de la República.

Todo parece adquirir forma conventual. No por el decorado que incluye pisos de granito a cuadros en blanco y negro, duelas de madera, tapetes de varios diseños y facturas, cortinajes pesados -y pasados-, cómodas que soportan desde Talavera de Puebla, flores frescas, gallos, platos, platitos y lámparas de todos los estilos… hasta una variedad enorme de cuadros que bien podrían ser regalos de sexenios pasados, herencia con los que anteriormente se rellenaran escaleras y pasillos.


Pero no, no es la decoración la que evoca el ambiente conventual, sino la manera como se mueven y hablan dentro de Los Pinos los actuales personajes de la política que ahí acostumbran estar: Santiago Creel, el Secretario de Gobernación; Ramón Muñoz y su secretario particular; el Procurador General de la República, Marcelo de la Concha, Víctor Subersa o Lorenzo Vignal, consejero diplomático; todos ellos con un actuar tan parsimonioso que invita a salir a los jardines, escuchar la fuente y ver el movimiento de las ardillas, las que son interrumpidas por el caminar de tres hombres que se acercan.

Entre ellos sobresale una esbelta figura con saco al hombro que avanza a largos pasos y se mueve presuroso entre los árboles del jardín interior de Los Pinos. Desde su estatura, demasiado elevada para su generación, saluda con voz fuerte y ronca: es Vicente Fox, presidente de México.

Nacido en el Distrito Federal en 1942 de madre española y padre mexicano -de ascendencia irlandesa-, sigue siendo un político escandalosamente claro en nuestro país. Tal vez estos datos no digan nada, pero este hombre quitó del poder al partido oficial, luego de 71 años. Es un hombre con historia.

Vicente Fox Quesada es el segundo de 9 hijos. Estudió primaria en el Instituto La Salle y Secundaria y Preparatoria en el Instituto Lux de León. Pasó un año estudiando inglés en Estados Unidos. En 1960 llegó a la ibero de la ciudad de México para estudiar licenciatura en Administración de Empresas. Tomó un diplomado en “Alta Dirección de Empresas” en Harvard, Estados Unidos. Y en 1964 comenzó a trabajar como supervisor de ruta en Coca Cola, empresa donde permaneció 15 años y en la que llegó a ser presidente para México y Centroamérica. Se casó con Lilian de la Concha en 1972.

En 1976 se entrevistó con el entonces presidente Luis Echeverría por la invasión sufrida por comuneros al Rancho de San Cristóbal, propiedad de su familia. En 1978 deja la capital de la República y regresa a Guanajuato, para integrarse a las empresas familiares: Botas Fox y al propio Rancho de San Cristóbal, del que derivan las congeladoras de vegetales y hortalizas “Don José” y “El Cerrito”. El año siguiente funda la Casa Cuna Amigo Daniel.

En 1987 Empezaría su incursión en la política, a invitación de Manuel J. Clouthier. En 1990 contiende por primera vez por la gubernatura de Guanajuato, aunque no la obtendría hasta 1995. En agosto de 1999 solicitó al Congreso estatal licencia al cargo de Gobernador. El 2 de julio de 2000 gana las votaciones para Presidente de la República. Y el 1° de diciembre de ese mismo año asume el cargo.

Actualmente el Presidente se encuentra con una enorme lista de quehaceres por el país: reforma fiscal, Marcos y Chiapas, desempleo, bracerismo, drogas, educación, sindicalismo, ajustes internos en su partido… demasiados temas a tratar y una entrevista que realizar después de “un día difícil”, según sus palabras.

Este panorama condiciona la orientación de esta charla hacia un enfoque más humano. Mientras Fox asiente, se deja caer en un sillón ante su mesa de trabajo y, atento desde lo más remoto de sí mismo, vislumbra, sin oponerse un esquema distinto, donde quizá su “yo” está más enterrado, más celado que el del común de los mortales.

Vicente ¿recuerdas alguna parte hermosa de tu infancia?

Me acuerdo de muchísimas aventuras: de todos los sábados y domingos que salíamos a jugar con los chiquillos del rancho y otras veces con los invitados de León.

Fox juega con sus lentes sobre la mesa de trabajo y, sin voltear, añade:

“Desde la cacería con resorteras hasta acampar en cabañas construídas con hacha cortando palos en temporada de aguas, muchas veces estábamos acampando y acabábamos todos mojados. O la ida a la escuela cuando no había camino ni carretera, teníamos que ir a caballo, en carro de mulas o en un tractor. Salíamos a las cuatro o cinco de la mañana del rancho para llegar a las once a la escuela. Para mí todas esas aventuras, eran diversión. Realmente fue una infancia envidiable; yo no la cambio por nada.”

Sé que hubo veces que tuvieron que quedarse, sin poder llegar al rancho…

Sí, muchas y frecuentemente. Ya aprendidas las lecciones, nos pasamos a internados en León durante las temporadas de agua. La presa se llenaba más de seis meses y era un verdadero lago y pues una pequeña lancha muy rústica remando, buscando patos entre la milpa y el maíz. Esos son recuerdos que a mí me han dejado muy clara la importancia de las oportunidades. El porqué estos amigos del rancho siguen en el rancho y ellos se quedaron a nivel de salario mínimo. Si uno tiene oportunidades, puede hacer una carrera, puede estudiar, puede tener éxito. Quien no puede aprender lo más elemental y básico en la primaria o no tiene la oportunidad de viajar, de salir, de conocer… pues se queda estancado.

Prosigue Fox hablando, atento a sus lentes, cruzando sus piernas enfundadas en las clásicas botas negras y con un gesto que marca más los surcos de su frente:

“Para mí gobernar es generar oportunidades para todo el mundo, particularmente para quienes nunca han tenido oportunidades”.

El modernísimo micrófono con grabadora que misteriosas manos colocaron desde el principio de la entrevista, y el teniente Tonathiú, su guardia presidencial, registran fríamente todo.

Y volviendo a aquella etapa ¿A qué le tenías miedo?

Pues, cierto temor a mi padre y al abuelo; duros en la disciplina y en las exigencias. Era un temor basado en el respeto. También recuerdo una gran bodega muy profunda, de techo muy alto, donde hay siempre lechuzas. El reto entre nosotros era ver quién se animaba en la noche a ir y tocar el fondo, que son como cincuenta metros. Y todo oscuro y los que se quedaban afuera burlándose y haciendo ruido.

No había luz…

No, el reto era ver quién llegaba hasta el final; avanzabas 10 pasos y salías corriendo y veías volar a las lechuzas o sus ojos por allá y empezaban a decir que era “La Llorona” … De hecho, en el rancho vivíamos sin luz, hacíamos las acampadas con hogueras. Un día mis hermanos y yo, regresando de León al rancho como a las doce de la noche, lloviendo, nos volcamos. Afortunadamente no nos pasó nada a ninguno de los cuatro, pero tuvimos que llegar a la casa y vivir la experiencia de un fuerte regaño.

¡Aparte del susto!

“¡Sí! -sonríe y continúa-: Aparte del susto, de lo mojado, del frío… Cuando llegamos con mi madre y con mi padre les dijimos que se había volcado el vehículo”.

Y no se las creyeron.

Sí, y nos dieron una buena regañada, y efectivamente por culpa de nosotros.

¿Cuáles son las cualidades que más admiras de tus padres?

Su sencillez, empezaría por ahí: su compromiso con la vida, consigo mismos, con su religión, con la trascendencia, con lograr algo en la vida. Su entrega apasionada a la educación de los hijos, a formar una familia. Su disciplina de trabajo -especialmente de mi padre- al que nunca vi de vacaciones. Siempre trabajando de sol a sol los siete días de la semana.

¿Cómo te defines como hijo?

Bueno, yo en ningún lugar me siento tan confiado, tan seguro como en el seno familiar. Como hijo me siento parte de una familia y respeto a mis padres con un gran agradecimiento hacia ellos. Efectivamente nos trataron duro, nos inculcaron valores y por tanto como hijo siempre me sentí amado, querido, protegido. Siempre recibí enseñanzas de mis padres y por eso yo guardo tanta fuerza y respeto a la familia. Este núcleo que es de gran valor en México, que ojalá nunca perdamos los mexicanos: el valor de la familia. Yo sigo regresando los domingos al rancho con el mismo entusiasmo que lo he hecho durante 58 años. El verme con mis hermanos, mis tíos, mis primos, con mi madre y sus nietos… Esto se repite.

¿Se repite ahora como padre?

No, yo voy a la casa de mi madre. En nuestra casa las circunstancias nos han puesto en un lugar diferente: mi hija Ana Cristina está aquí en la Ibero y vive en Los Pinos; es a la que veo con más frecuencia. Paulina está en Italia estudiando. Vicente y Rodrigo se quedaron en el rancho: uno trabajando y el otro estudiando. Nos vemos una vez a la semana o nos hablamos por teléfono. No se pierde la cercanía, no se pierde el cariño, no se pierde el amor. Así lo decidimos, fuera de la Presidencia de la República; fuera del poder porque contamina, porque compromete, porque no me parece saludable. Entonces ellos siguen su vida normal con sus mismos amigos, la misma escuela y en nada los trato de acercar a la Presidencia de la República.

Fotos de todos su hijos y su madre, colocadas detrás de su amplio escritorio y junto a la bandera mexicana, atestiguan sus palabras.

¿Qué cosas son las que viviste con tus padres que no te gustaría volver a hacer?

En mi caso… -lo piensa un momento- pues yo desafortunadamente tuve un divorcio. No creo que sea bueno, no se debe de repetir… pero son cosas que suceden y que pasan. El otro quizá pues… no… algún acto de desobediencia pequeño, porque ninguno grande, de fondo. Yo prácticamente repetiría mi vida de principio a fin con un enorme gusto, creo que Dios me ha dado muchas cosas buenas.

Vicente: de los años que estudiaste con los jesuitas ¿qué es lo que más te marcó?

Todo un gran bagaje de valores religiosos que son muy importantes en cada persona. El valor de creer en un Dios, en un ser superior que prácticamente toda la humanidad tiene. La filosofía ignaciana de “ser para los demás”, de servir a los demás como piedra angular de crecimiento personal y de realización personal. Mucho compromiso de solidaridad, salir a las colonias pobres a llevar algún apoyo, cuando menos alguna enseñanza. En fin, fue una educación integral que presumo por todos lados.

Hace un tiempo tu mamá decía que te habías convertido en “una eterna paloma”. Esas fueron sus palabras ¿a qué crees que se refería?

Pues quizá porque no estoy en el mismo lugar, viajo mucho y esa sería la interpretación de mis treinta años de negocios: siempre viajando en Coca Cola viviendo en Tampico, Puebla, Monterrey, Sinaloa, más mis diez años en política que han sido fuera de la oficina. Desde que me salí del rancho a los dieciséis años a estudiar a la ciudad de México, yo regreso cada que se puede los domingos. Pero si dejé el hogar, “salí a volar” por mi propia cuenta.

¿Cómo te ves en seis años?

¡No en seis! -apunta rápidamente con sus grandes manos- En cinco años y medio me veo de regreso al rancho. A montar a caballo, a convivir con mis hijos, a disfrutar la vida y estar cerca de ellos. Quizá tener un núcleo para que allí concurran a la comida familiar ya de manera más formal -sé que ellos estarán casados, habrá nietos… - Así me veo, una vida muy sencilla, muy apartada, tranquila, disfrutando de la familia, la naturaleza, los animales, los caballos, la lluvia. Eso es lo que quiero hacer una vez que termine con esta chamba.

¿Cuál consideras que es la peor enfermedad de nuestro siglo?

Pues la apatía, la pérdida de valores, la complacencia, yo diría que eso, entre quienes tienen oportunidades y tienen dinero, esos serían los grandes males. Entre quienes no tienen esos grandes males y que no tienen dinero: serían la pobreza, la marginación, la exclusión, la frustración de luchar y no poder lograr nada.

¿Y del alma?

Bueno, en el alma … ¿a qué te refieres?

Al “yo” interior a…

Pues en el alma, sólo dejar de creer en algo, dejar de creer en la humanidad, dejar de creer que las cosas pueden ser mejores. Eso es lo que más perjudica a una persona que le lleva luego a la droga, al alcohol, a la evasión de responsabilidades. Yo diría que la falta de creencia en algo, en un ser superior, la falta de confianza en sí mismo. Cosas que afortunadamente de mi parte todos los días me alimentan espiritualmente dándome confianza y seguridad en mí mismo. A veces falta esa fortaleza, esa energía y rápido veo de dónde la agarro: de un libro, de donde pueda para no titubear, para no atemorizarme, para nunca perder el optimismo, la esperanza ni la confianza. Siempre estoy en esa línea y me deprimen los deprimidos, los pesimistas. Es algo con lo que no comulgo.

Entonces eres un ser humano como todos.

¡Claro! Por supuesto… cometo errores a cada rato y me recrimino a mí mismo, me regaño y me digo: “Metiste la pata ¿para qué hablaste de más?”

¿Eres muy duro contigo mismo cuando te regañas?

Sí, sí, sí, exigente. Es lo que aprendí de mi padre y de mi abuelo y de mi madre.

Cuando Vicente Fox Quesada habla, carente de adornos y disfraces, resulta algo áspero pero convincente y más seguro de sí mismo.

Hace un tiempo, Lucha tu cuñada me contó que de las pocas veces que te había visto con lágrimas en los ojos fue cuando habías recibido tu primera hija.

Sí, y también cuando veo un chiquillo pobre, un chiquillo con cáncer o con discapacidad o aquellos de quienes se padre no tiene para comprarles una paleta. Soy muy sentimental y mucho muy emocional; todo eso me llega y me hace llorar. Me hacen llorar.

¿Cómo haces tú como político para poder controlar tus sentimientos cuando estás frente al público?

A veces se me sale el puchero y lo notan -se ríe-. Yo trato de que sea lo menos, pero sucede.

¿Cómo crees que te vemos los mexicanos?

Vuelve a reír – con todo y bigote- al igual que Francisco I. Madero desde una enorme pintura que cuelga al centro de la oficina presidencial.

Ya ni sé… desde lo físico: “Qué grandote está usted, qué guapo está usted, ¿dónde están sus botas, su cinturón?”. Me he hecho tantos símbolos, tantas etiquetas… ya más en serio y más de fondo, espero que me vean como una persona responsable que trabaja, que está dispuesto a morir en la raya, trabajando y luchando por lo que me comprometí en la campaña. Creo que algunos me dan chance y piensan que tengo cierto talento, que no soy tan zonzo. Que poquito a poquito voy sacando mis cosas, que todas salen y eso es algo que la gente no reconoce cuando está el vendaval, cuando todo el mundo me trae como trapeador. Y al rato que me salgo con la mía por trabajar, por esforzarme, entonces ya se dice: “Bueno ya le cayó el premio a éste pero en la siguiente sí se va a tropezar, sí se va a caer, no lo va a seguir apoyando la gente. Y ahí estoy, llevo diez años en esto y no he perdido no porque yo sea muy trinchón o porque sea yo muy especial. Simple y sencillamente porque en esta vida el que hace su tarea y se prepara es el que pasa sus exámenes y pasa las pruebas. No es casualidad cuando alguien saca una buena calificación; es que se sobó las pestañas, no durmió, luchó. Y a mí me gusta prepararme para cada tarea, planear y, una vez que tengo una definición, soy necio y terco como nadie. No cambio mi línea de conducta, la agarro y defino mi ruta y la camino no importa que vengan vendavales y tormentas que me quieran sacar: no pueden… Y por eso soy muy empeñoso y lo he dicho: soy un hombre de resultados y a las pruebas me remito.

¿La vanidad te hace perder piso a veces?

No. Yo sé que esto no me lo cree la gente porque todo mundo dice: “A este cuate se le va a subir…” Me conozco a mí mismo y sé que eso no va a pasar, no tiene por qué pasar. No tengo ninguna ambición de poder ni de dinero.

Pero tienes ego…

No. Por eso yo disfruto solito, muy padre, mis cosas. Cuando gano una batalla digo: “Por más que me quisieron poner zancadillas, gané”. Claro que tengo esas satisfacciones, pero de ahí a que me vuelva “mamilas” o sangrón o que ya no “pele” a nadie… He tenido posiciones importantes en mi vida y nunca se me ha subido; no es mi estilo, no es mi manera de alimentarme. Me alimenta más un acto de humildad, un acto de sacrificio, un acto de amor.

Vicente ¿qué imagen tienes de ti mismo?

Pues de alguien que tiene que lograr algo en su vida. Que estamos aquí para trascender, que no estamos aquí para pasar el tiempo, que algo tenemos que hacer y que hay obligación de hacerlo. Yo siempre relato una pequeña historia: que me gustaría morir en el Cerrito de la Cruz, en un pueblo en San Cristóbal donde existe una cruz. Me gustaría morir sentado al pie de esa cruz, me gustaría morir viendo que sí hice algo en la vida. Eso me permitiría morir tranquilo, feliz, a gusto de que sí luché por cosas nobles. Esa es la mejor manera de morir a gusto.

¿Qué cualidad es la que más admiras?

Bueno… -piensa un poco- depende para qué. Ciertamente la capacidad de amar es trascendente y fundamental en la vida pero si estamos hablando de lucha y de logro, entonces es la disciplina, la perseverancia. Si estamos hablando de esta transición en que estamos -donde yo necesito consensos- bueno, la tolerancia es cualidad vital para “aguantar candela” de todos lados; para no inmutarse ante las agresiones, los empujones que me quieren dar. Se requiere también de una gran fuerza interior porque desanima ver tanta gente tan apática y contraria a los intereses de México decidiendo de una manera tan egoísta que a veces uno está a punto de perder la fortaleza y el entusiasmo que aprecio mucho.

Hace rato hablaste de donde te gustaría que te enterraran ¿Qué significa la muerte para ti?

Miedo, temor, claramente. Por eso trato de prepararme lo más posible.

Pero ¿por qué le tienes miedo?

El que diga que no le tiene miedo está mintiendo. Yo no conozco a nadie que no le tenga temor y miedo a la muerte. Por eso hay que prepararse, por eso yo aproveché mi vida hasta el último minuto, eso me da tranquilidad.

¿Crees en la reencarnación?

No, para nada. Pero sí creo en una vida posterior.

¿Entonces crees que hay un destino marcado?

Cada quien se construye su destino a base de su propio esfuerzo y, claro hay destinos que no se alcanzan por falta de oportunidades como el ejemplo de estos amigos de mi infancia. Ellos han hecho tanto o más que yo para tener un destino mejor y sin embargo no lo han tenido. Y es que requiere de la oportunidad, de la suerte, del ejercicio pleno de tenacidad, talento y disciplina.

Anochece detrás de los ventanales ovales y el teniente Tonathiú empieza a moverse inquieto porque el tiempo se agota. La computadora sigue prendida, como esperando dormir. Sólo la bella silla de montar, repujada en piel y tachonada en plata, en una esquina espera el final, admirando al que se entrega con pasión.

¿Con qué sueña Vicente Fox?

¡Uf! Con un México en otras condiciones, un México sin pobreza, feliz, en armonía; un México exitoso, triunfador. Un México donde todo mundo pueda tener oportunidades, pueda crecer con dignidad. Un México como otros países que, teniendo problemas, han superado los niveles de pobreza, de rezago, de angustia, de corrupción, de impunidad, de inseguridad que tenemos en México. Yo sólo dedico mi tiempo, mi talento, mi pensamiento, cada latido de mi corazón, cada minuto, cada segundo del día, a tratar de lograr eso para México.

¿Nunca te preguntas cómo te sientes?

Cuando ando de viaje sí reflexiono; trato primero de recordar en dónde estoy: en Estados Unidos, Canadá, Chiapas, Tamaulipas, Sonora… porque efectivamente cambio tanto de lugar como de hotel. Y sí me hago una pregunta que a veces digo en política -como nunca fue mi vocación…- Me digo: “¿Qué ando haciendo yo metido en esto? ¿Por qué vine a dar a este asunto? Y mi respuesta es rápida -en este momento el Presidente de la República mira de frente y responde: Es por esa vocación de voluntad de servir. Eso es lo que me mueve.”

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